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AM�RICA | por Alerta 360 Internacional

 

La verdadera cara de Allende

Por Andr�s Silva Haro
�ltima modificaci�n: 23 de junio de 2010 | Descargar en formato PDF

 

El lobo chilla frente al hacha del verdugo. Por orden del juez, la gallina cambia de lugar y le sientan en el pat�bulo, acusada de cr�menes y violaciones a los derechos de lobos y manada.

 

El retratista oficial cambia el semblante airado de la gallina amenazada por el del mism�simo chupacabras. Y el lobo, sin siquiera vestir de oveja, cobra indemnizaciones y engorda a costa del ganado.

 

La delirante historia se repite, d�a tras d�a, no importa d�nde haya apaleado el lobo. Pero no vive s�lo sediento de sangre: muere de hambre de venganza. Y ense�a sus colmillos, con el hocico a�n goteando la memoria de sus v�ctimas.

 

La granja se alborota y, por no enfadar al lobo, apalea� al reba�o que reacciona.

 

�Defensores de la grey�, grita el juez, �un paso al frente, de rodillas y a pedir perd�n a los lobos�, exige.  �Indemnizaci�n a los lobos y condena a los defensores�, agrega, �Perd�n� �agresores��, se disculpa, mirando temeroso a los lobos en tribuna mientras busca el modo de congraciarse con la tropa de matones.

 

El reba�o se somete sumiso, confundido y hasta, se dir�a que casi sinti�ndose culpable por haber reaccionado a los lobos y defendido sus tierras y familias. Es que, como todo reba�o, se deja doblegar en nombre del �buen reba�o�.

 

---

 

Descaradas, rudas y altisonantes fueron las descalificaciones de la izquierda chilena en respuesta a las diplom�ticas declaraciones que representan el sentimiento de al menos la mitad de una naci�n. Una mitad �equivocada� para la versi�n roja de la historia.

 

�El motivo de esc�ndalo? Las declaraciones del nuevo embajador de Chile en Argentina, sosteniendo que, bajo el per�odo de reconstrucci�n nacional tras el holocausto marxista, Chile se puso de pie, creci� y contradijo los planes destructivos de la Uni�n Sovi�tica y sus ac�litos. Como en la Francia revolucionaria de 1789, los jacobinos exigieron su cabeza y los girondinos la entregaron en bandeja. Pocos d�as dur� en su flamante cargo el ex senador, hombre de larga trayectoria en la vida p�blica y de excelente reputaci�n debida a su probidad. Santiago Otero, por cierto, fue electo democr�tica y popularmente.

 

Pocos d�as siguieron a una segunda declaraci�n, honesta y con conocimiento de causa, del ex ministro del Trabajo y autor del exitoso modelo de previsi�n laboral que hoy mantiene a Chile gozando de buena salud econ�mica, con garant�as de un mejor futuro a los trabajadores, liderando indiscutiblemente a la regi�n continental. �Motivo del esc�ndalo? Sostener que Allende destruy� al pa�s y su comparaci�n con Hitler.

 

Indiferentes al sentimiento o creencia de millones de compatriotas, los sectarios rojos exigieron castigos, condenas y purgas. Espuma en la boca, ojos desquiciados y perdida toda serenidad, temiendo acaso las simpat�as y consensos en torno al tema, aplicaron la fuerza de su prensa y creadores de opini�n para cerrar filas, para crear la sensaci�n de un�nime rechazo a la reacci�n antimarxista. Y a�n m�s a un modelo econ�mico y social que desmiente la doctrina de odio y lucha de clases que hace del empobrecimiento su meta ideal.

 

--

 

Entretanto, �qui�n era realmente Allende?

 

La izquierda suele construir su mito sobre una historia falsa, que muchas veces jam�s existi�. El caso del dictador marxista, tristemente c�lebre por su horda destructiva, merece un brev�simo encuadre.

 

Allende, socialista, ateo, mas�n y suicida, dista mucho de la hagiograf�a roja que le presenta como un anciano de buen coraz�n, amante de los ni�os y de las palomas de la plaza.

 

�Fue Allende comparable con Hitler? Una visita interesante a los archivos de la Universidad de Chile nos ense�a la tesis que Salvador Allende present� para licenciarse como M�dico Cirujano y que luego elevase como Proyecto de Ley presentada mientras era Ministro de Salubridad del Gobierno del Frente Popular (1939-1941) de Pedro Aguirre Cerda. Allende fue, por sus propias palabras, tan furioso antisemita como declarado racista contra �rabes y gitanos.  Y era un fervoroso creyente en la predeterminaci�n gen�tica de los delincuentes. Consideraba a los revolucionarios como psic�patas peligrosos que hab�a que tratar como enfermos mentales. Propugn� la penalizaci�n de la transmisi�n de enfermedades ven�reas y la esterilizaci�n de los alienados mentales.

 

Son los a�os en que el creador del Partido Socialista de Chile, Marmaduke Grove, pagado por el Ministerio de Asuntos Exteriores (nazi) y los ministros socialistas del gobierno del Frente Popular - entre los que se contaba Allende - eran sobornados directamente por la Embajada nacional socialista en Santiago.

 

En medio del repudio nacional e internacional, Allende encontr� simpat�a y eco en sus aliados socialistas de los a�os 30 en la Alemania nacional socialista acaudillada por Adolfo Hitler.

 

No hay malas interpretaciones posibles. No s�lo lo dej� propuesto y escrito reiteradamente, sino que adem�s sus propias declaraciones a la prensa lo confirman. As�, para explicar su Proyecto de Ley, Allende declara al peri�dico La Naci�n, con palabras que Hitler podr�a haber declamado: se trata de "un tr�pode legislativo en defensa de la raza", consistente en tratamiento obligatorio de las toxicoman�as, de las enfermedades ven�reas que transformar�an en delito su contagio, y proceder a la esterilizaci�n de los alienados mentales. El entonces Ministro y futuro mandatario propon�a crear un Tribunal de Esterilizaci�n que fuese inaccesible a la familia del enfermo y dotado de competencia para dictar sentencias inapelables. En el art�culo 23 de su Ley propuesta establece que "todas las resoluciones que dicten los tribunales de esterilizaci�n (...) se llevar�n a efecto, en caso de resistencia, con el auxilio de la fuerza p�blica". No es extra�o que �ste proyecto y la "Ley para precaver una descendencia con taras hereditarias" implementada por el Tercer Reich en 1933 se considerasen �hermanas�. Es m�s: enuncian el mismo listado de enfermedades punibles y contienen art�culos id�nticos. S�lo hay una salvedad a favor de los nazis: Allende era mucho m�s duro y radical que Hitler.

 

No era para menos. Marx escrib�a en �La cuesti�n jud�a�: �Nosotros reconocemos, pues, en el juda�smo un elemento antisocial presente de car�cter general�. Y Stalin, tan antisemita como el Hitler que enviaba a los jud�os a los campos de concentraci�n, les deportaba a la tortura y muerte lente de los Gulag.

 

Allende encantaba al F�hrer. En su tesis para recibirse como M�dico y as� prestar el juramento hipocr�tico, el l�der marxista sostiene: "Los hebreos se caracterizan por determinadas formas de delito: estafa, falsedad, calumnia y, sobre todo, la usura". Para Allende la �cuesti�n jud�a� va m�s all� de un problema de intereses y creencias: se trata de una cuesti�n racial fundada en principios gen�ticos por los que hab�a que exterminarles. A�os m�s tarde el criminal de guerra nazi Walter Rauff - el inventor del m�todo de exterminio en camiones de gas y acusado de ser el responsable directo de la muerte de m�s de 100.000 personas - fue su protegido bajo el mandato allendista, al punto de rechazar el petitorio de Sim�n Wiesenthal de cooperar con la justicia y entregarle a los tribunales para su juicio por cr�menes no prescritos.

 

En cuanto a los revolucionarios, resalta "la influencia perniciosa que sobre las masas pueda ejercer un individuo en apariencia normal y que, en realidad, al estudiarlo nos demostrar�a pertenecer a un grupo determinado de trastornos mentales (...) este tipo de trastornos colectivos tienen a veces caracteres epidemiol�gicos, y es por eso que cuando estallan movimientos revolucionarios en ciertos pa�ses, �stos se propagan con incre�ble rapidez a los estados vecinos".

 

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El Allende real dista del Allende m�tico como la luz de las tinieblas.

 

El Allende real era un predicador del odio y de la destrucci�n cruenta de todo aquel que no pensase como �l. Como mandatario antidemocr�ticamente acomodado en el poder, obr� como enemigo de la libertad y de la honestidad p�blica. Minti� asegurando el respeto por la Constituci�n y las leyes para, d�as despu�s de firmar un juramento de Garant�a, burlarse de la ingenuidad de los burgueses. Fue un monstruo que trabaj� incansablemente por convertir a su naci�n en un sat�lite del horror sovi�tico en plena guerra fr�a, volvi�ndola una Cuba andina.

 

Los estrategas de la propaganda marxista trabajaron al �buen reba�o� pint�ndole a su gusto: �hombre de buenas intenciones desviado por el radicalismo de la �poca�. Pero basta ver sus declaraciones, su personalidad y sus hechos para comprender, sin lentes rosa, su espantosa verdad.

 

Allende, tras intentonas frustradas de alcanzar la Presidencia por la v�a democr�tica de Mayo del �68, el terror policial sovi�tico - por s� mismo o sus aliados � accede al poder gracias a la alianza impl�cita con los democratacristianos y la jerarqu�a eclesi�stica izquierdista. Alcanza apenas un 32.6% de los votos y una minor�a en el Parlamento.

 

En la elecci�n anterior el centroizquierdista Eduardo Frei fue presentado como alternativa al izquierdismo de Allende. El pueblo chileno no deseaba el comunismo y le elige como medida desesperada para impedir el acceso al poder de los paniaguados de la Uni�n sovi�tica. Sin embargo los planes de Frei eran, precisamente, sentar las bases para el comunismo e hizo todo cuanto estuvo en sus manos para lograrlo: colectivizar, destruir las instituciones tradicionales, implantar un sistema socialista de Gobierno y alterar la cultura en su favor. Para esto el clero izquierdista prest� una cooperaci�n invaluable, sembrando la doctrina de la lucha de clases, igualitarismo y resentimiento contra la propiedad privada y las elites tradicionales. Tristemente c�lebres fueron sus pr�dicas a favor del comunismo, sus condenas a la reacci�n cat�lica anticomunista y su silencio ante las evidencias del horror que se preparaba. Fueron los a�os la �Iglesia Nueva� y del �Primer Encuentro Latinoamericano de Cristianos por el Socialismo�. No contentos con esto, fueros esas mismas sagradas investiduras y sus �rdenes las que dieron los primeros pasos a favor del terror rojo, anticip�ndose a las medidas colectivizando sus tierras, arrasando con los patrimonios cat�licos e imponiendo una cultura y doctrina nueva. M�s hizo el clero, hay que reconocerlo, que muchas otras fuerzas rojas a favor del comunismo. Y no pod�a ser menos: el poder pol�tico izquierdista era frontal y declaradamente rechazado por la poblaci�n. El prestigio y autoridad del clero era dif�cilmente contestado por el pueblo sencillo y devoto que acataba impotente y sin comprender la magnitud del mal conjurado.

 

Frei y sus ac�litos pactaron con Allende su ascenso, transfiriendo a �ste la votaci�n popular para respaldarle, dejando al candidato conservador fuera de escena. Allende usurpa el poder, carente de representaci�n popular democr�tica, cuando a�n ard�an las hogueras revolucionarias de Mayo del �68 y eran paridas la Baader Meinhof en Alemania, la ETA en Espa�a y las Brigadas Rojas en Italia, el Ej�rcito Rojo japon�s y los Tupamaros de Uruguay, mientras los Montoneros y el ERP ensangrentaban a Argentina. Chile, infectado con el violentismo pol�tico del MIR y otras organizaciones castristas que hac�an de la apolog�a del crimen su v�a de acceso al poder y destrucci�n de la legalidad e institucionalidad vigente, no era una excepci�n. La izquierda chilena, autoproclamada marxista-leninista, legitimaba en sus congresos de 1965 y1967 el uso de la fuerza como acceso al poder: �la violencia revolucionaria es inevitable y leg�tima. Constituye la �nica v�a que conduce a la toma del poder pol�tico y econ�mico, y su ulterior defensa y fortalecimiento. S�lo destruyendo el aparato democr�tico-militar del Estado burgu�s puede consolidarse la revoluci�n socialista�. Este marco y esta base en plena Guerra Fr�a y la fidelidad a la ex URSS - su madre y mentora - es lo que explica mejor a Allende que el mito que se puede contar a los ni�os 30 a�os despu�s de los hechos.

 

Chile nunca tuvo fuerzas armadas inmersas en el traj�n pol�tico. Su proverbial estabilidad democr�tica (1834-1970) tuvo peque�os incidentes que involucrasen el uso de las armas. El quiebre de su doctrina de primac�a del poder civil por sobre el militar fue dado por el mismo Frei, al nombrar al izquierdista General Prats a cargo de las fuerzas armadas. No es casual que Allende le confirmase en el cargo y le enviase en su representaci�n a la Uni�n Sovi�tica para suscribir un acuerdo con el Presidente de Ministros rusos, Aleksei Kosyguin. El 23 de agosto de 1970 trescientas esposas de oficiales manifestaron su repudio al apoyo de Prats a Allende. Considerado �traidor� al papel que deb�an representar sus armas, por su entusiasta y decisivo apoyo a Allende, renunci� para ser sucedido por Augusto Pinochet, General de la Rep�blica que no representaba ninguna amenaza aparente para el nuevo gobierno rojo y goz� de la confianza de Allende. Cabe decir que Pinochet actu� contra la tradici�n militar cuando el pa�s fue desbordado - como veremos a continuaci�n - por el terror rojo y Chile no pudo soportar m�s los siniestros planes y efectos del allendismo.

 

Allende autoproclamaba no ser el presidente de todos los chilenos. �sa era su pol�tica excluyente y antidemocr�tica. Basta acudir a las fuentes de prensa y declaraciones gubernamentales de la �poca. Contrariaba as� el estilo consensual de la tradici�n aliancista de los mandatos anteriores.

 

Allende, tras firmar la Garant�a de respeto a la legalidad y Constituci�n que se le oblig� a firmar para otorgarle la Presidencia - habidas cuentas de su ideolog�a e intenciones � se burl� de la ingenuidad burguesa y declar� que gobernar�a �por resquicios legales�. Algo que hoy en d�a es moneda corriente en la pol�tica roja mundial. Ech� mano a jurisprudencias anteriores para intervenir a la industria y el comercio, creando conflictos a trav�s de sus grupos armados para justificar las confiscaciones. El organismo contralor rechaz� la medida y orden� la restituci�n a los propietarios. La colectivizaci�n de las tierras fue rechazada legalmente por los due�os y con orden judicial acud�an a la polic�a para proceder a la expulsi�n de los violentistas invasores.  Pero la polic�a de Chile, respetuosa de la ley, respond�a con una orden gubernamental de no intervenir en los conflictos.

 

La Corte Suprema, ante el agresiva y reiterada violaci�n de las leyes y prescripciones de la Constituci�n, envi� una carta al presidente que comenzaba �por en�sima vez le advertimos�� y por primera vez en la historia nacional el poder ejecutivo dej� sin contestar una carta del poder judicial. Allende respondi� con declaraciones donde afirmaba que la Corte Suprema no era superior al poder que �l pose�a en sus manos.

 

El Poder Legislativo no sufri� menos atropellos y violaciones. El Senado y Diputados enviaron sendas cartas de protesta por la conculcaci�n de sus derechos y disposiciones como representantes democr�ticos de la voluntad de los electores. Pero Allende, peque�o Stalin latinoamericano, ordenaba disposiciones anticonstitucionales que los representantes populares se negaron a aprobar.

 

Las fuerzas armadas hicieron llegar, por manos de los Generales en retiro, un respetuoso recordatorio de que las armas pertenecen a la Naci�n y que no son un beneficio personal de la Presidencia. Se opon�an, por tanto, a convertirse en una Guardia Pretoriana roja, en tanto su papel consist�a en resguardar la ley, el orden y los intereses superiores de la Patria. En tanto no acatase ese respeto a la Constituci�n, las armas nacionales se considerar�an en �estado deliberante�.

 

Si Allende fue elegido por una minor�a, fue sobretodo inconstitucional. La prueba est� en la delirante insistencia en su constitucionalidad para revestir su proceder dictatorial.

 

Allende se esforz� por hacer de Chile una �Cuba andina�, y �hermana menor� de la uni�n sovi�tica. Son dichos de �l mismo.

 

Allende inici� su escalada de terror un 4 de noviembre de 1970. Una semana m�s tarde (12) liberaba a sus secuaces terroristas m�s radicales, dejando sin efecto los dict�menes judiciales y pocos d�as despu�s (21) modific� la Constituci�n para confiscar el cobre, nacionaliz�ndolo. Una semana m�s tarde (31) pasa por encima de las disposiciones constitucionales y nacionaliza la banca y, a los pocos d�as anuncia la creaci�n de tribunales populares, modelo dolorosamente recordado por las naciones que sufrieron las �checas� particulares.

 

Pero sus colegas no estaban contentos y, siguiendo el modelo sovi�tico, le acusaban de ser �demasiado burgu�s� en sus confiscaciones y colectivizaci�n. El grupo terrorista MCR, desprendido del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), insulta a Allende llam�ndole �blando� en su reforma agraria y llama a la toma de propiedades sin mediar sentencias. En marzo Allende declara a Regis Debray que reformar� la justicia para acelerar el proceso de sovietizaci�n.

 

Precursor de los dictadores contempor�neos, no se content� con controlar la banca y el poder judicial: avanz� sobre la libertad de expresi�n, apoder�ndose de la prensa e impidiendo las transmisiones de televisi�n regional. En sus propias palabras: "La obligaci�n del periodista revolucionario no es servir a la verdad, sino a la revoluci�n".

 

En mayo decret� la confiscaci�n y desalojo de empresas textiles, que fueron asaltadas por bandas armadas. Al mes siguiente, el mismo Frei que hizo de Kerensky chileno, exigi� la disoluci�n de las checas. El gobierno apoy� e impuls� la confiscaci�n popular, particularmente de tierras agr�colas.

 

El clima e intenci�n de Allende fue, el 1 de julio de 1972, explicitado por el ministro de Justicia: �La revoluci�n se mantendr� dentro del derecho mientras el derecho no pretenda frenar la revoluci�n�.

 

Al mes siguiente, el Congreso del partido Socialista declara: �este estado burgu�s no sirve para la construcci�n del socialismo (...) es necesario destruirlo y conquistar todo el poder�.

 

Continuando la doctrina roja caracter�sticas de donde quiera se haya hecho del poder, el pa�s comenz� a sufrir el flagelo del empobrecimiento, desabastecimiento y del hambre. El pueblo, acostumbrado a los frutos de una econom�a creciente y rica en producci�n, se rebel�. La humillaci�n que signific� la imposici�n de un cart�n acreditativo de pertenencia a las �Juntas de Apoyo Popular� (JAP) para acceder a comida, vestimenta, medicamentos e insumos, super� a una ciudadan�a caracterizada por su car�cter pac�fico. El mercado negro � provisto muchas veces por el mismo gobierno � era el �nico medio de acceso a bienes elementales como art�culos de aseo, carne o combustible

 

Durante el a�o 1972 la poblaci�n se levant� activa en protestas y manifestaciones de rechazo. El repudio antiallendista llen� las calles pese a las razzias bolcheviques de grupos armados revolucionarios que agred�an violentamente a los manifestantes. Cadenas, palos bombas molotov e incluso patatas con incrustaciones de hojas de afeitar eran lanzadas contra mujeres, trabajadores y ni�os. Pero no fueron s�lo los ciudadanos comunes. Los trabajadores, supuestamente representados por la izquierda, tambi�n se rebelaron. Los mineros de la mina de cobre de Chuquicamata � la mayor mina a tajo abierto del mundo - o los del carb�n, los envasadores de refrescos, los fabricantes de electrodom�sticos y hasta cincuenta mil peque�os propietarios de comercios de la capital se opusieron al gobierno de izquierda. La violencia de agosto dio el punto de quiebre. Los grupos armados se enfrentaban a tiros con las fuerzas policiales y las confiscaciones �populares� aumentaron. El masivo paro de transportistas demostr� la cohesi�n nacional en contra de Allende, quien declar� �subversiva� la protesta.

 

--

 

Con mano de hierro e indiferente al clamor popular, el dictador socialista afianz� su poder e inici� una gira por la Uni�n Sovi�tica, Cuba, M�xico y Argelia, donde aprovech� de reiterar su apolog�a del crimen y fraternidad con las dictaduras comunistas. Mosc� expres� internamente su preocupaci�n por el costo pol�tico nacional e internacional de la cubanizaci�n de Chile expresada personalmente por Allende y sus secuaces.

 

Entre 10.000 y 15.000 guerrilleros revolucionarios provenientes de todo el mundo estaban asentados en Chile a principios de 1973. Fidel Castro, c�modo en el clima sovietizado viaja a Chile y permanece casi un mes, escoltado por el general Pinochet, mientras tramaba con Allende la imposici�n de la nueva Rusia sudamericana. El pueblo, indignado con la estad�a y enfrentado a la miseria gritaba, hambriento: ��Fidel! �A la olla! �Ali�ado con cebolla!� y ��Si no se va Fidel, no va a comer ni �l!�.

 

En mayo de 1973 Allende declara que �En un per�odo de revoluci�n, el poder pol�tico tiene derecho a decidir en �ltimo recurso si las decisiones judiciales se corresponden o no con las altas metas y necesidades hist�ricas de transformaci�n de la sociedad, las que deben tomar absoluta precedencia sobre cualquier otra consideraci�n. En consecuencia, el Ejecutivo tiene derecho a decidir si lleva a cabo o no los fallos de la justicia�.

 

El 26 del mismo mes la Corte Suprema denuncia la violaci�n de los derechos constitucionales y de la legalidad practicadas por el gobierno. Y se pronuncia con �nfasis: �Chile se encuentra en un estado inminente de desaparici�n de la legalidad�.

 

La radicalizaci�n del allendismo lleg� a su paroxismo a poco m�s de dos a�os de iniciado el terror rojo en Chile. En junio de 1973 el diputado socialista Mario Palestro llama p�blicamente a la �violencia revolucionaria�, proponiendo a las checas marchar a las zonas �no populares� donde �ser�an fusilados quienes no sean obreros ni campesinos�.

 

Por su parte, el principal ide�logo del Partido Comunista, Volodia Teitelboim, afirma que si la guerra llegara �probablemente significar�a la p�rdida de numerosas vidas humanas, probablemente entre 500.000 y un mill�n�.

 

En medio de este clima de terror, el poeta Pablo Neruda, homenajeado con el Premio Nobel, cantaba alabanzas:

 

�Uni�n Sovi�tica, si junt�ramos

toda la sangre derramada en tu lucha,

todo lo que diste como una madre al mundo

para que la libertad agonizante viviera,

tendr�amos un nuevo oc�ano

grande como ninguno

viviente como todos los r�os,

activo como el fuego de los volcanes araucanos.

 

En este mar hunde tu mano

hombre de todas las tierras,

y lev�ntala despu�s para ahogar en �l

al que olvid�, al que ultraj�,

al que minti� y al que manch�,

al que uni� con cien peque�os canes

del basural de Occidente

para insultar tu sangre,

Madre de los libres...�

 

No amedrentaba el bardo. Despreciando el sufrimientos de cientos de millones de personas y la esclavizaci�n de naciones enteras, escrib�a:

 

�Stalinianos. Llevamos este nombre con orgullo.

Stalinianos. Es esta la jerarqu�a de nuestro tiempo.

En sus �ltimos a�os la paloma

La Paz, la errante rosa perseguida, se detuvo en sus hombros

y Stalin, el gigante, la levant� a la altura de su frente.

As� vieron la paz pueblos distantes�.

 

Y agrega en �Las uvas y el viento�

 

�Junto a Lenin

Stalin avanza

Y as�, con blusa blanca

Con gorra gris de obrero

Stalin,

Con su paso tranquilo

Entr� en la Historia acompa�ado

de Lenin y el viento...�

 

El 22 de agosto la C�mara de Diputados declara: �es un hecho que este gobierno hab�a decidido, desde el principio, conquistar el poder absoluto (...) para implantar un estado totalitario�. Faltaron dos votos para procesar a Allende. Al d�a siguiente - por una mayor�a de dos tercios - llama a Allende a respetar la Constituci�n y las leyes y �restituir la normalidad democr�tica del pa�s�.

 

Allende, a esa altura de su breve mandato, hab�a nacionalizado la mayor�a de las empresas de cierta importancia, comenzando por su intento castrista de colectivizar la banca para controlar el cr�dito y asfixiar a los enemigos de su revoluci�n. Se confisc� - por orden de los partidos socialista y comunista - cada empresa que pusieron en mira, ante la mirada impotente de las fuerzas policiales, amordazadas y maniatadas por el dictador, y del mismo modo se tom� posesi�n de las tierras agrarias, confin�ndolas a la improducci�n y hambruna consiguiente.

 

Su pol�tica monetaria apunt� a la destrucci�n de la econom�a de la poblaci�n, emitiendo billetes sin respaldo para aniquilar el ahorro privado.

 

Antes del fin de agosto el Colegio de Abogados declara en un informe que, conforme al art�culo 43 de la Constituci�n Nacional, Allende se encuentra incapacitado para ejercer la Presidencia de la Naci�n.

 

A principios de septiembre de 1973 la inflaci�n superaba el 1.000%, fen�meno inconcebible en la historia de una Naci�n tradicionalmente respetada por su estabilidad econ�mica y acento comercial. El d�ficit p�blico alcanzaba el 50% del PIB.

 

La respuesta del dictador rojo no fue el acostumbrado desprecio por las instituciones y dejar sin respuesta los llamados de los organismos p�blicos y de representaci�n popular. Esta vez Allende responde agresivamente violando totalmente la Constituci�n, al proyectar un refer�ndum a celebrarse en dos semanas, el 11 de septiembre. Esperaba con esto el �respaldo legal� para disolver el Congreso y convocar a elecciones populares.

 

Las fuerzas armadas - al margen del conflicto hasta el momento - reaccionaron resguardando la Constituci�n y la legalidad nacional tal como ordena su juramento de armas. Las brigadas armadas de la �Unidad Popular� (UP) estaban siendo entrenadas personalmente por agentes cubanos y el escandaloso ingreso en masa de guerrilleros de diversas nacionalidades, respaldadas por armamento de guerra, preparaban un golpe sangriento que diese cumplimiento a las exigencias socialistas de cubanizar a Chile.

 

Ese domingo 9 de septiembre, en medio de la angustia popular y la intolerable carencia de alimentos, combustibles e insumos de toda especie, los responsables de las fuerzas armadas intercambiaron una misiva para restaurar el orden y garantizar la convivencia c�vica para el martes 11 de septiembre a las 6 de la ma�ana.

 

Estados Unidos, temeroso de la cubanizaci�n del pa�s pero receloso de intervenir, obr� a �ltima hora, cuando la situaci�n era insostenible. En la ma�ana del 10 de septiembre buques norteamericanos anclaron sigilosamente al sur de la naci�n, para proveer auxilio en caso de ser necesario. A las cuatro de la tarde un grupo de nav�os chilenos march� al encuentro de la peque�a flota de refuerzo apostada en el sur y el convoy ingres� a Valpara�so bajo la protecci�n de la noche. A las tres de la madrugada, desembarcaron las tropas de elite, tomando posesi�n de las comunicaciones, arrestando en su domicilio al Almirante Moreno y confinando a los activistas de riesgo en los barcos. Coordinadas a la perfecci�n, las t�cticas antisubversivas tuvieron lugar con precisi�n en las otras regiones del pa�s, donde se procedi� a detectar, confinar o ejecutar a los elementos m�s peligrosos.

 

Santiago, capital de Chile, fue abordada con otra t�ctica militar, centrada en el impacto estrat�gico y m�nimo de derramamiento de sangre, pese a estar desde constituido, hac�a tiempo, el �cord�n de hierro� en torno a la capital por las brigadas revolucionarias armadas.

 

En la capital se oper� directamente sobre Allende, quien despert� a las seis de la ma�ana con avisos telef�nicos advirti�ndole que el ej�rcito se dirig�a directamente al Palacio de La Moneda. Una hora despu�s, rodeado de la guardia personal ofrecida por Castro para su seguridad, llama a su esposa para despedirse. A las nueve de la ma�ana se dirige a los auditores de las dos �nicas radios - de las 29 que hab�a - que a�n no estaban bajo control del ej�rcito. All� raj� sus vestiduras proclamando su amor y respeto por la Constituci�n y las leyes, y deplor� la �traici�n de sus generales�. Y confi� que, no pudiendo detener el operativo militar, sus sucesores se encargar�an de revertir el retroceso revolucionario.

 

Concluido el discurso recibi� un llamado del vicealmirante Carvajal otorg�ndole todas las garant�as para que pudiese retirarse del palacio - y dirigirse fuera del pa�s - si renunciaba. Allende se neg�. Una segunda llamada le advirti� que a las 11 de la ma�ana el Palacio ser�a atacado por la aviaci�n. Pese a que las fuerzas armadas retrasaron casi una hora el ataque para dar oportunidad a la renuncia, minutos antes de las doce del mediod�a dos aviones Hunter Hawk dispararon. Los misiles estrat�gicos ingresaron por las ventanas espec�ficas se�aladas por la Comandancia para dar un efecto psicol�gico. El Palacio permaneci� �ntegro, salvo las llamas de un incendio. El Regimiento de blindados N� 2, actu� contra el Palacio. Los partidarios de Allende huyeron y se refugiaron, ofreciendo escasa resistencia, impactados por un operativo b�lico que hac�a gala de una t�ctica perfecta y fuerte cohesi�n de los hombres.

 

Resulta interesante releer el trabajo de investigaci�n de Alain Ammar, experto en Latinoam�rica, en su libro �Cuba Nostra, les secrets d�Etat de Fidel Castro�, en su an�lisis de las declaraciones de dos agentes de inteligencia cubanos: Daniel Alarc�n y Juan Vives. El primero, alias �Benigno�, fue terrorista militante junto del Che Guevara en Bolivia. En la obra Ammar devela un impactante secreto respecto a la muerte del tirano chileno: asegura que Allende ni se suicid� ni muri� bajo las balas de los �golpistas�, sino que en verdad fue ajusticiado en manos de uno de los agentes de sus guardaespaldas castristas.

 

La impactante declaraci�n se oye de labios del sobrino de Osvaldo Dortic�s Torrado, presidente funcional a Castro en los primeros d�as del golpe sangriento en Cuba. Vives, ex agente secreto del dictador caribe�o, recuerda a Allende corriendo por los pasillos del segundo piso del Palacio de Gobierno, preso del miedo gritando: "�Hay que rendirse!". Pero antes de que tomase una medida, el agente de Fidel y encargado directo de la seguridad del mandatario chileno, Patricio de la Guardia, esper� que Allende regresase a su gabinete y le dispar� una r�faga de ametralladora en la cabeza y acomod� entre las manos del mandatario un fusil regalado por Castro. La posici�n del cuerpo y trayectoria de los proyectiles fueron confirmadas posteriormente por el m�dico personal del dictador chileno. De la Guardia regres� al primer piso del Palacio - ya en llamas - y, reuni�ndose con el resto de agentes castristas se dirigieron sin mayores problemas a la embajada cubana donde se asilaron. Ya en Cuba estuvo implicado junto con su hermano - Tony - en la parodia judicial del General Ochoa, pero no fue fusilado con los dem�s, presumiblemente por temor a que un documento comprometedor respecto a la muerte de Allende �depositado en un banco paname�o - fuese develado en caso de la muerte del ex agente.

 

Esa jornada hist�rica no s�lo destac� por el impecable asalto a�reo al Palacio de Gobierno. Ese 11 de septiembre fue marcado sobretodo por el mayoritario apoyo popular, que festej� en calles y viviendas el fin de los mil d�as m�s negros y dolorosos de su historia. La resistencia armada continu� los a�os siguientes en manos de guerrilleros que causaron bajas civiles y militares, obligando a las nuevas autoridades a reforzar las medidas de prevenci�n, donde, sin duda, pudieron cometerse excesos al calor de las amenazas de la �poca y la herida abierta por los a�os anteriores. Sin embargo, el compromiso del gobierno militar de restaurar la legalidad y retornar a manos civiles el poder fue una garant�a que se cumpli� cabalmente a trav�s de elecciones democr�ticas.

 

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El operativo militar del 11 de septiembre dej� un saldo de apenas doscientos muertos. Seg�n fuentes de la izquierda, durante todo el per�odo militar, desde el pronunciamiento de 1973 hasta las elecciones democr�ticas de 1989, sufrieron muerte cerca de 3.000 personas, de ambos bandos.

 

A un mes del pronunciamiento c�vico militar, el dirigente kerenskista democratacristiano y luego primer presidente de la Rep�blica tras las elecciones convocadas por el entonces Presidente Pinochet, declara al diario La Prensa, el 19 de octubre de 1973: �La verdad es que la acci�n de las Fuerzas Armadas y del Cuerpo de Carabineros no vino a ser sino una medida preventiva que se anticip� a un autogolpe de Estado, que con la ayuda de las milicias armadas con enorme poder militar de que dispon�a el gobierno y con la colaboraci�n de no menos de diez mil extranjeros que hab�a en este pa�s, pretend�an o habr�an consumado una dictadura comunista�.

 

Eduardo Frei, quien llev� al poder a Allende e implant� las bases de la revoluci�n socialista en Chile, escrib�a - al mes siguiente - al presidente de la Democracia Cristiana Internacional, �Trataron de manera implacable de imponer un modelo de sociedad inspirado claramente en el marxismo-leninismo. Para lograrlo aplicaron torcidamente las leyes o las atropellaron abiertamente, desconociendo los Tribunales de Justicia (�). En esta tentativa de dominaci�n llegaron a plantear la sustituci�n del Congreso por una Asamblea Popular y la creaci�n de Tribunales Populares, algunos de los cuales llegaron a funcionar, como fue denunciado p�blicamente�.

 

Sus palabras fueron posteriormente confirmadas por el Partido Democratacristiano: �Cuando nos asesinaron a P�rez Zujovic pedimos que el Ej�rcito se hiciera cargo de la investigaci�n, enfrentamos a la UP propiciando una ley de Control de Armas y pidiendo a trav�s de la C�mara de Diputados que las Fuerzas Armadas intervinieran, nuestros l�deres Eduardo Frei Montalva y Patricio Aylwin Az�car declararon que era imprescindible su actuaci�n, una vez ya producida�.

 

No es de extra�ar el posterior resumen que hizo el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR: �Desde 1965 optamos por la v�a armada, asaltamos bancos y pusimos bombas, organizamos nuestros frentes campesinos, de trabajadores y estudiantiles, nos tomamos cientos de f�bricas y fundos, nos juntamos con el PS en el GAP, admiramos como los socios de la VOP asesinaban a P�rez Zujovic, tratamos de infiltrar el Ej�rcito, resistimos desde el 73 y especialmente el 74, nos rehicimos m�s adelante para asesinar a numerosos militares y funcionarios del r�gimen de Pinochet�.

 

Una revisi�n, como se ve, coherente con la proclamada por el Partido Comunista de Chile, que declaraba: �Desde mediados de los �60 organizamos nuestros cuadros paramilitares, apoyamos la invasi�n armada de Checoeslovaquia el �68, fundamos brigadas de choque e hicimos acopio de armamento desde el �70, nos tomamos cientos de f�bricas y fundos, mantuvimos diarios que predicaban el odio d�a a d�a, resistimos desde septiembre de 1973, organizamos el Frente Manuel Rodr�guez, introdujimos decenas de miles de armas el 86, atentamos contra Pinochet y asesinamos a numerosos militares y funcionarios de su r�gimen�.

 

Fuertes palabras que fueron corroboradas por el Partido Socialista, desde donde militaba Allende, en una revisi�n hist�rica:  �Desde 1965 en Linares y 1967 en Chill�n optamos por la v�a armada, organizamos nuestras milicias paramilitares y nuestras brigadas de choque, nos vinculamos con el MIR en el GAP, amparamos a miles de cubanos castristas, recibimos enormes ayudas de Fidel, nos tomamos cientos de f�bricas y fundos [haciendas], tratamos de infiltrar la Armada, resistimos desde septiembre de 1973, retornamos en masa para organizar la protesta urbana en los �80, asesinamos numerosos militares y funcionarios del r�gimen de Pinochet�.

 

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Sin embargo, 30 a�os despu�s, la izquierda restaurada en su sitial de poder, reescribe la historia, omite los hechos y pinta una apolog�a allendista totalmente desconectada de la realidad. Esa leyenda �urea, a falta de trovadores sovi�ticos de la bajeza de un Pablo Neruda, cont� esta vez con un apoyo mucho m�s precioso: milicias period�sticas y asesores de imagen y comunicaciones que triunfaron incruentamente sobre la poblaci�n.

 

Declarar que Chile vivi� mejor sin Allende, o que por su pol�tica y pensamiento Allende fue otro Hitler, es decir poco a la hora de hablar, con seriedad, de la historia.
 

 

 

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 Tomo n� 12 de la obra "El Terror Rojo": Escalofriante experiencia en una de las m�s atroces dictaduras militares comunistas. Laos - la tierra del mill�n de elefantes � fue sometida por Pathet Lao, con la ayuda de la URSS y Vietnam, al terror salvaje y criminal. Barbarie, pobreza, represi�n y genocidio marcan hasta hoy al pa�s con menor libertad econ�mica del mundo...

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Residentes de Minsk, "ajusticiados" con horca de parte de los comunistas por haber ayudado de alguna forma, aunque fuese insignificante, a los prisioneros de guerra. 1941.

 

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