Las encuestas no
s�lo miden las tendencias mayoritarias de la poblaci�n: tambi�n influyen para
crear nuevas mayor�as. Las personas, por lo general, suelen ajustar sus
criterios a las opiniones predominantes como un intento de ser aceptados y
valorizados por la mayor�a de la poblaci�n. Sin embargo, hay sectores que
mantienen sus opiniones definidas pese a los cambios de las tendencias
mayoritarias y forman �n�cleos duros� basados en formas de ver la vida y sus
medios para resolver los problemas que afectan al pa�s.
Las elecciones
norteamericanas evidencian un frecuente error de an�lisis. No se trata s�lo de
lo declarado en una encuesta, como sondear entre lo que se declara, por ejemplo,
a la pregunta �quien cree usted que ganar� las elecciones�, sino mas bien de sus
opiniones personales sobre los grandes y peque�os asuntos de la actualidad.
Consignadas sus preferencias es posible trazar un mapa real de la opini�n
p�blica y calcular los resultados eventuales seg�n las continuidades o giros en
los discursos de las campa�as electorales.
El caso Obama es
relevante. La mayor parte de la poblaci�n se pliega a los esl�ganes dem�cratas
aparentemente liderados por el presidente americano. Sin embargo, el an�lisis
detenido de las opiniones personales de los encuestados evidencia que
ideol�gicamente se encuentran m�s cercanos a los republicanos.
Este �divorcio�
entre el voto y el pensamiento personal no es infrecuente en las elecciones
modernas. Suele ocurrir cuando la poblaci�n no encuentra un representante
confiable de sus ideas personales y, por consecuencia, se suma a la opci�n m�s
cercana. Una cercan�a que bien puede ser dentro de su espectro ideol�gico o bien
a una apuesta por la continuidad � pese a no sentirse representado � pero que
podr�a resumirse en el refr�n: �m�s vale diablo conocido que nuevo por conocer�.
El problema se
agudiza a�n m�s cuando el �asunto pol�tico� no se centra en ideales sino en
asuntos pr�cticos sobre �c�mo resolver problemas�, como si se diesen opciones
entre �gerentes nacionales� y sus f�rmulas de administraci�n del pa�s. Aparece
de forma natural una gran masa de �indecisos� que, por no verse representados
por las opciones propuestas, no favorecen de forma tajante a ning�n candidato,
si bien presentan inclinaciones hacia el par de opciones predominantes nucleadas
en los partidos en pugna.
Este punto explica
las sorpresas electorales. Por un lado, los electores pueden pre-definirse como
simpatizantes de un partido o corriente ideol�gica y sin embargo en sus ideas
personales pueden coincidir con otros modelos, tal vez rechazados por los
�valores mayoritarios�. Y bastar� un giro en el �nfasis de los candidatos para
dar un vuelco en el apoyo electoral.
Por otra parte, la
ausencia de una representaci�n cre�ble de las ideas personales puede devenir en
un apoyo a una candidatura �de continuidad� pese al rechazo en las encuestas a
sus pol�ticas y resultados. No es un fen�meno extra�o. En los sistemas pol�ticos
erigidos sobre el culto personal al l�der no es infrecuente que no exista una
oposici�n v�lida para los electores, ya sea por la propuesta de candidatos sin
liderazgo real o bien porque sus f�rmulas de resoluci�n de los problemas generan
consciente o inconscientemente temor por su seguridad, la estabilidad nacional o
nuevos problemas. No debe omitirse, en este punto, el natural temor del
�sabotaje� por parte de los eventuales perdedores que hasta el momento fueron
mayor�a.
No se trata s�lo de
la habitual �oposici�n a todo� y consecuentes bloqueos a la gesti�n del nuevo
gobierno. Tambi�n influye en el panorama la acci�n de las m�ltiples
agrupaciones, organizaciones y movimientos �sociales� que dinamitar�n la acci�n
de la nueva administraci�n. Sin embargo, para los observadores sociales, este
segundo factor es m�s propio y efectivo cuando es agitado desde las izquierdas,
celosos propietarios autodenominados como exclusivos due�os de la representaci�n
popular y mayoritaria. Las �derechas�, por su parte, suelen confiar su acci�n
basados en los principios de la libertad individual y libre determinaci�n, raz�n
por la cual sus acciones se concentran en la publicaci�n de an�lisis y
resultados tanto como estudios y trabajos que informen a la poblaci�n, ya sean
denuncias como propuestas. En su ethos derechista consideran ileg�timo o
�de mal gusto� generar movimientos de presi�n social como no sean los
relacionados a tem�ticas val�ricas como la defensa de la seguridad, la familia o
la vida, puntos m�s vinculados a reacciones emocionales de elecci�n personal
�con sabor� a �imposici�n sobre las mayor�as� representadas en la escala
val�rica de las izquierdas. Una izquierda que se apropi� de agendas sociales
como ecolog�a, respeto por �minor�as�, separatismo, etc.
El aspecto
psicol�gico y emocional es otro factor en el an�lisis. Obama genera simpat�a por
su carisma personal. Los republicano � caricaturizados por la industria
cultural como �represivos y ego�stas�, habituales �malos� de las pel�culas,
novelas o canciones � no dan un buen ejemplo en carisma personal, enfrascados en
la mutua destrucci�n de las propuestas en su interna electoral. Y no, no logran
generar simpat�as personales en sus candidatos. �Si son capaces de hacerse
eso entre ellos, por una interna electoral, �qu� nos dice sobre su conducta como
candidatos presidenciales o durante su mandato?�, suele ser la opini�n
frecuente de la poblaci�n vertida en las redes sociales.
Si los dem�cratas
suelen enfocarse en la simpat�a por el carisma del candidato, mimado por
Hollywood y la maquinaria cultural � i.e. Kennedy, Clinton, Obama, etc. � los
republicanos lideran las simpat�as en cuanto a �opiniones personales� de los
electores. En otras palabras, los dem�cratas f�cilmente generan simpat�as por la
persona presentada como candidato y los republicanos poseen la simpat�a por sus
ideas en los electores, a�n cuando no sientan que personalmente puedan
expresarlas en sociedad y ser aceptados.
La f�rmula
dem�crata precisa generar simpat�a por sus ideas y f�rmulas tanto como la
republicana precisa aumentar la simpat�a por su candidato. Las estrategias
habituales suelen pasar por remarcar en el enemigo los aspectos m�s temidos por
la poblaci�n� desde la perspectiva del candidato. Obama remarcar� el aspecto
conservador de los republicanos y �stos enfatizar�n el modelo anti-americano de
Obama junto a los resultados desastrosos de su administraci�n. Unos y otros
debatir�n sobre aspectos racionales en el debate y paralelamente trabajar�n los
est�mulos psicol�gicos, culturales y emocionales de los electores.
Si unos y otros, en
un intento de acercarse a un electorado indeciso, adoptan posturas ideol�gicas
del enemigo, confunden los t�rminos. Se simpatiza con la persona, si, pero se
dejan fuera las simpat�as personales con las f�rmulas y valores en juego. Un
conservador con f�rmulas, valores o ideas de izquierda causa rechazo en su
electorado y no provoca confianza o simpat�a en la izquierda. Y, de forma
semejante, una izquierda que observa a su candidato como simpatizante con las
propuestas y valores de la derecha pierde su confianza en su personaje.
No se trata, por
tanto, de asuntos �pr�cticos� sino de una compleja cuesti�n que abarca m�s
campos y profundidades. Como, por ejemplo, lo que la poblaci�n atribuye a cada
opci�n. A las derechas se les suele atribuir confianza en su gesti�n de la
econom�a y manejo de las cuentas p�blicas y a las izquierdas se les atribuye,
por ejemplo, un manejo de los �conflictos sociales� que suelen disminuir cuando
tienen el poder en sus manos.
Pero �qu� ocurre,
por ejemplo, cuando el mensaje de los candidatos se dirige a los �rechazados por
el sistema�?. Las encuestas evidencian que muchos electores, a�n militantes
pol�ticos, no se sienten en tal situaci�n y que gran parte de los
�independientes� no se sienten representados por la consigna. Un �nfasis
inapropiado s�lo genera temor en los votantes por las eventuales pol�ticas del
nuevo gobierno que afecten a sus intereses personales.
Veamos un ejemplo
con la percepci�n y autoimagen de la crisis. Un porcentaje mayoritario de los
independientes (60%) coincide con la consigna �Am�rica est� dividida entre
ricos y pobres�. Dejemos de lado la veracidad o falsedad de una visi�n
bipolar que deja fuera del an�lisis la enorme poblaci�n que pertenece a
distintos grados de patrimonio, que dan lugar a la enorme �clase media� de mayor
o menor grado de riqueza y expectativas para sus descendientes. El punto a
analizar se encuentra en la adhesi�n de los independientes a la consigna: �el
sistema americano es b�sicamente justo�, que resulta ser una mayor�a electoral
semejante (60%). Y m�s sorprendentemente a�n, un aplastante 72% se percibe a s�
mismo como �mejor que el promedio de los conciudadanos�. Algo semejante ocurre
en las encuestas de otros pa�ses y el motivo es el mismo.
Entonces, si la
poblaci�n en sus opiniones personales mantiene una visi�n como la analizada, �no
resulta comprensible que un llamado a mayor igualdad social y redistribuir la
riqueza castigando a los que m�s riquezas producen, resulte poco valorada e
incluso rechazada por la poblaci�n en sus opiniones personales? Y mucho m�s
chocante ser� dicho mensaje si es emanado desde las c�pulas de un poder pol�tico
al que familiarmente el �hombre de la calle� atribuye la culpa de la corrupci�n
y la falta de soluciones y oportunidades reales de una vida mejor a futuro.
A la poblaci�n le
preocupan no s�lo temas pr�cticos, aunque �stos sean su primera prioridad. Ella
est� inquieta por el futuro de las generaciones que vienen, por la deuda
nacional, por la corrupci�n e inacci�n parlamentaria o por la seguridad,
inmigraci�n, terrorismo, empleo, salud y educaci�n. Y no se trata de grandes
temas de prensa: realmente la poblaci�n est� preocupada del asunto y ocupada en
buscar f�rmulas para remediarlo.
Y pesan, del mismo
modo, los modelos culturales americanos. Los estudios pormenorizados de la
intenci�n de votos suelen prestar atenci�n a la raza del votante y operan, en
consecuencia, los estereotipos proyectados, esto es, que afroamericanos y
latinos votar�n siempre a dem�cratas esperando beneficios de la izquierda y que
los blancos votar�n a republicanos para preservar el �sue�o americano�. Pero si
bien, por ejemplo, m�s de un 80% de la poblaci�n �blanca� se mantiene indecisa,
es verdad tambi�n que una mayor formaci�n en cultura c�vica y el ingreso de las
redes sociales entre los votantes ha cambiado �los viejos patrones� electorales.
El rechazo a los partidos pol�ticos, a los rescates bancarios, a la p�rdida de
un futuro pr�spero, el reclamo por mayor participaci�n en las grandes cuestiones
nacionales y el surgimiento de la �protesta ciudadana� han marcado la intenci�n
de voto de un modo que no consideran los encuestadores. Y como en USA, en otras
naciones modernas.
Lo que veremos en
las elecciones norteamericanas, como en otras elecciones y agitaciones
mundiales, es la rebeli�n del electorado ante temas p�blicos y privados. Y es un
punto muy interesante para contemplar, en tanto el ingreso de la esfera privada
pone en jaque al discurso cl�sico de los partidos pol�ticos tradicionales: es el
ingreso de los asuntos dom�sticos y las nuevas cartas val�ricas de los
ciudadanos. Se trata, como antes, del manejo del presupuesto nacional y los
gastos del gobierno, de los impuestos y legislaciones generales, pero tambi�n el
desempleo, la inflaci�n, la ecolog�a, las demandas de las minor�as, las
condiciones de la educaci�n y el ingreso al mundo laboral, los jubilados y
asuntos �ticos como el aborto, el matrimonio o la transparencia de las entidades
p�blicas y privadas con el consecuente reclamo ciudadano para que se tomen
medidas contra la corrupci�n.
El manejo del gasto
y el d�ficit no es menor. En naciones que tambi�n se presentan a elecciones en
este per�odo ser�, probablemente, uno de los grandes asuntos en debate. Si
reiteramos este asunto es para destacar el problema de fondo: las concepciones
del electorado respecto a valoraciones como el concepto de justicia, libertad,
solidaridad, minor�as, identidades, derechos y roles del Estado y la persona.
Una lecci�n que
est�n aprendiendo los norteamericanos y que se extiende al contexto
internacional, es una verdad psicol�gica muy simple: las personas s�lo
escuchan lo que est�n dispuestas a o�r y eso suele ser, normalmente, lo que ya
piensan y necesitan. O los mensajes se adaptan a este modelo o probablemente
las decisiones ser�n impulsivas y acomodadas al mensaje emocional m�s fuerte y
cercano a sus preocupaciones personales.
Estados Unidos como
lecci�n electoral, anticipando un triunfo previsible, debe ser estudiado con
gran atenci�n por los pol�ticos y analistas de otras naciones si desean
comprender los cambios que vienen, si se desea evitar errores de interpretaci�n
sobre nuevos movimientos sociales, las fuerzas que los desencadenan y las
soluciones que exigen.