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AM�RICA | por Alerta 360 Internacional

 

USA como lecci�n electoral
�ltima modificaci�n: 27 de junio de 2012 | Descargar en formato PDF

 

Las encuestas no s�lo miden las tendencias mayoritarias de la poblaci�n: tambi�n influyen para crear nuevas mayor�as. Las personas, por lo general, suelen ajustar sus criterios a las opiniones predominantes como un intento de ser aceptados y valorizados por la mayor�a de la poblaci�n. Sin embargo, hay sectores que mantienen sus opiniones definidas pese a los cambios de las tendencias mayoritarias y forman �n�cleos duros� basados en formas de ver la vida y sus medios para resolver los problemas que afectan al pa�s.

 

Las elecciones norteamericanas evidencian un frecuente error de an�lisis. No se trata s�lo de lo declarado en una encuesta, como sondear entre lo que se declara, por ejemplo, a la pregunta �quien cree usted que ganar� las elecciones�, sino mas bien de sus opiniones personales sobre los grandes y peque�os asuntos de la actualidad. Consignadas sus preferencias es posible trazar un mapa real de la opini�n p�blica y calcular los resultados eventuales seg�n las continuidades o giros en los discursos de las campa�as electorales.

 

El caso Obama es relevante. La mayor parte de la poblaci�n se pliega a los esl�ganes dem�cratas aparentemente liderados por el presidente americano. Sin embargo, el an�lisis detenido de las opiniones personales de los encuestados evidencia que ideol�gicamente se encuentran m�s cercanos a los republicanos.

 

Este �divorcio� entre el voto y el pensamiento personal no es infrecuente en las elecciones modernas. Suele ocurrir cuando la poblaci�n no encuentra un representante confiable de sus ideas personales y, por consecuencia, se suma a la opci�n m�s cercana. Una cercan�a que bien puede ser dentro de su espectro ideol�gico o bien a una apuesta por la continuidad � pese a no sentirse representado � pero que podr�a resumirse en el refr�n: �m�s vale diablo conocido que nuevo por conocer�.

 

El problema se agudiza a�n m�s cuando el �asunto pol�tico� no se centra en ideales sino en asuntos pr�cticos sobre �c�mo resolver problemas�, como si se diesen opciones entre �gerentes nacionales� y sus f�rmulas de administraci�n del pa�s. Aparece de forma natural una gran masa de �indecisos� que, por no verse representados por las opciones propuestas, no favorecen de forma tajante a ning�n candidato, si bien presentan inclinaciones hacia el par de opciones predominantes nucleadas en los partidos en pugna.

 

Este punto explica las sorpresas electorales. Por un lado, los electores pueden pre-definirse como simpatizantes de un partido o corriente ideol�gica y sin embargo en sus ideas personales pueden coincidir con otros modelos, tal vez rechazados por los �valores mayoritarios�. Y bastar� un giro en el �nfasis de los candidatos para dar un vuelco en el apoyo electoral.

 

Por otra parte, la ausencia de una representaci�n cre�ble de las ideas personales puede devenir en un apoyo a una candidatura �de continuidad� pese al rechazo en las encuestas a sus pol�ticas y resultados. No es un fen�meno extra�o. En los sistemas pol�ticos erigidos sobre el culto personal al l�der no es infrecuente que no exista una oposici�n v�lida para los electores, ya sea por la propuesta de candidatos sin liderazgo real o bien porque sus f�rmulas de resoluci�n de los problemas generan consciente o inconscientemente temor por su seguridad, la estabilidad nacional o nuevos problemas. No debe omitirse, en este punto, el natural temor del �sabotaje� por parte de los eventuales perdedores que hasta el momento fueron mayor�a.

 

No se trata s�lo de la habitual �oposici�n a todo� y consecuentes bloqueos a la gesti�n del nuevo gobierno. Tambi�n influye en el panorama la acci�n de las m�ltiples agrupaciones, organizaciones y movimientos �sociales� que dinamitar�n la acci�n de la nueva administraci�n. Sin embargo, para los observadores sociales, este segundo factor es m�s propio y efectivo cuando es agitado desde las izquierdas, celosos propietarios autodenominados como exclusivos due�os de la representaci�n popular y mayoritaria. Las �derechas�, por su parte, suelen confiar su acci�n basados en los principios de la libertad individual y libre determinaci�n, raz�n por la cual sus acciones se concentran en la publicaci�n de an�lisis y resultados tanto como estudios y trabajos que informen a la poblaci�n, ya sean denuncias como propuestas. En su ethos derechista consideran ileg�timo o �de mal gusto� generar movimientos de presi�n social como no sean los relacionados a tem�ticas val�ricas como la defensa de la seguridad, la familia o la vida, puntos m�s vinculados a reacciones emocionales de elecci�n personal �con sabor� a �imposici�n sobre las mayor�as� representadas en la escala val�rica de las izquierdas. Una izquierda que se apropi� de agendas sociales como ecolog�a, respeto por �minor�as�, separatismo, etc.

 

El aspecto psicol�gico y emocional es otro factor en el an�lisis. Obama genera simpat�a por su carisma personal. Los republicano �  caricaturizados por la industria cultural como �represivos y ego�stas�, habituales �malos� de las pel�culas, novelas o canciones � no dan un buen ejemplo en carisma personal, enfrascados en la mutua destrucci�n de las propuestas en su interna electoral. Y no, no logran generar simpat�as personales en sus candidatos. �Si son capaces de hacerse eso entre ellos, por una interna electoral, �qu� nos dice sobre su conducta como candidatos presidenciales o durante su mandato?�, suele ser la opini�n frecuente de la poblaci�n vertida en las redes sociales.

 

Si los dem�cratas suelen enfocarse en la simpat�a por el carisma del candidato, mimado por Hollywood y la maquinaria cultural � i.e. Kennedy, Clinton, Obama, etc. � los republicanos lideran las simpat�as en cuanto a �opiniones personales� de los electores. En otras palabras, los dem�cratas f�cilmente generan simpat�as por la persona presentada como candidato y los republicanos poseen la simpat�a por sus ideas en los electores, a�n cuando no sientan que personalmente puedan expresarlas en sociedad y ser aceptados.

 

La f�rmula dem�crata precisa generar simpat�a por sus ideas y f�rmulas tanto como la republicana precisa aumentar la simpat�a por su candidato. Las estrategias habituales suelen pasar por remarcar en el enemigo los aspectos m�s temidos por la poblaci�n� desde la perspectiva del candidato. Obama remarcar� el aspecto conservador de los republicanos y �stos enfatizar�n el modelo anti-americano de Obama junto a los resultados desastrosos de su administraci�n. Unos y otros debatir�n sobre aspectos racionales en el debate y paralelamente trabajar�n los est�mulos psicol�gicos, culturales y emocionales de los electores.

 

Si unos y otros, en un intento de acercarse a un electorado indeciso, adoptan posturas ideol�gicas del enemigo, confunden los t�rminos. Se simpatiza con la persona, si, pero se dejan fuera las simpat�as personales con las f�rmulas y valores en juego. Un conservador con f�rmulas, valores o ideas de izquierda causa rechazo en su electorado y no provoca confianza o simpat�a en la izquierda. Y, de forma semejante, una izquierda que observa a su candidato como simpatizante con las propuestas y valores de la derecha pierde su confianza en su personaje.

 

No se trata, por tanto, de asuntos �pr�cticos� sino de una compleja cuesti�n que abarca m�s campos y profundidades. Como, por ejemplo, lo que la poblaci�n atribuye a cada opci�n. A las derechas se les suele atribuir confianza en su gesti�n de la econom�a y manejo de las cuentas p�blicas y a las izquierdas se les atribuye, por ejemplo, un manejo de los �conflictos sociales� que suelen disminuir cuando tienen el poder en sus manos.

 

Pero �qu� ocurre, por ejemplo, cuando el mensaje de los candidatos se dirige a los �rechazados por el sistema�?. Las encuestas evidencian que muchos electores, a�n militantes pol�ticos, no se sienten en tal situaci�n y que gran parte de los �independientes� no se sienten representados por la consigna. Un �nfasis inapropiado s�lo genera temor en los votantes por las eventuales pol�ticas del nuevo gobierno que afecten a sus intereses personales.

 

Veamos un ejemplo con la percepci�n y autoimagen de la crisis. Un porcentaje mayoritario  de los independientes (60%) coincide con la consigna �Am�rica est� dividida entre ricos y pobres�. Dejemos de lado la veracidad o falsedad de una visi�n bipolar que deja fuera del an�lisis la enorme poblaci�n que pertenece a distintos grados de patrimonio, que dan lugar a la enorme �clase media� de mayor o menor grado de riqueza y expectativas para sus descendientes. El punto a analizar se encuentra en la adhesi�n de los independientes a la consigna: �el sistema americano es b�sicamente justo�, que resulta ser una mayor�a electoral semejante (60%). Y m�s sorprendentemente a�n, un aplastante 72% se percibe a s� mismo como �mejor que el promedio de los conciudadanos�. Algo semejante ocurre en las encuestas de otros pa�ses y el motivo es el mismo.

 

Entonces, si la poblaci�n en sus opiniones personales mantiene una visi�n como la analizada, �no resulta comprensible que un llamado a mayor igualdad social y redistribuir la riqueza castigando a los que m�s riquezas producen, resulte poco valorada e incluso rechazada por la poblaci�n en sus opiniones personales? Y mucho m�s chocante ser� dicho mensaje si es emanado desde las c�pulas de un poder pol�tico al que familiarmente el �hombre de la calle� atribuye la culpa de la corrupci�n y la falta de soluciones y oportunidades reales de una vida mejor a futuro.

 

A la poblaci�n le preocupan no s�lo temas pr�cticos, aunque �stos sean su primera prioridad. Ella est� inquieta por el futuro de las generaciones que vienen, por la deuda nacional, por la corrupci�n e inacci�n parlamentaria o por la seguridad, inmigraci�n, terrorismo, empleo, salud y educaci�n. Y no se trata de grandes temas de prensa: realmente la poblaci�n est� preocupada del asunto y ocupada en buscar f�rmulas para remediarlo.

 

Y pesan, del mismo modo, los modelos culturales americanos. Los estudios pormenorizados de la intenci�n de votos suelen prestar atenci�n a la raza del votante y operan, en consecuencia, los estereotipos proyectados, esto es, que afroamericanos y latinos votar�n siempre a dem�cratas esperando beneficios de la izquierda y que los blancos votar�n a republicanos para preservar el �sue�o americano�. Pero si bien, por ejemplo, m�s de un 80% de la poblaci�n �blanca� se mantiene indecisa, es verdad tambi�n que una mayor formaci�n en cultura c�vica y el ingreso de las redes sociales entre los votantes ha cambiado �los viejos patrones� electorales. El rechazo a los partidos pol�ticos, a los rescates bancarios, a la p�rdida de un futuro pr�spero, el reclamo por mayor participaci�n en las grandes cuestiones nacionales y el surgimiento de la �protesta ciudadana� han marcado la intenci�n de voto de un modo que no consideran los encuestadores. Y como en USA, en otras naciones modernas.

 

Lo que veremos en las elecciones norteamericanas, como en otras elecciones y agitaciones mundiales, es la rebeli�n del electorado ante temas p�blicos y privados. Y es un punto muy interesante para contemplar, en tanto el ingreso de la esfera privada pone en jaque al discurso cl�sico de los partidos pol�ticos tradicionales: es el ingreso de los asuntos dom�sticos y las nuevas cartas val�ricas de los ciudadanos. Se trata, como antes, del manejo del presupuesto nacional y los gastos del gobierno, de los impuestos y legislaciones generales, pero tambi�n el desempleo, la inflaci�n, la ecolog�a, las demandas de las minor�as, las condiciones de la educaci�n y el ingreso al mundo laboral, los jubilados y asuntos �ticos como el aborto, el matrimonio o la transparencia de las entidades p�blicas y privadas con el consecuente reclamo ciudadano para que se tomen medidas contra la corrupci�n.

 

El manejo del gasto y el d�ficit no es menor. En naciones que tambi�n se presentan a elecciones en este per�odo ser�, probablemente, uno de los grandes asuntos en debate.  Si reiteramos este asunto es para destacar el problema de fondo: las concepciones del electorado respecto a valoraciones como el concepto de justicia, libertad, solidaridad, minor�as, identidades, derechos y roles del Estado y la persona.

 

Una lecci�n que est�n aprendiendo los norteamericanos y que se extiende al contexto internacional, es una verdad psicol�gica muy simple: las personas s�lo escuchan lo que est�n dispuestas a o�r y eso suele ser, normalmente, lo que ya piensan y necesitan. O los mensajes se adaptan a este modelo o probablemente las decisiones ser�n impulsivas y acomodadas al mensaje emocional m�s fuerte y cercano a sus preocupaciones personales.

 

Estados Unidos como lecci�n electoral, anticipando un triunfo previsible, debe ser estudiado con gran atenci�n por los pol�ticos y analistas de otras naciones si desean comprender los cambios que vienen, si se desea evitar errores de interpretaci�n sobre nuevos movimientos sociales, las fuerzas que los desencadenan y las soluciones que exigen.
 

 

 

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