Cuando ya
estaba afianzado en el poder, el ej�rcito era un cuerpo d�cil, leal a Saddam, a
las �rdenes de Adnan Khairallah, cu�ado de Hussein y yerno de Bakr.
No s�lo hab�a comisarios en todos los niveles bajos, sino que un Directorio de
Gu�a Pol�tica garantizaba su lealtad al partido en niveles m�s altos. Las
fuerzas de seguridad se hab�an expandido y hab�an mejorado su capacidad en
programas especiales de entrenamiento del KGB, en la URSS y en Alemania
Oriental.
En 1974
se expandi� la nueva Oficina de Seguridad Nacional, encabezada por Saddam. Se
encargaba del organismo general de seguridad, el mukhabarat, la
inteligencia militar y otros grupos, y esto aumentaba su efectividad. El partido
hab�a crecido y la cantidad de afiliados y simpatizantes estaba cerca del
mill�n. Saddam encontr� un modo de utilizar a miembros del partido que
informaban directamente al gobierno baazista y soslayaban el control de todo
ministerio.
Al estilo
estalinista, hab�a un miembro del partido en cada embajada del exterior, y con
frecuencia, como en la URSS, ten�a m�s peso que el embajador. El Ej�rcito
Popular al mando de Izzat Douri tambi�n se expandi� y obtuvo medios m�s
sofisticados para defender el r�gimen. Ya hab�a reemplazado al ej�rcito como
fuerza pol�tica de control del poder. La cantidad de empleados del gobierno
ascend�a a 410.000,
y junto con los miembros de las fuerzas armadas y el Ej�rcito Popular, ellos y
sus dependientes constitu�an una mayor�a del "pueblo".
El estado
controlaba todo porque contaba con los ingresos procedentes de la venta del
petr�leo y no depend�a de los impulsos ni de la estructura econ�mica del pa�s.
Era un ejemplo cl�sico de aquello que los economistas denominan estado rentista.
El l�der
paternal, Bakr, era una nulidad que firmaba los papeles que Saddam le pon�a en
el escritorio. Al delegar todo en el vicepresidente, �l depend�a de sus
protegidos, y no al rev�s. Aunque con el tiempo se opondr�a a esta destituci�n
de facto, para la mayor�a de los observadores Bakr a�n estaba en posici�n de
impedir que Saddam obtuviera el poder absoluto hasta 1975-76, pero despu�s fue
demasiado tarde.
La mera
presencia de Bakr implicaba que Saddam no era totalmente libre. El nuevo Irak
significaba, m�s que nunca, modelar el pa�s a su imagen y semejanza.
Durante
estos a�os el poder pol�tico del Baaz se erosion�. El Consejo de la Revoluci�n,
el politbur� creado despu�s del golpe de 1968, se convirti� en �rbitro de todas
las cosas. Aunque Bakr era su jefe nominal, el que mandaba era Saddam. La
estructura partidaria, constituida por un Mando Regional (iraqu�) y un Mando
Nacional (�rabe) se torn� superflua. El Mando Regional estaba subordinado al
Consejo de la Revoluci�n, al igual que el ej�rcito, el aparato de seguridad y la
rama judicial. El Mando Nacional qued� reducido a vocero del r�gimen, con el
s�lo prop�sito de servir de contrapeso al Mando Nacional sirio.
El Consejo
de la Revoluci�n tom� precedencia sobre el gabinete y designaba y expulsaba a
sus miembros a voluntad. Luego design� a los miembros de la Asamblea Nacional,
un cuerpo legislativo sometido a la voluntad de Saddam.
El sistema legal, originalmente constituido por tribunales civiles y penales,
lidiaba con problemas insignificantes. Todo lo dem�s era derivado a los
tribunales militares y revolucionarios que el r�gimen institu�a para dar cuenta
de sus enemigos.
Entretanto el aparato de seguridad se expandi� inmensamente, pero sin un
presupuesto publicado. Adem�s del mukhabarat, Seguridad General y la
inteligencia militar, se difundi� el uso de instituciones populares para espiar
al resto de la poblaci�n. Por ejemplo, los miembros de la Uni�n de Estudiantes
Iraqu�es tambi�n oficiaban de agentes, as� como las integrantes de la Federaci�n
de Mujeres Iraqu�es, los sindicatos y el resto.
Una parte
sustancial de la poblaci�n ten�a contactos con el sistema de seguridad, desde
gente que usaba la pintoresca vestimenta nativa hasta doctores diplomados. Todos
espiaban a todos, incluso los miembros del mismo servicio de seguridad. Como la
gente que colaboraba con el sistema de seguridad cobraba sueldos altos, el �nico
modo de determinar si algunos eran agentes era por los coches o las casas nuevas
que compraban.
Este
complejo sistema era sumamente efectivo. La gente era secuestrada, otros eran
juzgados y ejecutados, algunos simplemente desaparec�an. Hab�a asesinatos dentro
y fuera del pa�s. En julio de 1977, los agentes de seguridad de Saddam
encontraron al ex premier Abdel Razaq Al Nayyef y lo mataron en pleno d�a frente
al Intercontinental Hotel de Londres. Para los miles que estaban encarcelados
por delitos que abarcaban desde mencionar al vicepresidente sin anteponerle un
t�tulo honor�fico hasta una aut�ntica oposici�n al r�gimen, el gobierno expandi�
sus prisiones y recurri� a 107 clases de tortura.
La
aterradora variedad de m�todos mostrados inclu�a la aplicaci�n de shocks
el�ctricos para obtener confesiones. La tortura manual consist�a en golpizas,
tirones de pelo, verdugazos en las plantas de los pies y torsi�n de los miembros
hasta romperlos. Las torturas psicol�gicas eran incontables, pero las formas m�s
comunes consist�an en dejar al reo incomunicado y en violar a los parientes de
la v�ctima.
Se
pusieron en uso m�quinas para aserrar miembros humanos, y tubos donde la gente
permanec�a de pie varios d�as consecutivos. Otro m�todo consist�a en aplicar
fuego a la piel y el cuerpo de los prisioneros. Algunos reos permanec�an en
celdas fr�as hasta que se les congelaban los miembros. No se conoce la cantidad
de personas sometidas a estos m�todos inhumanos, pero como inclu�an a kurdos,
chi�tas e inocentes que hab�an osado protestar, en la d�cada del setenta
debieron de ser decenas de miles.
Cuando
Saddam ascendi� a la presidencia en 1979, estaba decidido a usar la historia, la
mitolog�a y la religi�n mesopot�micas para forjar una nueva identidad para su
pueblo. Us� todos los elementos de la cultura regional,
lo cual deriv� en un plan para reconstruir Babilonia y estampar el nombre de
Saddam en cada ladrillo. El principal uso de la historia para unificar Irak era
la afirmaci�n de que Saddam y Bakr eran descendientes del primo y yerno del
Profeta, Ali Bin Abu Taleb, cuyo asesinato condujo a la creaci�n de la secta
chi�ta. Aunque hab�a por lo menos 10 millones de personas relacionadas con el
profeta y su familia, esta mentira fue inventada por Khairallah y no era cre�da
por nadie. Sin embargo, el mero recurso a este linaje dec�a mucho sobre la
creciente importancia de los chi�tas.
Pero el
ex vicepresidente no se detuvo all�. Sus campa�as de propaganda repet�an
historias sobre Haroun Al Rashid, el c�lebre califa de las Mil y Una Noches, que
recorr�a las calles de inc�gnito para velar por el bienestar de los pobres. Se
record� a la gente que Irak era el pa�s de Nabucodonosor, el babilonio que envi�
a los jud�os al exilio. Y se enfatizaba que Hamurabi, el primer hombre de la
historia que codific� la ley y la us� para proteger al pueblo, era iraqu�.
Naturalmente, se insinuaba que Saddam era la encarnaci�n de todos estos hombres,
pero eso s�lo se hizo expl�cito cuando lleg� a la presidencia y estall� la
guerra Irano-Iraqu�. Y no le impidi� asumir, a voluntad, la identidad de un
miembro de cada sector de la sociedad iraqu�: vest�a atuendo kurdo, campesino,
chi�ta u obrero, y a partir de 1976 el uniforme de general. Canciones y poemas
lo alababan y celebraban todas estas identidades. Bakr observaba con aprensi�n,
tal como Lenin observaba a Stalin al final de su vida. Pero s�lo demostrar�a
impotencia.
Las
contradicciones del m�todo de Saddam no eran tan misteriosas como parec�an. Como
Stalin, ten�a una insaciable sed de poder y estaba resuelto a llevar a Irak al
siglo veinte, aunque sacrificara a la mitad de la poblaci�n. Las condiciones
econ�micas del pa�s hab�an mejorado mucho y le daban una sensaci�n de �xito.
Pero el �xito lo indujo a desde�ar los deseos del pueblo, y cada vez era m�s
propenso a usar su brutal sistema de seguridad.