Dos
pesos y dos medidas. Para los desprevenidos, las revelaciones sobre el
tratamiento dado a las mujeres dentro de las agrupaciones terroristas como las
FARC o las yihaddistas es toda una sorpresa. Sin embargo, la historia y la
l�gica de sus ideolog�as revolucionarias nos entregan una misma sentencia: nada
m�s l�gico y consecuente que los abusos, abortos, violaciones y otras violencias
f�sicas, mentales y psicol�gicas contra las cuales las agrupaciones de derechos
humanos y feministas nada dicen. Como nunca, queda delatada a la luz del sol la
funci�n meramente utilitaria de tales asociaciones, funcionales siempre a todo
cuanto signifique atacar, desmoronar o desfigurar las instituciones
tradicionales de la cultura occidental. Ojos para unos, ceguera para otros,
o�dos prestos y o�dos sordos.
Basureros humanos
Relata
El Espectador, de Colombia, las aberraciones dentro de las FARC descubiertas
tras operativos de inteligencia militar, cruza de informaciones y peritajes de
inform�tica forense practicada en los ordenadores capturados de esta
organizaci�n para el crimen.
Hasta
donde se ha podido estudiar, al menos mil abortos anuales son practicados dentro
de la agrupaci�n criminal, forzando a las mujeres a asesinar a la criatura que
llevan en su vientre, violentando su cuerpo y derechos m�s elementales. En la
Rusia sovi�tica, proclamadora del fin del patriarcado y la familia tradicional,
el aborto fue declarado como un derecho que liberaba a la mujer y s�lo fue
limitado cuando la direcci�n nacional comunista comprendi� el suicidio social y
necesidad de mano de obra en riesgo derivadas de las pr�cticas abortistas.
Aborto s�, pero necesidades del gobierno socialista mucho m�s.
�Amor
libre� como en las comunas parisinas de los a�os �60 del siglo pasado y aborto
libre o forzado seg�n convenga, en una escala de opciones que llega a su
paroxismo en sociedades tan siniestras como la camboyana, coreana del norte o la
tristemente famosa china, donde el control de natalidad puede llegar a grados de
crimen organizado y venta de �cuerpos y partes� de los infantes asesinados para
fines comerciales, cosm�ticos, farmac�uticos o alimenticios.
La
revoluci�n y la mujer
Relatan
las fuentes policiales, dentro de los detalles m�s escabrosos de las
revelaciones salidas a la luz a mediados de enero de 2013, que muchos de los
abortos tuvieron como origen la violaci�n de las guerrilleras en manos de los
combatientes revolucionarios, haciendo de ellas simples manojos de satisfacci�n
de los instintos salvajes de sus camaradas masculinos. Seamos m�s claros: por
cada mujer, informan, entre cinco y siete revolucionarios usan de su cuerpo
�militante� para descargar sus necesidades sexuales. Perdone el lector la
crudeza de la informaci�n que consignamos, pero cada 36 horas una guerrillera es
abusada por sus camaradas de armas que dispone de ella como propiedad de la
comunidad.
Si queda
embarazada, se le obliga a abortar �por las buenas o las malas� y pronto su
cuerpo �propiedad de todos� vuelve al servicio revolucionario. �Qu� ocurre si
ella reclama su persona como propiedad privada? Simplemente se le somete a
consejo de guerra y se le fusila o se le fuerza a realizar tortuosos trabajos
f�sicos hasta que aborte naturalmente. Se les fuerza a cavar trincheras, ranchar
o cargar le�a. Negarse causa sospechas y desconfianza al sistema revolucionario
. Hay guerrilleras a las que se les someti� a cinco o seis abortos por legrado
hasta que abandonaron las armas. Otras abortaron con hijos m�s desarrollados.
Un
mensaje de 2006 del siniestro personaje conocido como Mono Jojoy - muerto en
combate en 2010 - despeja dudas a los incr�dulos simpatizantes de la revoluci�n
comunista: "la planificaci�n es obligatoria y en los casos de embarazo hay
que realizar el legrado. Hay que mantener el secreto de las �reas de los
hospitales evitando que los pacientes conozcan todo lo que se tiene. S�lo en
casos de extrema gravedad se propone sacarlas para la ciudad". La medida
puede ser suspendida si se trata de �compa�eras� al servicio de los comandantes,
quienes pueden tener hijos si ellos lo consienten. A cambio de ser dispuestas
para uso privado de la comandancia, estas guerrilleras son las �nicas que pueden
hacer uso del dinero obtenido por los cr�menes de las FARC.

Yihad y la mujer
Al ya
conocido trato de la mujer y condiciones a las que se les somete bajo el Islam,
con toda suerte de vejaciones, privaciones y abusos, se suma la noticia de la
impotencia de la sociedad saudita ante la liberaci�n del predicador radical
musulm�n
Fayhan Al Ghamdi, criminal confeso de torturar y abusar hasta la
muerte de su peque�a hija.
Tras
sospechar que la peque�a de apenas 5 a�os �no era virgen� la forz� a someterse a
inspecci�n m�dica. Poco despu�s, en diciembre de 2011 la ni�a ingres� al
hospital con politraumatismo. El religioso isl�mico hab�a apaleado a su hija con
un bast�n, rompi� su brazo izquierdo, sus costillas, le tortur� con descargas
el�ctricas, la golpe� hasta fracturar su cr�neo e incluso la quem� con una
plancha. Tras la revisi�n m�dica por la rotura de su espalda se constat� que
hab�a sido abusada sexualmente de todas las formas posibles.
La corte
isl�mica conden� al padre a pagar el �deya� (�dinero de sangre�) una peque�a
multa pagada por �muertes por error�. El criminal pas� apenas 3 meses en prisi�n
y fue liberado tras pagar una indemnizaci�n simb�lica de us$50.000 y regres� a
casa.
Dos
caras de la terror�fica moneda
Los
puntos de coincidencia entre la revoluci�n socialista y el islam yihaddista no
son casuales, En ambas caras de la moneda, la mujer est� al servicio de los
militantes y debe someterse a sus designios, necesidades y determinaciones, que
abarcan desde su posibilidad de nacer, uso de su cuerpo, derechos mientras viva
e incluso su muerte. El recuento de cr�menes, abusos, vejaciones y malos tratos,
adem�s de las condiciones de vida y derechos, resultar�a interminable si se
extendiese a todas las experiencias socialistas e isl�micas en la historia a lo
largo y ancho de la tierra.
Una
mentalidad, una forma de ser, sentir y juzgar propiamente revolucionarias les
une. Pero ante esto las organizaciones humanitarias, feministas y libertarias
callan, no ven, no se hacen parte ni defienden a las v�ctimas de los sistemas
que alaban y defienden.
Contra
las libertades y derechos m�s b�sicos del ser humano, callan, omiten y s�lo
aparecen para atacar el coraz�n del sistema occidental que en com�n odian y
desean destruir.
.