Una
colosal campa�a de intelectuales, artistas y agencias humanitarias atormenta con
la culpa a occidente acus�ndole de haber empobrecido y saqueado el continente
negro a trav�s del capitalismo y los per�odos colonialistas. Una posici�n
asumida no s�lo por la producci�n acad�mica sino tambi�n - y en mayor grado -
por la industria del entretenimiento.
Tal pareciera ser que como una
suerte de lepra gangrenosa, la introducci�n de conceptos como libre iniciativa,
propiedad privada o derechos humanos �contamin� una tierra id�lica que conviv�a
en una armon�a natural. Era el ed�n del �buen salvaje�. Para�so que se rompi�
con la llegada del malvado hombre blanco y hoy nos aterra y averg�enza la
consecuencia.
Pero dejemos el an�lisis de lo que
funciona bien - y sus causas - en el continente africano y concentr�monos en la
enorme, tremenda y descomunal hipocres�a de los acusadores. Escandalizados por
las operaciones occidentales en �frica, rasgan sus vestiduras y lloran el
saqueo, el expolio occidental a las buenas gentes africanas. Acusaci�n en parte
ver�dica y en gran parte malintencionada, cuando no falaz.
Pero el silencio, esa omisi�n
c�mplice que se condena para unos, se vuelve sumisi�n afectuosa para otros�
China, el gigante rojo famoso por
sus cr�menes y tiran�a, ha sostenido durante d�cadas � desde la Guerra fr�a �
operaciones en gran escala en toda �frica. Opuestos a la presencia
norteamericana que apoyaba los movimientos libres en el continente, primero, y
luego contra sus camaradas sovi�ticos enfrentados en bandos opuestos, China
gobierna hoy en �frica sin competencia. Norteam�rica, desprestigiada y
acomplejada, no apoya m�s a los movimientos de independencia y liberaci�n. Rusia
se encuentra muy lejos de las operaciones militares propias de la guerra fr�a.
Los chinos se pasean impunemente como due�os de casa y saquean las riquezas
continentales a cambio de dinero y de armas. Los reg�menes africanos, recibiendo
a manos llenas millones de d�lares y armamento para continuar sus masacres
locales, ceden a los expolios, sonrientes y cooperadores.
En �frica se libra la �ltima de las
batallas de la civilizaci�n. All�, donde en un primer momento las empresas
occidentales encontraron campo abierto para sus operaciones comerciales, ha
llegado el gigante rojo a competir en sus t�rminos, con un sentido despiadado en
lo econ�mico y libre de escr�pulos a la vista de las clamorosas violaciones a
los derechos humanos que presencian, tal vez por parecerles connaturales a sus
pr�cticas e incluso � pese a lo salvajes � leves en comparaci�n a la realidad
interna amarilla.
El colonialismo imperialista rojo
abarca de norte a sur el continente. Las minas de Zambia son controladas en un
80% libre de impuestos gracias al �gesto de simpat�a� del gobierno local. Un
gobierno que, si bien reconoce el d�ficit energ�tico nacional, raciona la
electricidad para alimentar a los chinos explotadores de las minas. Lo anterior,
como es previsible, aumenta el resentimiento de la ciudadan�a local, que no
recibe trabajo ni beneficios. La gesti�n de seguridad tanto como las pr�cticas
laborales y comerciales de las 160 empresas chinas han desatado un fuerte
sentimiento anti-chino expresado en el contundente apoyo a los candidatos
opositores a la invasi�n roja y proclives al r�gimen taiwan�s.
Las ultra-contaminantes plantaciones
de algod�n de Costa de Marfil ahora son chinas y extienden sus tent�culos sobre
los cultivos de mandioca y ca�a de az�car de Nigeria para sus destiler�as de
etanol.
En
un escenario casi surrealista, el continente negro ve pulular cientos de
trabajadores de piel amarilla y ojos rasgados levantando instalaciones y
construcciones estrat�gicas a la par de sus comerciantes que inundan los
mercados locales con sus productos econ�micos y de mala calidad, pero accesibles
para la empobrecida poblaci�n del lugar.
Sin intervenci�n directa en las
pol�ticas nacionales, el rugido de China se hace o�r� si no acompa�an sus
intereses. En otras materias, el gobierno local puede hacer cuanto desee:
genocidios, masacres, hambrunas, epidemias o tiran�as. China es socia tanto de
dictadores como Mugabe, presidente de la empobrecida Zimbawe, como de tiran�as
genocidas en el caso de Sud�n, principal destinatario de las inversiones rojas y
segundo proveedor de hidrocarburos a China. El r�gimen de Darfur sostiene
relaciones tan �ntimas con el de Pek�n como la multimillonaria central el�ctrica
de Merowe, con la consiguiente deportaci�n de 50.000 habitantes a cambio del
ingreso de 1.800 millones de d�lares y el consentimiento de las masacres
sudanesas. Un genocidio que ha costado m�s de un cuarto de mill�n de v�ctimas y
un desplazamiento de al menos dos millones y medios de personas. Pero a cambio
del 65% del petr�leo de Jartum y un negocio de armamentos que seg�n Human Rights
Watch alcanza al menos a una de cada diez armas que llegaron al pa�s, Pek�n
puede callar ante la tragedia.
Una vez m�s, fracasa la estrategia
occidental de negociaciones en confortables salones de t� y teor�as acad�micas
de buen tono. Progresivamente las propuestas bien educadas de occidente van
retirando la influencia occidental en �frica y ceden terreno a los ambiciosos
intereses mao�stas.
El continente negro se ha
convertido, como otras zonas estrat�gicas del planeta, en el patio trasero de
los reg�menes comunistas. All� liberan sus materiales t�xicos, extienden toda
clase de tr�ficos ilegales, saquean materias primas y, por sobretodo, se
financian. Sus pr�cticas de negocios (comisiones, fraudes, corrupci�n, da�os al
medio ambiente, etc.) no hacen sino agravar el panorama.
El neocolonialismo de un continente
des-colonizado por sus tropas ha llegado. El comercio con las naciones rojas �
con China a la cabeza � suma miles de millones de d�lares y sigue en aumento.
Hoy en d�a China supera a los pa�ses europeos como socios comerciales y se
espera que en menos de un quinquenio supere a los Estados Unidos, atenazado
tanto por la crisis econ�mica como por el creciente - y orquestado por las
izquierdas mundiales - rechazo a su presencia en el mundo. Mientras, el repudio
hacia unos se convierte en simpat�as hacia los otros, con sus centenares de
empresas y millares de obreros que trabajan en condiciones sub-humanas.
Para comprender en perspectiva, si a
principios de los �90 China manten�a inversiones por menos de 5 millones de
d�lares (el primer pie en el continente despu�s del derrumbe de la Uni�n
Sovi�tica), a mediados de la primera d�cada del 2000 superaba los 11.700
millones de d�lares proyectando duplicar la inversi�n francesa hacia el 2010 y
desplazar sin mayor esfuerzo a Estados Unidos del continente. Implacable en su
determinaci�n, China super� al Banco Mundial como fuente de pr�stamos y cr�ditos
al desarrollo para la regi�n y reconfigur� la deuda p�blica hacia el r�gimen
rojo, forjando deudores continentales dependientes del favor de Pek�n,
caotizando as� el trabajo de programas internacionales y organizaciones no
gubernamentales.
Si para el gigante rojo Sud�n es su
segundo proveedor de hidrocarburos, Angola ser� su primer proveedor de petr�leo.
Un petr�leo que explota en una decena de gobiernos africanos. �frica representa
un tercio del abastecimiento chino de energ�ticos no renovables.
Pero el saqueo no termina aqu�. La
citada Zambia provee al continente rojo el cobre necesario para su expansi�n
tecnol�gica, hierro de Sud�frica (cuarto proveedor de China), cobalto del Congo
(materia prima para telecomunicaciones) y de Sud�frica (su quinto proveedor
mundial de este producto), devora los bosques de Liberia y Camer�n y agota el
manganeso de Ghana para su monumental industria de acero. Y no se dejan esperar
las protestas, como la sudafricana que ve con preocupaci�n el desequilibrio
comercial con China causado por el saqueo de materias primas y el retorno de
bienes manufacturados chinos para consumo local. No es casualidad el panorama
global de naciones que ven multiplicarse el d�ficit comercial con sus poderosos
�socios�, reduci�ndolos al estado de abastecedores de materia prima.
No en vano, en 2006 Pek�n cit� a 48
estadistas africanos para comunicar sus designios sobre el continente. Acto
seguido comenz� el flujo de capitales para iniciar la explotaci�n del gran
territorio negro y las carenciadas universidades locales comenzaron a ense�ar
mandar�n. Con una sincronizada agenda de relaciones p�blicas, el establishment
occidental contempl� complacido el trabajo de m�dicos chinos en zonas que no
estaban asistidas por los reg�menes locales. Lo cierto es que el continente
sufre bajo la extendida explotaci�n de quienes consiguen la consideraci�n
mundial a trav�s de unas cuantas fotograf�as.
�frica, consciente de la suba de las
materias primas, ve en el expolio una fuente inmediata de divisas para sus
paup�rrimas arcas fiscales. China proclama ser responsable de al menos un quinto
del crecimiento del continente (6% anual). La misma agenda de propaganda roja
expone el crecimiento acelerado de las moribundas econom�as rojas como un gran
�xito del modelo colonialista. As� se comprende c�mo el Banco Industrial y
Comercial de China (ICBC) - el mayor del mundo por capitalizaci�n burs�til -
adquiri� un 20% del sudafricano Standard Bank, el mayor grupo bancario por
activos de �frica. El socio mayoritario del ICBC es el gobierno rojo.
Mercado abastecedor, el continente
negro tambi�n se ha convertido en un enorme mercado consumidor de productos
baratos. Hoy en d�a no es raro ver a la poblaci�n africana comunicarse a trav�s
de tecnolog�a china, transportarse, alimentarse, vestirse o asearse con
productos rotulados en chino. Productos que, en gran medida, estuvieron vedados
por el cierre de las f�bricas locales y la explosi�n del desempleo, como son los
casos de Ghana, Lesotho o Sud�frica. No es un fen�meno aislado o incomprensible,
por tanto, la desaparici�n y secuestro de obreros chinos por parte de la
poblaci�n negra, recelosa y hasta hostil con la invasi�n legal del r�gimen de
Pek�n. Una invasi�n, reconozc�moslo, con un fuerte acento y presencia militar.
Un mercado de armas, de paso, en auge y con jugosos dividendos para el r�gimen
rojo.
Una invasi�n, es forzoso
reconocerlo, consentida y aprobada por la nomenklatura occidental que, en
palabras del Council on Foreign Relations (CFR) s�lo ven buenas intenciones y
anhelos humanitarios. �En los intereses de China� - explica la
especialista del CFR Stephanie Klein-Ahlbrandt - �no entra liderar una
coalici�n de d�spotas y genocidas. Est� llevando a cabo una marcada revaloraci�n
de sus intereses pol�ticos y econ�micos, que cada vez se asemejan m�s a los de
una gran potencia y menos a los de un pa�s en desarrollo luchando por proteger
su soberan�a�, agrega.