Corea
forma ya parte de la imaginaci�n colectiva occidental. Lamentablemente no se
trata s�lo de los prodigios tecnol�gicos o del encanto de su cultura sino del
terror psicol�gico que inspira el r�gimen rojo del Norte.
La reciente segunda prueba nuclear
no s�lo dispar� la alarma internacional por el consecuente peligro de conflicto
sino que sent� un trasfondo inquietante sobre los an�lisis de especialistas: el
poder�o que se exhibi� fue m�s potente y su pericia tecnol�gica mayor que la de
2006.
A lo anterior se suma el factor
diplom�tico norcoreano. Semejante demostraci�n de poder fue una respuesta
directa a la censura que la ONU opuso a su lanzamiento de largo alcance violando
el espacio a�reo japon�s. Como era de esperar, el Consejo de seguridad protest�
contra la prueba nuclear que, a su vez, violaba el documento del 2006 posterior
a la primera demostraci�n de poder nuclear norcoreano.
Dicha resoluci�n irrit� a Pyongyang
y el gobierno rojo se retir� de las conversaciones orientadas a regular las
actividades nucleares norcoreanas que inquietaban a la ONU. Como medida
inmediata, se reactivan las instalaciones nucleares y el r�gimen comunista se
declara no sujeto al armisticio de 1953 con Corea del Sur. As� logra -
amenazando a la naci�n del sur - aumentar la tensi�n mundial por la eventual
agresi�n nuclear y la consiguiente decisi�n de la Corea libre de integrar la
Iniciativa de Seguridad contra la Proliferaci�n (PSI). En respuesta, el r�gimen
comunista considera la medida como una �declaraci�n de guerra�.
Al parecer, la carta puesta en la
mesa de negociaciones - donde participan China, Rusia, Estados Unidos, Jap�n y
las dos Coreas � no hace efecto. La oferta de dinero, garant�as de seguridad
norteamericanas y energ�a el�ctrica regalada por Corea del Sur no le han
resultado suficientes en estos seis a�os al gobierno rojo y su estrategia.
Para los movimientos pacifistas y de
desarme la situaci�n es grave. Si hemos de creer al ministerio ruso de defensa,
la fuerza de la primera explosi�n fue equivalente a la que acab� con Hiroshima
(entre 10 y 20 kilotoneladas) y que la segunda fue a�n 20 veces m�s potente.
Sin embargo la mayor fuerza de la
explosi�n no fue s�lo en el aspecto b�lico sino en el campo de mayor experiencia
de los gobiernos comunistas: el terror rojo. Con el garrote nuclear se dio un
golpe duro a la comunidad global.
Occidente espera que un r�gimen como
el norcoreano se comprometa a no poseer armas nucleares y se someta a la
regulaci�n internacional a cambio de incentivos tecnol�gicos y de confiar en que
los pa�ses armados se desarmen para estar en igualdad de condiciones. Una
desconfianza comprensible si se tiene en cuenta que pese a las sentencias de
1996, reguladas como derecho internacional, las grandes potencias nucleares no
se han contenido ni redujeron su potencial armament�stico nuclear.
En tanto no se reconozca bien la
psicolog�a de Corea del Norte, con sus declaraciones de principios y necesidades
de poder, ninguna agenda de paz prosperar�. Y eso no se comprender� hasta que
las naciones libres no comprendan la l�gica del garrote at�mico: el terror rojo.