En
guerra psicol�gica uno de los juegos favoritos de la izquierda es jugar al
miedo/simpat�a. Y, por supuesto, a la falsa oposici�n. Las reglas son sencillas.
Si despu�s de intentar persuadirle y de agotar todos los sofismas posibles
quieren que usted haga algo que naturalmente usted no acepta, le presentar�n dos
opciones: o acepta su propuesta o se cumplir�n sus peores pesadillas. La falsa
oposici�n es m�s com�n de escuchar: o es de ellos o es un monstruo terrible.
Sade sale a jugar
Imagine que, por ejemplo,
desean arrebatar su vivienda. Primero tratar�n de convencerle de que es un acto
ego�sta poseer algo mientras otros no poseen nada, le bombardear�n con im�genes
escogidas de situaciones extremas de desamparo, etc. Recuerde que el arma
favorita y predilecta de las izquierdas es la CULPA. Primero intentar�n
hacerle sentirse culpable.
Si practica alg�n tipo de fe,
distorsionar�n su sentimiento religioso hasta hacerle sentir que contradice su
fe� al no seguir los pasos de la izquierda. Si la fe no es su fuerte
bombardear�n su conciencia c�vica con im�genes chocantes que irriten su sentido
de justicia. As� es como se enciende un fuerte sentimiento de culpa que
predispone a las propuestas izquierdistas de �reparaci�n de la injusticia�.
Ellos escogen el ejemplo y las pruebas que apoyan sus �soluciones�. Usted s�lo
siente la culpa y, sin pensarlo, un d�a se ve de lleno pensando y deseando a su
estilo lo que antes rechazaba.
Pero supongamos que por su
preparaci�n intelectual o sentido de la realidad, no cae en los juegos
psicol�gicos. Por ejemplo, su sentido cr�tico no le lleva a aceptar las
�demostraciones� fabricadas para obligarle a usted a aceptar sus ideas.
El juego se hace m�s
interesante. En tanto no sirvi� la estrategia de tortura psicol�gica a trav�s
del dolor de la culpa hasta que �suelte� sus principios y acepte a la izquierda,
se servir�n del viejo juego del �bueno y del malo�. �Ha visto en las pel�culas
el juego de extorsi�n donde, por ejemplo, un agente �malo y agresivo� intimida a
la v�ctima mientras otro se muestra �bueno y generoso�? Bien. El agente �bueno�
se muestra �comprensivo� y consigue las cosas �por las buenas�, y si no� el malo
vendr� y �l no podr� evitar las consecuencias. El agente �bueno� comienza a
extraer informaci�n sensible a trav�s del juego de complicidad conocido como �yo
te entiendo�. Se muestra en un �aspecto humano� y hasta comprensivo, casi del
mismo lado pero que �por las circunstancias del momento debe cumplir un papel
desagradable�. La v�ctima cede a la presi�n psicol�gica por el miedo al agente
�malo-agresor�.
Si finalmente usted escapase de
la sala de torturas, el tercer juego se activa. Se crea una falsa oposici�n. Si
no es de ellos, es una aberraci�n �contraria�. Es como cuando entre adolescentes
se obligan a actuar de una determinada manera o, por ejemplo, dudan de su
virilidad. O fuman, se drogan, hacen o no hacen �eso� o no son �machos�. A su
escala, no serlo es una �aberraci�n� y la �nica alternativa elogiable es hacer
lo que el grupo pide. Un grupo que, si penetramos mejor en sus psicolog�as, est�
movido por un par de alborotadores y secundado por �entusiastas� compa�eros de
aventuras que act�an as� por miedo a �no ser machos�. Es m�s: muchas veces es
tan grande el temor a no ser calificados como �aberraci�n� que los menos
partidarios suelen ser los m�s feroces perseguidores de los �disidentes�, como
si de esta manera probasen, en este caso, su �hombr�a�. Quienes investigamos en
el campo de la psicolog�a conocemos la fuerza de la culpa expresada en el axioma
�no hay peor perseguidor que el que se siente perseguido�.
�Ni m�o ni tuyo sino todo lo
contrario�
En el caso de la vivienda, por
haberse opuesto a la manipulaci�n a trav�s de la tortura psicol�gica mediante el
sentimiento de culpa, se le amenazar� con el �agente malo-agresor�. Lo escuchar�
muchas veces: si no se toman �medidas sociales� como la confiscaci�n de los
bienes y su repartici�n �igualitaria�, por ejemplo, debemos esperar el
surgimiento de acciones terroristas, el levantamiento popular, el aumento de la
delincuencia o el auge de la violencia. Para evitar �la amenaza�, cederemos un
punto a su ideario rojo. Y luego otro, porque el �monstruo� no se ha calmado. Y
luego otro m�s. La misma tortura psicol�gica sirve para justificar concesiones
separatistas y los nuevos �proletariados�, es decir, las colectividades
�oprimidas� por el �sistema�.
Si la extorsi�n mafiosa no
diese resultado, siempre queda la tercera opci�n: si usted no cede a la tortura
de la culpa ni a la amenaza de los matones, queda al otro lado de la contienda
convertido en un �monstruo�. Los ejemplos de la tercera v�a de tortura
psicol�gica (presi�n por desesperaci�n) abundan: o �izquierda� o �nazi�, o
�socialista� o �capitalista�, o �popular� o �elitista�, o �progresista� o
�ultra�, o �relativista� o �autoritario�, o �abierto� o �cerrado�, o �dem�crata�
o �dictatorial�, etc. Las falsas contraposiciones no tienen fin. Y pueden seguir
cre�ndose a conveniencia de las izquierdas donde frecuentemente su auto
denominaci�n sea intencionalmente ambigua: un sentido p�blico y otro privado.
Un ejemplo pr�ctico ser� la tan
predecible reacci�n a esta obra: denunciar el terror rojo ser� respondido como
�una defensa del capitalismo explotador� o bien como �una justificaci�n
nazi-fascista�. En otras palabras, el prop�sito esclarecedor y reparador del
contenido de la obra, sus denuncias y s�lida documentaci�n quedan �invalidados�
por ser �defensas de la explotaci�n capitalista�, �un servicio al neoliberalismo
criminal�, �una acci�n nazi-fascista�, etc.
No crea el lector incauto que
al decir esto pretenden ignorar lo sostenido en la obra. Por el contrario:
concientes del peso de su contenido, su intento ser� acallar la leg�tima
indignaci�n del lector y la exigencia de justicia y respuestas a los
responsables tanto de los cr�menes como de quienes callaron, cooperaron o
combatieron a quieren imped�an sus acciones criminales. �C�mo acallar la
indignaci�n? Con sus juegos psicol�gicos. Intentar�n hacer dudar al lector de la
legitimidad de su indignaci�n haci�ndole sentir culpable, o amenaz�ndole con una
eventual agresi�n de los �duros� por �culpa� de esta obra o, finalmente,
situ�ndole �al otro lado� con falsas oposiciones. Contando, obviamente, con que
el �opuesto� es una caricatura burda que - recortada y pegoteada a su antojo -
sirve a sus intereses.
Reacciones previsibles:
evadir, atacar, confundir
Recomendamos al lector no
seguir el juego psicol�gico de las izquierdas. No intente justificarse ante un
falso dilema. Si lo hace, s�lo conseguir� cooperar con la habitual evasi�n
izquierdista. Jam�s conseguir� una respuesta clara de su responsabilidad en los
cr�menes, maldad y represi�n, ni de por qu� cooperaron o siguen apoyando el
mayor holocausto de la historia de la humanidad. Mucho menos lograr� una
respuesta por parte de quienes cooperaron �tranquilizando� a la poblaci�n
respecto a la criminalidad roja o combatiendo a los criminales. Lo que s�
lograr� es verse amordazado por falsos dilemas y amenazas mafiosas en un grado
que apunta incansablemente al claro objetivo de llevarle a perder la verdadera
perspectiva y proporci�n de las cosas.
Para combatir la desnutrici�n
no hace falta dividir una obra dedicando la mitad de la investigaci�n al
problema de la obesidad. Por evitar el enfado de los rojos no excederemos los
l�mites de este trabajo abundando en los abusos de algunos empresarios,
injuriando as� a la enorme mayor�a de gentes honradas que dirigen honestamente
sus empresas, muchas veces a costa de grandes riesgos y sacrificios personales.
Semejante ofensa dirigen las izquierdas con sus argumentos racistas y anti-pobres.
Frente a los ojos de �lo amigos del pueblo� todo pobre se convierte en
delincuente y todo ind�gena en terrorista, como si el estado o nacimiento de una
persona determinase su futuro criminal. Ofensa grav�sima es esta, sobretodo para
quienes a costo de grandes esfuerzos revirtieron las duras condiciones de
carencias al nacer y brindaron a sus familias mejores condiciones de vida,
leg�tima aspiraci�n que sin duda alguna desear�an facilitar a sus semejantes.
�Abusus non tollit usum�,
dice el adagio latino. Y es verdad: el abuso no suprime el uso. Los vicios
humanos que abusan de los principios leg�timos de la propiedad privada, de la
libertad o de la libre iniciativa no les invalidan sino que les refuerzan por
exceso. Los mandamientos mismos son l�mites virtuosos, por ejemplo, al derecho
de propiedad. Mandan tanto no robar como no codiciar los bienes ajenos.
Demonizar al sistema de propiedad privada y libre iniciativa aludiendo a los
abusos es injusto, difamatorio y manipulador. No es eliminando el sistema sino
promoviendo la virtud que se corrigen los excesos� Como es midiendo lo que
comemos que evitamos la gordura, y no suprimiendo el alimento. A menos que por
recelar de la libertad no pueda pensarse sin un sistema carcelario, una
regulaci�n hasta de los actos m�s �ntimos y personales de las personas y un
estado policiaco que persiga a los infractores.
Quien desee desarrollar una
obra como la presente pero contraria para contentar los juegos psicol�gicos de
las izquierdas goza de plena libertad � a la que firmemente creemos y defendemos
� de escribir y probar cuanto se desee. Pero no se pretenda con eso invalidar lo
dicho en nuestro trabajo. El principio m�s elemental de las ciencias y de la
filosof�a exige paridad de t�rminos. Si acusamos, que se responda la acusaci�n.
Si probamos, que se pruebe lo contrario de lo que sostenemos. Con igual seriedad
en fuentes y pruebas.
Podemos, si as� se solicita,
debatir sobre los abusos � indudables, condenables y lamentables � de los
principios leg�timos que hemos enunciado. No tememos ni nos deja de interesar un
debate sobre el tema. Pero no se evitar� con eso que las acusaciones sobre los
cr�menes rojos queden sin contestar. No se responde cambiando de tema o
se�alando la mala dieta del juez para evitar el juicio por un robo de gallinas.
Cada cosa en su t�rmino y proporci�n.
Otro asunto ser�, por supuesto,
si se desean justificar los ba�os de sangre y el horror del terror rojo como
respuesta a los abusos de los ricos y famosos. Por esa v�a el lector puede
juzgar por si mismo el tenor del debate.
Fascistas rojos
Dejamos para el final una de
las m�s pintorescas � y descaradas, como se ver� a continuaci�n � falsas
oposiciones lanzadas por las izquierdas a quienes no concuerden con sus ideas.
No coincidir con los �defensores de la libertad de expresi�n� equivale a ser
�nazi� o �fascista�. Obviamente, si adem�s el lector se declara anticomunista,
el mote viene acto seguido.
No se trata s�lo de sem�ntica
para probar que el internacional socialismo y el nacional socialismo son paridos
por la misma loba roja. Pocos festines son m�s alegres para la izquierda que
perderse en interminables diferenciaciones bizantinas entre sus facciones y los
�nfasis de cada una, con ese amor fetichista por siglas y claves sem�nticas:
�social�, �democracia�, �cristianos�, �rep�blica�, �popular�, �radical�,
�liberaci�n�, �ortodoxo�, �renovado�, �liberal�, �socialista�, �anarquista�,
�comunista�, �nacional�, �internacional�, �trabajador�, �proletario�, etc. Bien
podr�a el lector divertirse jugando con los t�rminos para bautizar nuevos
partidos de izquierda al tono que desee. Eso, claro est�, si fuese divertido y
si el bautismo no causase horror a la mentada izquierda.
�Ser� un descaro sostener que
el fascismo y el socialismo son hermanos? Esto va m�s all� de sus id�nticos
sistemas totalitarios basados en la violencia y destrucci�n masiva. Comunistas y
fascistas son socialistas y ambos son hijos de la misma madre. No son �extremos�
opuestos, uno de �derecha� y otro de �izquierda�. Sin embargo, conviene muy bien
a los simpatizantes de las izquierdas tachar de �fascismo� (agente malo-agresor)
a quienquiera que no simpatice con sus ideas, �demostrando� su acusaci�n con la
caricatura que han fabricado para tales efectos.
Sin embargo, la realidad es
bien distinta�
Dos hijos de la misma loba
Ya sea desde lo estructural o
desde lo ideol�gico, son hermanos. As� lo declaran tanto
Goebbels
("El
movimiento nacional-socialista tiene un solo maestro: el marxismo")
como Thorez
("Nosotros, comunistas, somos disc�pulos de Marx y Engels").
Sus visiones ateas y
antirreligiosas son hermanas. En palabras de Hitler y de Lenin, respectivamente:
"No queremos m�s a Dios que a Alemania"
y "Dios es un enemigo personal de la sociedad comunista".
Sus visiones estatistas son
gemelas. As� lo proclaman Mussolini ("Todo del Estado, nada contra el Estado,
nada fuera del Estado")
y Lenin ("La Dictadura del Proletariado es una dominaci�n no restringida por
la ley y basada en la fuerza").
La oposici�n a la propiedad
privada y libre iniciativa propia de la izquierda no queda menos expl�cita:
Hitler proclama "nosotros somos
socialistas, y enemigos mortales del actual sistema econ�mico capitalista".
Sobran palabras acerca de sus hermanos de prole.
Lo mismo veremos en su furor
antifamiliar. "Los ni�os son educados en com�n por educadoras experimentadas
en maternidades especiales",
declaran los nazis y les siguen los comunistas: "Nos acusan de querer abolir
la explotaci�n de los hijos por sus padres. Pues bien, confesamos ese crimen".
Opuestos son, por supuesto, a
efectos de la manipulaci�n izquierdista de los hechos. Opuestos son, sin duda,
si con eso se desea torturar a quien no concuerde con las izquierdas haci�ndole
sufrir con la culpa, la verg�enza o la infamia.
�A quien no le conviene
distanciarse de sus inc�modos familiares si de paso crean un monstruo que pueden
emparentar con sus enemigos?
Nazi-fascistas y socialistas
fueron paridos por la misma madre y comparten su ateismo (o gnosticismo in
extremis), su dial�ctica, su totalitarismo y socialismo. �O no es Hegel el
padre de los dos lobos? �Su veneno no fluye del mismo Her�clito con su doctrina
de que la realidad plena e inmutable no existe? Y sin nociones de verdad; nada
subsiste de absoluto ni de definitivo, y menos de sagrado.
La misma doctrina dial�ctica y
socialista les une. Mussolini, socialista de larga data, sigue a Marx tanto como
Lenin. Todos sostienen que la realidad hist�rica es la s�ntesis que surge de una
ant�tesis contrapuesta a una tesis. No se fatigue el lector intentando
comprender esto. Baste decir que nazi-fascistas y socialistas afirman que la
lucha es el origen de todas las cosas, sea de clases, razas, etc.
Esta obra despliega ante los
ojos del lector el desarrollo en los hechos del germen criminal de los
socialismos de toda especie, principalmente del aquel que por su radicalidad
gan� triste celebridad: el comunismo.
Unos y otros - amorales - ven
como medios leg�timos para �purificar� la sociedad (desalinearla) el control
totalitario, un Estado-partido, las limpiezas genocidas, la exclusi�n de clases
sociales, etc.
Engels (1849) ped�a exterminar
a los h�ngaros, servios y otros eslavos, bretones, vascos y escoceses. Y no lo
dice en privado sino en el peri�dico de su amigo Kart Marx �Nueva Gaceta
Renana�, quien con gusto lo public�. Y le sigui�, por cierto, con la idea. Tres
a�os m�s tarde Marx se preguntaba en su peri�dico sobre c�mo eliminar a �esos
pueblos moribundos, los bohemios, los corintios, los d�lmatas, etc.�. Como
concluir� el lector, nazi-fascistas, socialistas y comunistas dieron leal
respuesta y cumplimiento a los deseos genocidas de sus padres.
El t�pico de la superioridad de
clase (econ�mica, racial, etc.) es base fundadora de sus acciones. La obsesi�n
de la superioridad racial en comunistas y socialistas es s�lo continuada por
Hitler y Mussolini. El Anti During de Engels, en sus notas previas, plantea:
�Si, por ejemplo, en nuestros pa�ses, los axiomas matem�ticos son perfectamente
evidentes para un ni�o de ocho a�os, sin tener necesidad de recurrir a la
experimentaci�n, eso es a causa de la �herencia acumulada�. Por el contrario,
eso ser�a muy dif�cil de ense�ar a un bosquimano o a un negro de Australia.� No
en vano para el marxismo �las condiciones econ�micas determinan todos los
fen�menos hist�ricos, pero la raza es, en s�, un dato econ�mico� (Engels a
Borgious, 1894).
Por predominio de raza o
derechos de clase se justifican matanzas, castigos legales, sobrecargas de
impuestos, marginaciones c�vicas, persecuciones, etc. En nombre de la raza o de
la clase legitiman sus cr�menes como hoy las izquierdas moderadas justifican
castigar a sectores sociales o econ�micos, cuando no se les persigue
abiertamente con dos pesos y dos medidas para sus acciones.
Fascismo y socialismo. Dos
caras de la misma moneda
�D�nde choca el nazi-fascismo
con las otras variantes de izquierdas? No en su anticapitalismo, com�n hasta hoy
con las ramificaciones de los nacionalismos modernos. No con los conceptos
totalitarios ni sus justificaciones de predominios y reestructuraciones sociales
y culturales. Sus visiones son el �ngulo de visi�n. Mientras nacionalistas
aspiran a un modelo local, los socialistas aspiran a un concepto internacional.
Chocan en visiones sobre la democracia o el liberalismo. De hecho la propaganda
cl�sica roja caricaturiza al nazi-fascismo como forma de autoritarismo,
discriminaci�n y combate al pueblo. No critican sus otros aspectos socialistas.
Es m�s: baste demostrar su pol�tica universal autoritaria, discriminatoria y
antipopular, de persecuci�n a la disidencia, hambrunas y castigo a la
intelectualidad para que recurran a la caricatura �fascista� aludiendo,
precisamente, a los caracteres que a ellos mismos se les acusa.
No en vano, el mismo Hitler
prefiere a los comunistas antes que a los socialdem�cratas en Weimar y en 1933
es apoyado calurosamente y votado por los comunistas en el nacimiento del
nacionalsocialismo. Para Hitler los desacuerdos con los comunistas siempre
fueron �menos ideol�gicos que t�cticos�. No es sino Stalin quien ayuda a su
camarada marxista Hitler a burlarse de lo juramentado en el tratado de
Versailles. El mismo Stalin, que felicit� a Hitler por la invasi�n a Francia y
que exhibi� el apoyo al pacto nazi-comunista por todos los partidos comunistas
del mundo.
Mussolini, �por qu� recibi� el
recelo de la Iglesia y los duros documentos de protesta de la Santa Sede? El
Duce, fervoroso anticolonialista y antinacionalista fue - hasta hacerse expulsar
del partido socialista en 1914 - creador y director del diario izquierdita
Avanti, asociado con anarquistas, masones, garibaldistas, sindicalistas y
revolucionarios radicales y luego del impresentable Il Popolo, de orientaci�n
marcadamente socialista y radical. Sus postulados estrat�gicos mueven sus piezas
de postura y su devenir colonialista y belicista a cargo del fascismo.
En nombre de la raza y cultura
(nazi-fascistas) o en nombre de la clase (�pueblo�) cometen sus aberraciones ya
sea por el crimen de nacimiento (raza), corrupci�n (sectores ideol�gicos o
profesionales o de alguna superioridad), por su condici�n econ�mica (burgueses o
terratenientes del tipo kulaks) o por no cooperaci�n (baja cuota de producci�n).
Una persecuci�n que, como se ver�, no s�lo es una constante bajo reg�menes de
terror sino que constituye el cuerpo central de su pol�tica y propaganda en
sistemas occidentales considerados democracias.
Sin embargo, el nazi-fascismo
sigue una caricatura muy �til a las izquierdas como sin�nimo de intolerancia. En
efecto, la �corrupci�n� (gays, punks, tribus urbanas, alternativos, etc.) que se
persigue cuando la izquierda conquista el poder total, es defendida por la
izquierda en su discurso para alcanzar el poder. Los �fascistas� son la
intolerancia a lo �alternativo� cuando se vive bajo democracia. Bajo el terror
rojo los �alternativos� terminan en la misma fosa que el resto de �los parias�
del sistema. En efecto, nunca tales colectivos sociales fueron m�s ferozmente
perseguidos y aniquilados como bajo el sistema socialista, cuando detenta todo
el poder.
Prueba del control cultural del
socialismo no nacionalista es el rechazo universal e hist�rico hacia el
nazi-fascismo s�lo en aquellos aspectos �tiles de caricaturizar. La propaganda
antifascista inunda librer�as, historietas, pel�culas, series de televisi�n, y
en general toda la cultura �pol�ticamente correcta�. Las historias sobre el
horror nazi forman ya parte del imaginario popular. Una idea del nazi-fascismo
que recorta la verdad y s�lo acent�a lo que atemoriza a la poblaci�n. Un
silencio elocuente sobre lo que comparten en com�n unos y otros socialismos.
Es curioso, de hecho, que en la
producci�n cultural se omita hablar de los horrores rojos. El lector, al
finalizar la lectura de esta obra, efectivamente comenzar� a sospechar
leg�timamente, pregunt�ndose c�mo es posible que por tanto tiempo se haya
callado tanto sobre tantos cr�menes, sobre tantos millones y millones de
personas en tantos pa�ses y por tanto tiempo con tanta crueldad... y nadie diga
nada, levante la voz o pida justicia. Pero por sobretodo se preguntar� c�mo
puede ser posible que la prensa, la intelectualidad, organizaciones
humanitarias, el arte, los lideres sociales o religiosos pudieron callar sobre
tanto y tan enormes cr�menes. �D�nde y quien declar� la amnist�a al terror rojo?
Una mente perspicaz puede
preguntarse con fundamento: �no ser� que el nazi-fascismo es un poderoso
distractor frente a los cr�menes chino-sovi�ticos del momento? Sin negar lo
repudiables que puedan ser los ejemplos denunciados, �no ser� que la denuncia de
los �cr�menes neoliberales� permite evadir las responsabilidades por los
cr�menes recientes e incluso contempor�neos tanto bajo dictaduras rojas como
terroristas y en aparentes democracias? �No es un binomio muy �til a las
izquierdas para moralizar o esconder sus actos? A fin de cuentas, les permite
diferenciar totalitarismos buenos de malos y ubicarse en los buenos o
�comprensibles�.
Muchos repudiar�n los �excesos�
del comunismo o les reducir�n a simples �autoritarismos� posibles de entender
con el �fervor idealista� que les mov�a por el �bien popular�. Pero sobran los
casos en esta obra en que vemos el horror extendido a toda la poblaci�n (rica y
pobre, letrada e iletrada, poderosa e indefensa) no ha tenido m�s miramientos
que los del logro de sus objetivos ideol�gicos, sin importar ning�n costo humano
e, incluso nos atreveremos a decir, derroch�ndolo con gusto como si fuese simple
�material de deshecho� del sistema.
Nazi-fascistas y las otras
facciones socialistas comparten su vocaci�n totalitaria donde no hay m�s verdad
que la propia y ha de perseguirse a quien no sostenga la ortodoxia oficial.
Todos rinden culto personal al l�der, se concibe un partido �nico que en
democracia permite la convivencia de clones variopintos y que luego en dictadura
aplastar� cruentamente. La adhesi�n compulsiva a la l�nea ideol�gica partidaria,
la concepci�n b�lica y confrontacional de la realidad, la movilizaci�n popular,
la vigilancia ideol�gica de los ciudadanos, sus medios de expresi�n, la
provocaci�n abierta y fomento a la violencia, el desprecio al derecho, el
combate a las elites tradicionales, sus valores y la religi�n y el �nfasis en la
conquista juvenil� �son privativos s�lo de los gobiernos tratados en esta obra o
expresan � mutatis mutandi � magn�ficamente a las izquierdas bajo
supuestos democr�ticos como el kirchnerismo argentino o el chavismo venezolano,
por citar dos ejemplos acompa�ados de las escaladas boliviana o ecuatoriana, por
contextualizar al lector en la acci�n izquierdista en Sudam�rica?. Analice usted
y conceda mayor o menor indulgencia a cada cual seg�n desee justificarles.
Todos contra Israel
A esta altura del debate, poco
importa aclarar las diferencias entre antisionismo y antisemitismo. Para el
lector reci�n llegado a las lides ideol�gicas, baste aclarar que antisionismo es
el desacuerdo ideol�gico-doctrinario con las ideolog�as-doctrinas de las
posturas oficiales israelitas. Hay mucho para decir para este tema, pero excede
los l�mites naturales de este trabajo. El antisemitismo no es una querella de
ideas y conceptos sino una cuesti�n racial. Se combate no a las ideas sino a las
personas.
Pero quienes - viciados por la
propaganda de a�os - ya no distinguen, todo es una misma cosa. El antisemitismo
tiene larga data en las izquierdas. Anterior incluso a que los socialistas
hitlerianos y mussolinistas comenzaran con sus cr�menes. Marx � con su
antijuda�smo rabioso - abordaba el tema en La Cuesti�n Jud�a (1844). Es �l -
jud�o como los que atacaba � y no Hitler, quien declar�: �Cuando la sociedad
logre suprimir la esencia emp�rica del juda�smo, y suprimir el tr�fico de sus
condiciones, el jud�o devendr� imposible� y tambi�n �La emancipaci�n social del
jud�o, es la emancipaci�n de la sociedad del juda�smo�. Hitler s�lo sigui� los
designios de su padre. Fue la URSS quien por estrategia apoy� al Estado de
Israel, para luego retirarlo, retornando a su l�nea m�s pura y natural en
ideolog�a socialista.
Hoy, la unificaci�n de las
izquierdas en torno al antisemitismo es notable. Socialistas, fascistas,
nacionalistas � la Putin, mao�stas, ateos e islamitas hacen causa com�n con sus
mafias y terrorismos contra Israel y, de paso o por sobretodo, contra Estados
Unidos. La nueva bandera, universal y flamante, ha de ser el anti-imperialismo.
Pero, �qu� se repudia del
�enemigo�? Se les ataca en su capitalismo, fomento de la propiedad privada y
libre iniciativa. No se bombardea Hollywood y su �f�brica de inmoralidad� ni
Beverly Hills por su �frivolidad�. Se bombardea el coraz�n de los negocios.
Obs�rvese de cerca al nuevo
bloque: nost�lgicos de la ex URSS, cesantes de las internacionales socialistas,
eco-terroristas ansiosos por forzar cambios culturales tendientes a una
tribalizaci�n global, desesperados por validar sus teor�as de choques culturales
y religiosos, ateos antirreligiosos que hacen del fanatismo la excusa para
combatir - fan�ticamente, valga decir - a la fe, ide�logos cazadores de nuevos
proletariados, marginados y excluidos, islamitas fetichistas del III Reich,
izquierdas desempleadas deseosas de barrer a la burgues�a devenida en �neliberalismo�.
�No es una nueva caricatura el
actual enemigo? El neoliberalismo se combate no por sus excesos sino por su
fundamento. Y por combatirle se permite todo, supliendo hoy en parte el fantasma
del nazi-fascismo.
Contra el nuevo enemigo, todo
vale y todo se justifica. Es el nuevo agente malo-agresor que permite una nueva
redefinici�n de buenos y malos y revivir las fuerzas deca�das de las izquierdas,
adormecidas cuando acaeci� el cambio de piel tras la ca�da del muro de Berlin.
La nueva caricatura permite
redibujar alianzas y reconducir el discurso belicista y confrontacional,
movilizar masas incendiarias - bajo los focos de la prensa � dispuestas a
arrasar Cumbres globales y s�mbolos emblem�ticos, recargar las tintas de la
prensa contra los nuevos rostros del enemigo, callar los temas inc�modos y
preparar el escenario a los nuevos lideres hacia los cuales ha de rendirse
culto, adherir a sus ideolog�as y ser vigilados en la �pureza� de esp�ritu. M�s
all� quedar�n las nuevas clases en lucha, que habr� que aplastar en pro de la
emancipaci�n popular y un futuro mejor para el nuevo pueblo.
La nueva era de la guerra
psicol�gica
El lector enfrentar�,
paralelamente y con posterioridad a la lectura de esta obra, estos juegos
psicol�gicos de la guerra psicol�gica de las izquierdas.
Quienes por d�cadas hemos
trabajado e investigado la realidad psicosocial, especialmente en sus aspectos
geopol�ticos y estrat�gicos, podemos anticipar sin gran esfuerzo y casi de
memoria, la lista de objeciones que habr� de oponerse tanto al libro como al
lector.
Poco importar� - puestos a
reconocer los cr�menes y verdad de sus ideolog�as y procedimientos -
confrontarles con la magnitud de sus cr�menes, el esc�ndalo de su silencio o la
maldad de su complicidad.
A fin de cuentas no es la
verdad lo que desean hacer prevalecer. Si les encara usted siempre, en mayor o
menor medida, ser� un amigo del enemigo, un ignorante, un tonto-�til o carecer�
de la �ciencia� marxista que le permita comprender la �verdad roja�.
No escribimos para convencer a
los obsecuentes al terror rojo, ni a sus adalides ni mucho menos a los
criminales directos e indirectos, cooperadores o represores-cr�ticos de quienes
alertan y les combaten. Para estos, oponerse a ellos ser� un crimen mayor y
siempre denunciable.
Para nosotros es deber de
conciencia y obligaci�n de justicia actuar rectamente, denunciando y clamando
por reparaci�n, rigurosos en el an�lisis, evitando el sensacionalismo o la falsa
prudencia.
Los juegos psicol�gicos ya los
conocemos. Tal vez encontremos variantes novedosas, pero, visto el triunfo
universal de sus principios y el control de la producci�n cultural, nuestro
pesimismo se hace realismo.
Este trabajo bien vale el
colosal esfuerzo que ha significado si s�lo una persona comprende a trav�s
suyo la dimensi�n del mayor drama de la historia de la humanidad y movido
por la compasi�n hace que el sufrimiento desesperado de millones de seres
humanos no haya sido en vano. No traicionemos su esperanza.