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ARCHIVO DOCUMENTAL | por Alerta Internacional

 

Memorias de deportadas
�ltima modificaci�n: 24 de agosto de 2011 | Descargar en formato PDF

 

(De "De la voz de los deportados: La deportaci�n masiva de
letones del 14 de junio de 1941"
. Irene Elksnis Geisler.
Foro de historia oral 29 (2009). Western Michigan University
)

 

Valerija Sieceniece, Alma Dreimane y Hilda Zemzare estaban entre los deportados del 14 de junio que dejaron la historia de sus vidas con el proyecto de Historia Oral Nacional Letona[1]. Por su parte, Ruta U. dej� un registro escrito en la forma de memoria. Era una joven letona tambi�n exiliada a Siberia el 14 de junio como miembro de la familia de un supuesto "enemigo del estado".

 

Las autoridades sovi�ticas arrestaron a Ruta, de catorce a�os, en su casa junto con sus hermanas, de doce y nueve a�os, y su madre y abuela. Por cinco a�os sufri� hambre, fr�o y duro trabajo antes de que se le permitiera regresar a Letonia, s�lo para ser deportada otra vez unos pocos a�os m�s tarde.

 

Cuando la liberaron su salud estaba destruida, y Ruta muri� en 1957. Ella registr� sus tempranas experiencias en un diario que amigos americanos de la familia sacaron de contrabando fuera de la Letonia dominada por los sovi�ticos en 1967. El "Querido Dios, yo quer�a vivir" de Ruta U. fue publicado originalmente en let�n en 1977 y traducido al ingl�s en 1980, usando s�lo la primera inicial del nombre de su autora para proteger a su padre y hermanas, que todav�a viv�an y estaban bajo el sistema. Su memoria es un importante y �nico suplemento de las experiencias de su tiempo. La integraci�n de este diario publicado con las historias de vida colectadas expanden las experiencias representadas incluyendo la voz de una chica joven, raramente incorporada, y frecuentemente desatendida en los an�lisis hist�ricos tradicionales.

 

En Letonia, las autoridades sovi�ticas usualmente separaban a los hombres de sus familias, muchos permanentemente, y los encerraban en vagones de transporte separados para deportarlos. Grupos operativos a cargo de las deportaciones transfer�an a esos prisioneros a los campos de trabajo reformatorio llamados Gulag, donde sus casos eran supuestamente investigados. Entonces sentenciaban a los prisioneros a muerte o a 5-10 a�os de encarcelamiento en campos de trabajo forzado.

 

De los 5.263 hombres arrestados el 14 de junio de 1941, un estimado de 700 fueron disparados, mientras 3.441 murieron encarcelados. Por tanto, alrededor de un quinto sobrevivi� al encarcelamiento.

 

Al mismo tiempo, el sistema sovi�tico exiliaba a los miembros de la familia de los arrestados sin siquiera la pretensi�n de un juicio o investigaciones, transfiri�ndolos a remotos distritos en Siberia o Kazajst�n. El arresto de la cabeza de familia serv�a como base para la deportaci�n de los familiares restantes[2].

 

Las autoridades sovi�ticas generalmente daban a las familias enteras menos de una hora para prepararse para el viaje. Pocas personas entend�an lo que les estaba pasando. Los guardias sovi�ticos permit�an que los deportados llevasen consigo s�lo lo que podr�an cargar y el Estado confiscaba todo lo que quedaba detr�s. Este proceso indudablemente dej� un impacto psicol�gico en los deportados y es mencionado por muchos prisioneros como una experiencia de cambio absoluto de vida, una transformaci�n de lo familiar a la abrupta ambig�edad de lo que vendr�a. No hab�a tiempo para reflexionar, y los deportados ya no ten�an control sobre sus propios futuros[3].

 

Los cuatro relatos bajo investigaci�n aqu� comienzan antes del evento traum�tico, en un tiempo en que las v�ctimas no estaban conscientes de la tormenta que se avecinaba. Miraban las cosas pasar a otros pero todav�a con relativa normalidad. Ruta U. recuerda que toda la noche del 13 al 14 de junio escuch� camiones, muchos m�s de los normales, yendo y viniendo. Tras el desayuno ella y su madre salieron al mercado, dejando a sus dos hermanas menores en casa. El punto de inicio de su narraci�n cuenta algo sobre la experiencia emocional de la deportaci�n como un episodio traum�tico en su vida. El contraste entre la vida ordinaria yendo al mercado, y el arresto y terror de la subsiguiente deportaci�n es muy remecedor en su relato.

 

Mientras Ruta y su madre caminaban, un cami�n tras otro las pasaban, todos cargados con gente y sus pertenencias: "Mujeres y ni�os estaban sollozando y lloriqueando (...) Los camiones proced�an lentamente, deliberadamente; los n�meros de las casas eran chequeados. Los hombres buscaban cierta direcci�n (...) De pronto, un cami�n se detuvo, justo en nuestra puerta (...) Totalmente desconcertada, me par� all�, incapaz de moverme. Comenc� a temblar, con escalofr�os"[4].

 

Ocho guardias irrumpieron en la casa de Ruta. Le dijeron a ella, a su madre, abuela y las dos hermanas que empacaran unas pocas cosas necesarias y estuvieran listas para salir, pero no les dijeron a d�nde las llevar�an. Seg�n Ruta, las mujeres llenaron maletas y sacos con pertenencias y rellenaron cestas de mimbre con comida. "Los chekistas nos apuraban para que termin�ramos y subi�ramos al cami�n"[5].

 

En el caso de Alma Dreimane, le dijeron que simplemente ten�a que ir a Tukums, una ciudad en Letonia, a firmar algunos papeles. Esta madre de treinta y dos a�os dej� a sus hijas, golpeadas por la fiebre escarlata, detr�s en Letonia con la abuela. Que le dijeran que ten�a que firmar papeles era un gran contraste con los horrores que seguir�an. En su entrevista oral, Dreimane recuerda su detenci�n:

 

"Luego viene un hombre... Dice: "Tiene que venir a casa. Tiene que ir a Tukums a firmar algunos documentos all�"... Y ahora... Bien, si debo ir, entonces debo ir. Entonces voy. �l me sigue detr�s, en lugar de a mi lado. En la casa de un vecino hay un hombre joven, un compa�ero m�o de clase. En ese momento est� trabajando, arando. Vamos a donde �l est� trabajando, a la orilla del camino. Y �l me dice: "Querida Alma, �a d�nde est�s yendo?". Yo le digo: "No s� a d�nde me est�n llevando. Si me pondr�n en prisi�n o me disparar�n". Sus manos caen a los lados. Y el otro hombre masculla tras mi espalda. Pero lo principal era la caminata de �l sigui�ndome detr�s. S�. Veo en el camino un cami�n lleno. Soy la �ltima. Entonces entramos para que busque cosas... Veo que tambi�n tienen ni�os peque�os.

 

Entrevistador, Baiba Bela Krumina: �En el cami�n?

 

Alma: S�. Ahora yo... no entiendo. No entiendo... qu� llevar y qu� dejar.

 

E: �Y le han dicho que s�lo ser� llevada a Tukums para firmar algunos documentos, nada m�s?

 

Alma: S�. Y un ruso est� dici�ndome que tome todas mis pertenencias. El oficial ruso.

 

E: �Y qu� le dice? �No le dice que ser� llevada lejos?

 

Alma: Bien, dice: "Lleve algo". Tomo una almohada, una manta y una s�bana. �l dice: "Lleve toda la ropa del lecho". Usted sabe, me fui s�lo con las ropas en mi espalda�[6].

 

Los guardias llevaban a los prisioneros como si fueran animales, en vagones de ganado y de carga, en los cuales pasaban varias semanas, algunos incluso meses. Ruta U. recuerda que en su carro hab�a cuatro camastros, dos a cada extremo. Sin embargo, hab�a m�s de treinta personas en el vag�n ya, y todo el d�a llegaron nuevos prisioneros. La comida no era provista regularmente. A pesar de la dureza, el relato de Ruta es una evidencia de la benevolencia humana y el mutuo apoyo entre los deportados en esta hora traum�tica. Su historia muestra la determinaci�n por preservar la humanidad en medio de lo insoportable. En ese vag�n de ganado su familia con frecuencia vivi� de la generosidad de otros prisioneros, algunos de ellos extra�os. Un peque�o episodio del arresto es significativo y permaneci� con Ruta como una tenue esperanza en sus luchas. Ella cre�a que su padre hab�a escapado.

 

"Antes de nuestra partida un chekista vino corriendo y se detuvo fuera del carro, llamando a mi padre por su nombre. �Entonces no hab�a sido encontrado! Nuestros corazones se aliviaron, porque ahora hab�a esperanza de que quiz�s pudiera salvarse y quedarse en Letonia. Una situaci�n que bien podr�a apresurar nuestro retorno. Poco despu�s de la medianoche del 15 de junio dejamos Riga, dirigi�ndonos a destino desconocido, y un futuro desconocido. La noche era oscura y llena de terror... �Tanta tristeza y aflicci�n! Parec�a como si esa noche toda la tierra letona estuviera temblando con dolor y l�grimas�[7].

 

El tren fue lentamente a Siberia. En el camino los letones encontraron trenes cargados desde Lituania y Estonia. A trav�s de la peque�a y austera ventana Ruta pudo ver s�lo mujeres y ni�os. Como revelaba en su narraci�n de jovencita, se identific� estoicamente con otros ni�os en su viaje, usualmente aquellos m�s peque�os y d�biles que ella misma. Record� que muchos ni�os peque�os en su vag�n perecieron en el camino, incapaces de soportar las miserables condiciones. Sus peque�os cuerpos fueron enterrados cerca de las v�as del tren. De hecho, muchas v�ctimas murieron, especialmente los infantes, los enfermos y los ancianos.

 

Valerija Sieceniece recuerda en su entrevista la llegada: "Nuestra estaci�n final fue en Novosibirsk. Se nos hizo a todos tomar nuestras pertenencias y salir del tren. Yo baj� (...). Estaba parada all� con mis cosas, y de pronto Spilva corri� hacia mi y dijo: "�Tu madre est� aqu�!". Dej� todo y corr� tan r�pido como pude y not� una mujer peque�a y p�lida. Ca�mos una en brazos de la otra y nos abrazamos, y entonces tuve la energ�a para vivir"[8].

 

Sin embargo, casi inmediatamente los guardias sovi�ticos forzaron otra vez a los prisioneros a entrar en un barco para llevarlos m�s profundamente dentro de Siberia. Despu�s de alrededor de un mes de viajar en tren y barco, finalmente alcanzaron su destino. Sieceniece contin�a describiendo su nuevo hogar y provisiones. Comunica los detalles del vestuario y la apariencia general de la gente que encontr� a su llegada.

 

"Nos bajamos en una villa llamada Kuchi en la regi�n Parabel. All� ten�amos que llegar. Los locales se hab�an reunido a lo largo de la costa del r�o. La vista era demasiado pat�tica. Estaban vestidos tan pobremente, todos con ropa sucia. �Puede imaginarlo? All� no hab�a colores. Estaban demacrados. Los ni�os descalzos y con los est�magos hinchados, con grandes ojos en sus cabezas peque�as, vestidos con la chaqueta de su madre o su padre, tambi�n vinieron corriendo. Y todos miraban a esta gente con gran asombro...�[9].

 

La lucha por la supervivencia

 

Hilda Zemzare fue exiliada al Territorio Krasnoyarsk[10] con su hija y su madre. Ella cuenta las luchas de casi 200 personas, casi todas mujeres y ni�os, que fueron llevadas a la villa de pescadores Agapitovo. Los deportados instalaron tiendas. "Ten�amos que ir a trabajar. Las balsas estaban congeladas en el Yenisei, y tuvimos que cortar y tirar grandes troncos a tierra (...). Tambi�n hab�a grandes fibras all�. Las cortamos, luego las secamos y tejimos trenzas y cosimos algo as� como zapatillas para usar en nuestros pies. No ten�amos nada, por supuesto, s�lo peque�os zapatos. Entonces estuvimos m�s tibias. As� era"[11].

 

Ruta y su familia se refugiaron en un antiguo establo de ganado cuando no encontraron ning�n otro alojamiento. Las mujeres acomodaron un refugio para s� mismas, una tarea t�picamente masculina en la sociedad letona. Eliminaron el esti�rcol con sus manos y construyeron un techo con corteza de abedul. Luego cubrieron las vigas al descubierto con peque�as ramas y las rellenaron con pasto y arena. Despu�s pasaron barro por las paredes usando una peque�a pieza de madera para estirarlo.

 

"La tarea m�s importante fue la construcci�n de un horno. Pero, �d�nde pod�amos conseguir ladrillos? No hab�a elecci�n sino hacerlos. Mezclamos barro, arena blanca y esti�rcol de caballo con agua (...). Despu�s de mezclarlo, lo aplastamos con los pies, hasta que el revoltijo estaba suficientemente liso como para usarlo. Lo vertimos en un molde, lo presionamos y lo dejamos sobre unos tablones. En el sol los ladrillos se secaron y endurecieron (...). Finalmente ten�amos suficientes ladrillos para un horno�[12].

 

Seg�n Zemzare, los guardias chekistas le dieron a su grupo s�lo harina para comer y les dijeron a las mujeres que pescaran para tener comida, siendo una vez m�s una tarea tradicionalmente masculina en la cultura letona. Pero all� s�lo hab�a unos pocos hombres ancianos en el campo de trabajo y algunos chicos. Las mujeres mezclaron la harina con agua y la frieron en un barril como pan sin levadura, y si no hab�a pan, con frecuencia no com�an.

 

Adem�s de las brutales condiciones de los campos, los guardias sovi�ticos aterrorizaban a los deportados. Las raciones de comida eran escasas y no reemplazaban las calor�as gastadas a trav�s del trabajo al que les obligaban. Ruta U. dice que aquellos que hab�an tra�do algunas reservas de comida pod�an usarlas, pero los restantes viv�an en la miseria. Entonces los deportados arrancaban hierbas, malas hierbas, ortigas y hac�an comidas con ellas. Pero poco tiempo despu�s ya no quedaban plantas comestibles disponibles.

 

"Nunca olvidar� un momento que se me figur� como el hambre m�s profunda y triste. Cuando recib�amos la raci�n mensual de pescado, no tir�bamos los huesos. Se guardaban, secaban en una olla y se consum�an. Un d�a mi peque�a hermana Maya se sent� sola junto al fuego. En la peque�a sart�n que estaba sobre dos ladrillos, hab�a algunos huesos de pescado. Con gran cuidado los gir� de un lado al otro, para apresurar su secado. Se sent� all�, con sus peque�as manos cruzadas en el regazo harapiento, sucio, esperando impacientemente por algo para comer. Incapaz de esperar m�s, levant� los huesos uno por uno y los devor�"[13].

 

La gente se fue debilitando y quedaba lisiada por la diarrea, el escorbuto, la malaria y la tuberculosis. Muchos no sobrevivieron al primer a�o. Zemzare describe un d�a en agosto:

 

"1942... en agosto, vinieron a recogernos. Est�bamos siendo llevados a pescar. El peque�o Janitis de Vera estaba enfermo, ten�a difteria. Minna Rubens estaba all�. Nos llevaron a Nosoboyev. No hab�amos ido lejos cuando alguien vino corriendo detr�s nuestro, gritando que el Janitis de Vera hab�a muerto (...). Y entonces otro hombre jud�o se hab�a congelado, all� en el Yenisei, hab�a ido a vender cosas a los otros koljoses (...). Cuando la se�ora Lazdins muri�, no s� c�mo fue enterrada... Yo estaba muy enferma cuando la enterraron�[14].

 

La hermana peque�a de Ruta, Maya, sufr�a de dolencias en la cabeza, y la nuca se le cubr�a de abscesos. Su cabello, pegado con pus, estaba infestado con piojos. Su hermana mayor, Dzidra, se puso extremadamente delgada, y todo su cuerpo estaba cubierto con for�nculos supurantes dolorosos. La abuela de Ruta muri� poco despu�s de su llegada y su madre en 1943. Las hermanas m�s j�venes fueron enviadas a un orfanato. As�, la joven Ruta fue abandonada a su suerte, sin ser una adulta a�n pero considerada demasiado mayor para ser ubicada en una instituci�n, con 16 a�os.

 

S�lo un peque�o n�mero de los deportados en 1941 regresaron m�s tarde a Letonia. Como describi� Zemzare:

 

"Familias completas murieron all�. Familias completas murieron. Hab�a una familia llamada Ragailis, eran cinco, y probablemente todos murieron. La familia Ragailis. La familia Voicitis... casi todos murieron. Pusieron a la madre y al peque�o Andritis juntos en un ata�d. Valentina... no, Paulina se congel� en el r�o. La se�ora Lazdins era de Daugavpils, su hijo Konrads muri�. El hijo de los Nice, Arnolds, muri�. Alrededor de la mitad de la gente hab�a muerto para la primavera. Est�bamos en una especie de costa, y hab�a un valle y luego otra especie de colina. En esa colina hab�a un gran, gran agujero, y ellos llevaban a todos all� y los tiraban en ese agujero - no pod�as cavar nada en el invierno - que era considerado el Norte, Agapitovo, que contaba como el norte. Arrastraban a todos all� y los tiraban en ese agujero, sin ata�d ni nada, s�lo los tiraban all� desnudos. Todav�a veo todo frente a m�. Luego en la primavera cubr�an el agujero"[15].

 

Claramente, experimentar las muertes de tantas personas fue pasmoso para Hilda Zemzare. Ella recuerda v�vidamente que no s�lo murieron individuos, sino que familias enteras perecieron en esas circunstancias horrendas. Tantas almas se perdieron que pocos vivos quedaron para llorarlos. De hecho, el objetivo de la Uni�n Sovi�tica en ese exilio parec�a ser la erradicaci�n a trav�s de la hambruna masiva y la exposici�n en vez de la mera contenci�n[16].

 

Zemzare, incapaz de soportar que el cad�ver de su madre quedara sin un funeral apropiado, condujo el entierro en desobediencia a las �rdenes de la Cheka. Esta forma de resistencia que adoptaron algunos era con frecuencia una determinaci�n por conservar la humanidad.

 

"Est�bamos en el borde, y mi madre dorm�a en el lado derecho. Yo calentaba un ladrillo y lo pon�a en sus pies, sus pies siempre estaban muy fr�os. Y entonces una noche - ya era tarde - estaba calentando el ladrillo y poni�ndolo en sus pies, y de pronto sent� que no se estaba moviendo... Y ella hab�a muerto... y corr� a ver a la Se�ora Nice, mi vecina, por alguna ayuda. Hab�a cierta tienda, una tienda especial all�, donde todos los muertos eran colocados. Mucha gente ya hab�a muerto... Los perros hab�an masticado las cabezas de aquellos que a�n no hab�an sido enterrados... de los muertos... esos perros de los pescadores. Y entonces la se�ora Nice me ayud�. Entonces fui a los pescadores, consegu� algunos tablones, hice un peque�o ata�d. No s�lo usamos las tablas, sino que tambi�n pusimos aserr�n y otras cosas... El suelo estaba terriblemente congelado. Y entonces la se�ora Kom y Maija Lazdina y Ksenija Fleiberga... todas fuimos a cavar la tumba. Se nos mostr� d�nde estaban las tumbas. Pero obviamente no pudimos cavar muy profundo, y la hicimos superficial, superficial, porque todo el suelo estaba completamente congelado. Y entonces la pusimos en un trineo, estaba nevando. Y la enterramos all�"[17].

 

Despu�s de la guerra, muchos deportados pidieron permiso de las autoridades sovi�ticas para regresar a Letonia. La mayor�a de las peticiones fueron negadas. Sin embargo debido a la iniciativa y esfuerzos del personal del Departamento de Orfanatos del Ministerio de Educaci�n de Letonia, m�s de 1.300 ni�os fueron regresados a su hogar desde Siberia en 1946[18].

 

Entre los que regresaron estaban Ruta U. y sus hermanas. Ruta terminar�a sus memorias el 13 de octubre de 1950, un d�a en que casi fue arrestada nuevamente en su casa en Letonia, habiendo ya servido cinco a�os de trabajo forzado, para ser enviada otra vez al Gulag siberiano.

 

"�Tendr� la suerte de quedarme en Letonia? Espero vivir lo suficiente para ver que el poder de los comunistas llegue a su fin. Pero �podr� alguna vez olvidar que fueron responsables de que tantas vidas inocentes terminaran tr�gicamente en la desolada taiga Siberiana? �Por la muerte de mi madre y abuela, por la miseria de mis hermanas, y por los a�os perdidos de mi juventud? A veces me encuentro temblando con rabia y deseos de venganza. Pero, �ser� arrastrada fuera de mi tierra otra vez? S�lo me queda un deseo. Espero que estas recolecciones, estas memorias de mis a�os juveniles en Siberia, sean le�das por muchos"[19].

 

Notas:

[1] Mara Zirnite, "Archivo del Estado de Letonia - Deportados 1941,". El proyecto es parte de un esfuerzo por documentar los eventos inhumanos de las deportaciones durante la Segunda Guerra Mundial as� como en el per�odo posguerra. El Instituto de Filosof�a y Sociolog�a de la Universidad de Letonia y los Archivos del Estado Let�n han compilado en conjunto m�s de 2.500 historias orales como parte de esta empresa. La colecci�n contiene grabaciones de audio de entrevistas de los deportados recolectadas desde fines de la d�cada de 1980.

[2] "La deportaci�n del 14 de junio de 1941 en Letonia". p�gs. 63-68.

[3] "Las nacionalidades sovi�ticas deportadas," Kreindler. p�g. 391 / "El Gulag en la memoria". Irina Serbakova. En El lector de historia oral. eds. Robert Perks y Alistair Thomson. Londres: Routledge, 1998. p�g. 525 / "El testimonio de vidas: Narrativa y Memoria en Letonia post-sovi�tica". Vieda Skultans. Nueva York: Routledge. 1998. p�gs. 105-6.

[4] "Querido Dios, yo quer�a vivir". Ruta U.. Brooklyn, Nueva York: Gramatu Draugs. 1980. p�g. 10.

[5] Ib�d.

[6] "Entrevista con Alma Dreimane". Baiba Bela-Krumina. Fuentes de Historia Oral. Riga: Letonia: Izlase. 2004.

[7] "Querido Dios, yo quer�a vivir". Ruta U. p�g. 13.

[8] "Entrevista con Valerija Sieceniece". Mara Zirnite y Vilis Zirnitis. En , "Interview with Valerija Sieceniece," in Fuentes de Historia Oral. Riga: Letonia: Izlase. 2004.

[9] Ib�d.

[10] El territorio Krasnoyarsk cubre 2,34 millones de kil�metros cuadrados, o el 13,6% de toda Rusia. El Territorio tiene varias zonas clim�ticas, desde �rtica a continental, y tiene desiertos �rticos, tundra y bosque de tundra - en el norte, la taiga - en la parte central, y la estepa y bosque-estepa, en el sur.

[11] "Entrevista con Hilda Zemzare". Inta Kraskevica, Interview with Hilda Zemzare. Fuentes de Historia Oral. Riga, Letonia: Izlase. 2004.

[12] "Querido Dios, yo quer�a vivir". Ruta U. p�g. 29.

[13] Ib�d., p�g. 51.

[14] "Entrevista con Hilda Zemzare". Kraskevica.

[15] Ib�d.

[16] "El Gulag en la memoria". Serbakova. p�g. 523 / "La deportaci�n del 14 de junio en Letonia". Janis Riekstins. En "La historia escondida y prohibidabajo las ocupaciones sovi�tica y nazi 1940-1991". ed. Andris Caune, et al. Riga: Instituto de la Historia de Letonia. 2005. p�g. 70.

[17] "Entrevista con Hilda Zemzare". Kraskevica.

[18] "La deportaci�n del 14 de junio en Letonia". Riekstins. p�g. 72.

[19] "Querido Dios, yo quer�a vivir". Ruta U. p�g. 136.

 

 

 

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