Inicio

Acerca de AI

Art�culos

Investigaciones

Multimedia

Donaciones

 

 

 

 

 

AI | Alerta 360 Internacional

LUCHANDO CONTRA LA DESINFORMACI�N

 

 

 

 

 

 

 
 

 NUESTRAMISI�N >

� Luchar contra la total impunidad que otorga la desinformaci�n.

� Promover debates positivos.

� Alertar crisis.

ALERTAOBRAS >

 

 El Terror Rojo

La mayor investigaci�n sobre cr�menes del comunismo en el mundo. Entrega fascicular.
 

�ltimas publicaciones:

�  Mozambique | (1975-1994)
�  Corea del Norte | (1949-hoy)
�
  Letonia | (1940-1991)
�  Nicaragua | (1979-1990)

 

 ALERTAMUNDO >

 

� Europa

� Asia

� �frica

� Am�rica

 ALERTAINTERNACIONAL >

 

� Investigaciones

� Testimonios y relatos

� Biograf�as

� Art�culos

� Citas

� Glosario
� Lecturas

� Multimedia

  ALERTACONTACTO >

 

� �nase a AI360 hoy

 
� Escr�banos
 

� Mapa del sitio

 

� S�ganos en:

 

Facebook

Twitter

 
ALERTAIDEA

DONACIONES

Su aporte en dinero, trabajo o contactos es FUNDAMENTAL para continuar luchando.

Toda cooperaci�n es �til.

   

Aporte ahora

   

 

myspace live counter
 

 

 
   
   
 

 

LECTURAS

 

 

MATERIAL SELECCIONADO | por Alerta 360 Internacional

 

El espejismo comunista de Hungr�a[*]

�ltima modificaci�n: 17 de enero de 2012 | Descargar en formato PDF

 

Las tribulaciones de la familia Biro comenzaron en 1947, cuando un reci�n llegado ocup� la casa contigua a la barber�a del padre, Tony Biro, en Vancouver, Columbia Brit�nica. Cuantas veces Tony dispon�a de un minuto libre, el vecino se asomaba a la puerta y se pon�a a contarle cuentos maravillosos de la vida en Hungr�a bajo el r�gimen sovi�tico. Algunas veces el vecidno estaba armado de libros y revistas.

 

- Mira esto - dec�a con arrobamiento mostrando una fotograf�a - �un cuarto especial para los ni�os de los trabajadores en una f�brica! �O�ste hablar de algo parecido antes de la guerra?

 

A Tony le interes� todo aquello. Su esposa y sus dos ni�os hab�an nacido en el Canad�, pero �l era oriundo del antiguo imperio austro-h�ngaro y a�n ten�a parientes en Hungr�a. A instancia de su nuevo vecino, Tony se hizo socio del Club de Trabajadores H�ngaro-Canadienses y comenz� a asistir a las presentaciones, bailes y conferencias que all� se celebraban.

 

En una de esas ocasiones Tony oy� a Jos� Balogh que daba una conferencia sobre la nueva Hungr�a. Balogh hab�a emigrado al Canad� despu�s de la primera guerra mundial pero hab�a vuelto a Budapest en 1948. Poco despu�s los comunistas lo hicieron regresar a Canad� para que pronunciara una serie de conferencias.

 

Era hombre persuasivo. Hab�a visto el milagro con los propios ojos y ahora instaba a los h�ngaro-canadienses a que regresaran a la patria llevando su pericia y conocimientos, sus herramientas y su dinero. "Hungr�a es una tierra de promisi�n �y los necesita a ustedes!".

 

Tony vio que cada vez hab�a m�s gente interesada en "regresar". En el verano de 1950 �l y su mujer decidieron optar por lo mismo.

 

Tony vendi� la barber�a, empac� sus enseres y sac� 10.000 d�lares de su cuenta de ahorros. Con Helen su mujer y sus dos hijos, Dick de 11 y Jimmy de dos a�os y medio, se dirigi� primero a Inglaterra. El c�nsul h�ngaro all� les permiti� que conservaran sus pasaportes canadienses y les dio un "documento de viaje" h�ngaro".

 

En la frontera de Hungr�a los funcionarios comunistas estuvieron revisando y registrando sus papeles y equipajes durante dos horas. Tony y los suyos contemplaban la escena con desaliento. Nunca hab�an esperado encontrar las puertas del para�so tan estrictamente vigiladas.

 

Al llegar a Budapest los Biro y otro grupo de repatriados recientes fueron saludados por Balogh con un discurso de bienvenida: "Hungr�a recibe con los brazos abiertos a los hijos que regresan. Si llegaren a necesitar ayuda, vengan a mi oficina. Nuestro deber es ayudarles".

 

Tony y los suyos se fueron a pasar la noche en un hotel del Estado, que les cobr� $16,50 por la habitaci�n. No hab�an comenzado a abrir a�n el equipaje cuando un empleado les advirti� amistosamente, por v�a de consejo: "�No hablen! Aqu� nadie est� seguro de qui�n es el otro".

 

A la ma�ana siguiente cuando Helen baj� a pedir el desayuno, un empleado le inform� en la oficina que ten�a que salir a comprarlo. El empleado le escribi� en un papel, en h�ngaro, las cosas que ella necesitaba para los ni�os - pan, leche, mantequilla, compota, zumo de frutas - y la envi� a la tienda de v�veres del Estado m�s cercana. Una dependiente mal trajeada le vendi� all� un trozo de pan y la envi� a buscar la leche a otra tienda. Las dependientes se echaron a re�r y movieron negativamente la cabeza cuando Helen insisti� en se�alar con el dedo en su lista de palabras "compota" y "mantequilla".

 

Ese mismo d�a por la ma�ana, al depositar su dinero canadiense en el Banco Nacional, se le advirti� a Tony que no pod�a retirar de all� sino moneda nacional y que su dinero canadiense se le cambiar�a a raz�n de 11 forints por d�lar. A este tipo de cambio la comida m�s sencilla del "men� del pueblo" le costaba a Tony y los suyos m�s de ocho d�lares.

 

Luego vino la b�squeda afanosa de vivienda. Como no encontrase ninguna, Tony se encamin� a la oficina de Balogh. Encontr� la salida de espera llena de ex-canadienses, cada uno de los cuales ten�a un relato de infortunios que contar. Una mujer se quejaba de que hac�a varios meses que estaba buscando alojamiento. Un joven alegaba que no pod�a conseguir trabajo en ninguna parte porque lo consideraban "estadounidense".

 

- Usted nos prometi� buenas colocaciones aqu�. �D�nde est�n?

 

Balogh no pod�a hacer nada. Su tarea hab�a terminado cuando engatus� a esa gente para que fuese a Hungr�a. Ahora no era m�s que un tornillo insignificante en una gigantesca maquinaria burocr�tica.

 

Al mes Tony y Helen se dieron cuenta de que no pod�an quedarse en Hungr�a. Cuando Tony se lo inform� a Balogh, �ste le dijo:

 

- �Scht! �No digas semejante cosa! �Puedes ir a parar a un campo de concentraci�n! �Qu� ser�a entonces de tu familia?

 

Tras eso vino la Gran Espera... que dur� tres a�os.

 

Tony no pudo conseguir trabajo en los primeros siete meses. Al fin le permitieron que ingresara en una cooperativa de barberos, previo el pago de 50 d�lares, y fue a trabajar en un cuartel de oficiales de polic�a. Tony era buen barbero y en Vancouver sol�a ganar de 75 a 125 d�lares por semana. En Budapest no pasaba de un promedio de 18, de los cuales le quitaban cinco por varios conceptos, tales como suscripciones a peri�dicos del partido, compras "espont�neas" del bonos del Estado y cosas por el estilo.

 

Los dos grandes temores que embargaban el �nimo de Tony eran que lo arrestaran o que se le agotaran los ahorros. Su salario no alcanzaba sino a cubrir una tercera parte de los gastos de alimentaci�n, alquiler y calefacci�n.

 

Helen se levantaba diariamente a las 4:30 de la ma�ana y se iba a la tienda m�s cercana a comprar la leche. Las tiendas no abr�an sino a las seis, pero cuando ella llegaba siempre encontraba una cola aguardando. La gente estaba hambrienta e irritada. Cuando ocasionalmente alguna de las mujeres se desmayaba, no se le permit�a que volviera a ocupar su lugar en la cola. Ten�a que colocarse de �ltima. A menudo cuando circulaba el rumor de que la carne o la harina se estaban agotando, la gente romp�a la cola y se formaban fieras arrebati�as, de las cuales sol�an salir atropelladas algunas mujeres que llevaban ni�os en los brazos.

 

La escasez de vivienda era tal que todas las casas destartaladas de Budapest, condenadas desde hac�a tiempo como inadecuadas para seres humanos, se hallaban ahora m�s atestadas que nunca. El Estado negaba oficialmente la escasez, pero la reconoc�a en la pr�ctica, al autorizar el pago de "prima de llave" al inquilino que desocupaba una vivienda, por el derecho a ocuparla... negociaci�n en que el Estado recib�a una jugosa comisi�n.

 

Tony "compr� la llave" de un piso de dos habitaciones por 2.000 d�lares y gast� 200 en reparaciones indispensables. El piso no sol�an calentarlo en invierno, y cuando Tony logr� que le prestasen una estufilla de hierro (compradas no se consegu�an), Helen se vio en la molestia adicional de hacer cola con un cubo para comprar unos pocos kilos de carb�n de inferior calidad.

 

As� fueron pasando la vida, en lucha diaria para mantenerse vivos y no pasar fr�os. Una vez por a�o se presentaba el comit� del "empr�stito de la paz" y les sonsacaba un mes de salario. "�Est� usted por la paz o por Wall Street?". Algunas veces hab�a momentos de alegr�a: en la Navidad de 1952 pusieron naranjas a la venta... a cuatro d�lares el kilo.

 

Lo que m�s preocupaba a Tony y a su mujer eran los ni�os. Cuando Jimmy cumpli� cuatro a�os Helen lo llev� al jard�n infantil. Aunque casi ninguno de los ni�os sab�a leer, la maquinaria de la propaganda no los pasaba por alto. Hab�a all� el conocido tr�o de retratos: Lenin, Stalin y el premier h�ngaro Rakosi. El catecismo comunista se ense�aba en palabras simples y directas: "Ni�os, un villano llamado Wall Street se dedica a matar ni�itos y a hacer morir de hambre a sus pap�s y a sus mam�s. ��dienlo!".

 

Para Dick, la escuela fue todav�a m�s dif�cil. Ingres� en ella con 11 a�os, suficientemente crecido para darse cuenta de la gran mentira y sentir miedo. No tard� en buscar refugio en el silencio o la simulaci�n. Al segundo d�a alguien lo llam� "imperialista". De ah� en adelante se convirti� en blanco de burlas y agresiones.

 

En materia pol�tica, que era la ense�anza principal de la escuela, a Dick se le exig�a aprender como verdades cosas que por experiencia personal sab�a que eran falsas. El tema estaba ilustrado por dos cartelones: en uno de ellos se ve�a un grupo compuesto por un hombre, una mujer y un ni�o, extenuados y cadav�ricos, mirando fijamente, con ojos en que se reflejaba el hambre, un trocito de carne. Leyenda: "Los Estados Unidos". En el otro cartel�n aparec�a una familia gorda y bien alimentada que representaba a "La Uni�n Sovi�tica".

 

En los tres a�os que pas� Dick en la escuela s�lo una vez vio que un ni�o se atreviese a contradecir las mentiras de la maestra con respecto a los pa�ses de Occidente. La maestra lo hizo callar inmediatamente y a�adi� esta observaci�n significativa:

 

- Hace algunos d�as la polic�a se llev� a un ni�o por haber dicho algo parecido a eso...

 

Al terminar las clases los grupos juveniles celebraban reuniones pol�ticas en que lso oradores hablaban de los "belicistas estadounidenses". Por miedo a que lo castigaran Dick participaba en los grandes desfiles que se hac�an cada aniversario de la revoluci�n sovi�tica; y, como el resto de los muchachos del pa�s tomaba parte en el c�lebre juego nacional de ni�os... lanzar granadas de mano. Durante esos tres a�os de constante conflicto interior Dick lleg� a verse al borde del colapso nervioso.

 

Para Tony y los suyos todos los temores no eran nada junto al terror de la polic�a. Era tanto m�s monstruoso cuanto que formaba parte de la rutina de la vida, algo tan normal como la muerte. Se arrestaba a la gente por millares, los vecinos desaparec�an y el �nico indicio de la suerte que corr�an era el sello de los guardias en la puerta de las casas.

 

Un "Viernes Negro" en mayo de 1951, la polic�a dio principio a una deportaci�n en masa de los "elementos subversivos", gente de clase media y ancianos, para aliviar la escasez de viviendas. Los camiones de la polic�a cerraban una calle y destacaban patrullas para recoger las v�ctimas de casa en casa.

 

Antes de terminar aquella operaci�n, ya la polic�a hab�a sacado de Budapest y enviado a aldeas lejanas a un n�mero de personas que fluctuaba entre 30.000 y 40.000.

 

La mayor�a de ellos se sometieron calladamente, pero oros resistieron. Afeitando a los oficiales de polic�a, Tony not� que muchos ten�an rasgu�os en la cara. Uno de los oficiales le dijo:

 

- Algunas de las personas se descubren los brazos, muestran el n�mero que les tatuaron en los campos nazis de concentraci�n y nos gritan: "�En qu� se diferencian ustedes de los nazis?". Es un trabajo sucio, pero �qu� puede uno hacer?

 

Los Biro nunca cesaron en su empe�o de lograr que se les permitiese regresar a Canad�. En enero de 1951 acudieron a la KEOKH, o sea la divisi�n extranjera de la Polic�a Secreta, en solicitud de un permiso de salida. El funcionario que los interrog� les dijo que el documento para viajar que aceptaron en Londres los convert�a en ciudadanos h�ngaros. Intent� adem�s quedarse con los pasaportes canadienses, pero despu�s de una discusi�n acalorada los devolvi�. Termin� aconsej�ndoles que fuesen a ver al ministro del Interior a fin de obtener la declaraci�n oficial de que ellos no eran ciudadanos h�ngaros. Al salir de all� Tony y su mujer depositaron sus pasaportes en la delegaci�n inglesa para que estuviesen seguros.

 

El pr�ximo paso era redactar un memorial para el ministro del Interior. Encontraron un abogado dispuesto a hac�rselo, siempre que ellos se comprometieran a escribir a m�quina lo que �l redactara. "Si ellos descubren que yo he hecho eso, me arrestar�n por haberlos ayudado a marcharse a Occidente".

 

La solicitud no produjo ning�n resultado positivo en el Ministerio. El matrimonio dirigi� unas 30 cartas a la polic�a secreta, al Ministerio y hasta al premier Rakosi. No recibieron contestaci�n.

 

La tensi�n comenzaba a producir efectos en ellos. A Helen se le encaneci� el cabello. Tony perdi� peso y se puso nervioso. Adem�s, �ltimamente no se hab�a cuidado de ocultar su oposici�n al r�gimen. La familia se acostaba temiendo siempre la visita policial de medianoche.

 

Con el miedo al r�gimen aumentaron las dificultades de car�cter econ�mico. Los ahorros se les estaban agotando.

 

En mayo de 1953 - con la confusi�n que sigui� a la muerte de Stalin - renacieron sus esperanzas: el ministro ingl�s les comunic� que el Gobierno le hab�a asegurado estar dispuesto a permitir la salida de la familia Biro del territorio de Hungr�a. Despu�s de cuatro meses de espera angustiosa recibieron un d�a el permiso de salida.

 

Tan pronto como circul� la noticia del pr�ximo viaje de los Biro comenzaron a recibir visitas de gente ansiosa de comprarles sus pertenencias. A pesar de que la prensa del partido publicaba informes color de rosa acerca de la abundancia de art�culos de consumo en las tiendas, la gente daba el mejor desmentido haciendo ofertas fant�sticas por los vestidos viejos, la ropa de cama, las sartenes y las ollas.

 

Por fin un d�a tomaron el tren y llegaron a la frontera austriaca a las 11 de la noche. Un enjambre de guardias de frontera cayeron sobre ellos. El tren permaneci� all� con las luces apagadas durante cuatro horas y media... mientras Tony y los suyos observaban la escena, sentados y sin decir palabra, entregado cada cual a sus propios pensamientos y temores.

 

Luego el tren volvi� a ponerse en marcha. Transcurri� otra media hora y entonces un nuevo grupo de hombres uniformados penetraron en el vag�n. "Son austriacos", grit� Helen. Como si �sta fuese una llave m�gica que abriese el cofre de sus emociones contenidas, todos los miembros de la familia comenzaron a re�r, a llorar y a abrazarse los unos a los otros. Los funcionarios austriacos vieron su alborozo con simpat�a. No eran muchos los que lograban salir de Hungr�a, pero todos se comportaban siempre de esta manera.

 

El matrimonio Biro y sus hijos est�n ya de regreso en Vancouver. Con dinero que les dieron prestado los parientes de Helen compraron un sal�n de belleza, que �sta dirige. Tony volvi� a su oficio de barbero. Dick y Jimmy asisten a la escuela y est�n adelantando bastante. Dick est� feliz y contento, pero no quiere hablar de Hungr�a. Piensa que todo ha sido una pesadilla que no desea siquiera recordar.

 

Notas:

[*] De "Una familia que regres� a Hungr�a". En "Liberty", por George May. 1954. El mencionado autor naci� en Hungr�a y trabaj� como corresponsal period�stico en los Balcanes durante la segunda guerra mundial. Al terminar �sta regres� a Hungr�a y sirvi� durante cuatro a�os la corresponsal�a del Times de Londres y de la Agencia Reuters. Fue uno de los �ltimos periodistas que salieron de all� despu�s de que cay� el Tel�n de Hierro. La imagen que acompa�a al art�culo es un afiche propagand�stico de la "alta calidad de vida" en tierras h�ngaras en el per�odo comunista detallado por el art�culo.

 

 

ALERTALIBROS

 Tomo n� 12 de la obra "El Terror Rojo": Escalofriante experiencia en una de las m�s atroces dictaduras militares comunistas. Laos - la tierra del mill�n de elefantes � fue sometida por Pathet Lao, con la ayuda de la URSS y Vietnam, al terror salvaje y criminal. Barbarie, pobreza, represi�n y genocidio marcan hasta hoy al pa�s con menor libertad econ�mica del mundo...

Leer online Descargar

 

ALERTAIMAGEN

 Bielorrusia

Residentes de Minsk, "ajusticiados" con horca de parte de los comunistas por haber ayudado de alguna forma, aunque fuese insignificante, a los prisioneros de guerra. 1941.

 

  ALERTA 360 INTERNACIONAL

 

ALERTA 360 INTERNACIONAL�

Buenos Aires - Santiago - Sao Paulo - Madrid - Nueva York

 

 

Necesidades urgentes

 

 

Publicaciones

 

El Terror Rojo. M�s 60 tomos,

miles de p�ginas, fuentes y

gr�ficos. An�lisis y cifras.

 

Cifras de V�ctimas

 

�ndice Mundial de Victimizaci�n.

Cuadros tem�ticos

a nivel global o nacional.

 

Suscripci�n

 

Reciba c�modamente en su correo libros y novedades.

Semanal | Gratis

 

     

 

Alerta 360 Internacional� es una organizaci�n ciudadana de car�cter independiente

y sin �nimo de lucro. Depende de la cooperaci�n del p�blico

para su subsistencia aut�noma de grandes intereses.

Su objetivo es informar y promover debates positivos

en torno a los grandes focos de crisis.

 

� 2009 by Alerta 360 Internacional�. Todos los derechos reservados.