Quien no ha
estado all�, ya estar�.
Quien ha
estado, nunca lo olvidar�.
(Proverbio sovi�tico sobre las prisiones)
Muy
pocos campos de concentraci�n sovi�ticos llegaron intactos al presente, sino en
ruinas. Por eso, es curioso que buen n�mero de shtrafnye izolyhateri (celdas de
aislamiento o, el acr�nimo inevitable, Shizo) contin�en de pie. Langpunkt 7 en
Ukhtpeshlag (Ukhta, Rep�blica Komi) s�lo queda el pabell�n de celdas punitivas,
ahora un oficina de un mec�nico de autos armenio. �l dej� las rejas de las
ventanas tal cual estaban, con la esperanza, seg�n �l, de que "Solzhenitsyn
compre mi propiedad". El lagpunkt
agr�cola de Aizherom, en Lokchimlag, no queda nada, excepto, una vez m�s, las
celdas de castigo hoy transformadas en la residencia de varias familias. Uno de
los ancianos que viven all� elogia la solidez de una de las puertas. �sta
todav�a tiene en el centro un gran "agujero de Judas" para que los guardias
espiaran a los presos y les arrojaran raciones de pan.
La longevidad de esos pabellones son
el testimonio de la solidez de la construcci�n. Siendo frecuentemente las �nicas
obras de mamposter�a en un campo de madera, eran el �rea de prisi�n dentro de la
zona de prisi�n. "Una edificaci�n sombr�a de piedra" fue como un preso describi�
el pabell�n punitivo en su campo. "Portones externos, portones internos,
centinelas armados en cada esquina".
En la d�cada de 1940, Mosc� emiti�
instrucciones minuciosas, describiendo tanto la construcci�n de las celdas
punitivas como las normas para los condenados a vivir all�. Cada lagpunkt (o
grupo de lagpunkts, en el caso de los menores) ten�a un pabell�n punitivo, en
general en las afueras de la zona de prisi�n o, si estaban dentro, "cercadas por
una cerca infranqueable" a alguna distancia de las otras edificaciones del
campo. De acuerdo con un prisionero, esa restricci�n tal vez no fuese necesaria,
ya que muchos prisioneros procuraban evitar la celda punitiva "rode�ndola a
distancia, ni siquiera mirando en direcci�n de aquellas paredes de piedra
cenicienta, interrumpidas por la abertura que parec�a exhalar un vac�o oscuro y
helado".
Todo el complejo de campos deb�a
tener un pabell�n central de celdas de castigo cerca de la sede (Magadan,
Vorkuta, Norilsk). En la realidad, ese pabell�n central era muchas veces una
cadena enorme, que conforme a las normas, "debe estar en el lugar lo m�s
distante posible de las regiones habitadas y de las v�as de transporte, ser bien
custodiadas y asegurar completo aislamiento. La guardia debe componerse s�lo de
los francotiradores m�s confiables, disciplinados y expertos, seleccionados
entre los trabajadores libres". Tales cadenas centrales conten�an tanto celdas
comunes como solitarias. Esas �ltimas ten�an que ser de una construcci�n
especial, aparte, y eran reservadas a "elementos particularmente nocivos". Los
presos mantenidos en aislamiento no eran llevados a trabajar. Adem�s, les
quedaba vedado todo tipo de ejercicio, aparte de tabaco, papel y f�sforos. Eso
ven�a a acrecentar las restricciones "ordinarias" que se aplicaban a quien
estaba en las celdas comunes: nada de cartas, ni de remesas de afuera, ni de
visitas de familiares".
A primera vista, la
existencia de celdas punitivas parece contradecir los principios econ�micos
generales en que se basaba el Gulag. Mantener edificaciones especiales y
guardias adicionales era caro. Mantener detenidos lejos del trabajo era un
desperdicio. Todav�a desde el punto de vista de la administraci�n de los campos,
las celdas eran no una forma extra de tortura sino parte integral del vasto
esfuerzo para hacer que los presos rindieran m�s. Junto con las raciones
reducidas, el r�gimen punitivo se destinaba a (1) intimidad a los otkazchiki,
los que se rehusaban a trabajar; y (2) castigar a los perpetradores de alg�n
crimen en el campo, como el homicidio o tentativa de fuga.
Dado que esos dos tipos de delito
tend�an a ser cometidos por distintos tipos de prisioneros, las celdas
punitivas, en algunos campos, ten�an un ambiente extra�o. Por un lado estaban
repletas de bandidos profesionales, m�s propensos a matar y escapar. Por otro
lado, sin embargo, otra categor�a comenz� a llenarlas: los presos religiosos,
tanto hombres como mujeres, las monashki, "monjas" que, por principio, tambi�n
se negaban a trabajar para el Satan�s sovi�tico. La finlandesa Aino Kuusinen,
por ejemplo, estaba en un lagpunkt de Potma cuyo comandante construy� un
barrac�n de castigo s�lo para las mujeres profundamente religiosas que "se
rehusaban a trabajar y pasaban el tiempo rezando el voz alta y entonando
himnos". Ellas no com�an con las otras prisioneras; en vez de eso, recib�an
raciones disciplinarias en aquel barrac�n. Dos veces al d�a, guardias armados
las acompa�aban a las letrinas. "De tiempo en tiempo, el comandante las visitaba
con el l�tigo en la mano, y gritos agudos de dolor resonaban en el barrac�n;
ellas sol�an ser desnudadas antes de ser azotadas, pero ninguna crueldad
consegu�a hacerlas desistir de las oraciones y de los ayunos". Acababan siendo
llevadas a pesar de todo. Aino cre�a que hab�an sido fusiladas.
Otros tipos de
"refractarios" inveterados tambi�n iban a parar a celdas punitivas. Adem�s, la
propia existencia de esas celdas impon�a una lecci�n a los presos: pod�an o
trabajar, o quedarse algunos d�as all�, con raciones cada vez menores, sufriendo
fr�o e incomodidad, pero no asistiendo a los bosques y otros lugares de trabajo.
Lev Razgon narra la historia del conde Tyszkiewicz, arist�crata polaco que,
vi�ndose en un campo maderero siberiano, calcul� que no sobrevivir�a con las
raciones entregadas y simplemente se neg� a trabajar. Estim� que as� ahorrar�a
las fuerzas, incluso recibiendo apenas la raci�n disciplinaria.
"Toda ma�ana, antes
que las columnas de zeks se alineasen en el patio y los presos fuesen conducidos
marchando afuera al campo, dos carceleros sacaban a Tyszkiewicz a la celda
punitiva. Cabello corto y gris le cubr�a el rostro y la cabeza rapada, y vest�a
los restos de un antiguo capote, pero sin polainas. El oficial encargado de
seguridad del campo daba inicio a la reprimenda did�ctica diaria: "Pues bien,
conde de m..., est�pido de m..., �va o no va a trabajar?".
"No, se�or, no puedo
trabajar", respond�a el conde con voz muy firme.
"Ah, no puede, �es
eso, m...?".
El oficial entonces explicaba
p�blicamente al conde lo que pensaba de �l y de sus parientes pr�ximos y
distantes y lo que har�a luego con �l, muy pronto. Ese espect�culo diario era
fuente de satisfacci�n general para los otros detenidos".
Pero, aunque Razgon cuente la
historia con humor, tal estrategia era muy arriesgada, pues el r�gimen de
castigo no era concebido para ser agradable. Oficialmente, las raciones
disciplinarias diarias para presos que no cumpl�an las metas eran de 300 gramos
de "pan negro de centeno", 5 gramos de harina, 25 gr. de trigo cerraceno o
macarr�n, 27 gramos de carne y 170 gramos de papa. A pesar de que esa ya fuese
una cantidad �nfima de comida, los presos que quedaban en las celdas punitivas
recib�an todav�a menos: 300 gramos de aquel pan negro al d�a, m�s agua caliente
y "alimento l�quido caliente" (o sea, sopa) s�lo una vez cada tres d�as.
A pesar de esto, para
la mayor�a de los presos el aspecto m�s desagradable del r�gimen punitivo no
estaba en el tormento f�sico - la edificaci�n aislada, la comida miserable -
sino en los otros suplicios que daban los caprichos del comando central. Las
literas compartidas, por ejemplo, pod�an ser sustituidas por un simple banco. O
el pan pod�a ser hecho con cereal no procesado. O, entonces, el "alimento
l�quido caliente" pod�a ser incluso mucho m�s aguado. Janusz Bardach fue puesto
en una celda de castigo cuyo piso quedaba cubierto de agua y cuyas paredes
h�medas estaban cubiertas de hongos:
"Mi ropa interior ya estaba mojada,
y yo temblaba. Sent�a rigidez y calambres en el cuello y los hombros. La madera
del banco, bruta y empapada, se estaba pudriendo, principalmente en los bordes
[...] el banco era tan estrecho que yo no pod�a estar de espaldas y, cuando
quedaba de lado, las piernas colgaban del borde; ten�a que mantenerlas dobladas
todo el tiempo. Era dif�cil incluso decidir de qu� lado estar: de un lado la
cara quedaba apretada contra la pared; del otro, la espalda quedaba mojada".
La humedad era com�n,
tanto como el fr�o. Aunque las normas determinasen que la temperatura en las
celdas punitivas no pod�a ser inferior a 16�, el cumplimiento era descuidado con
frecuencia. Gustav Herling recordar�a que, en su pabell�n de castigo, "las
ventanas de las peque�as celdas no ten�an ni vidrios ni tablas, de modo que la
temperatura nunca era m�s alta que all� afuera". Herling describi� otros medios
por los cuales las celdas eran concebidas para crear incomodidad:
"Mi celda era tan baja que yo
consegu�a tocar el techo con la mano [...] era imposible sentarme en la litera
de arriba sin doblar la espalda contra el techo; s�lo se pod�a entrar en la de
abajo con un movimiento de inmersi�n, y para salir era preciso pararse en la
madera, como un nadador en un banco de arena. La distancia entre el borde de la
litera y el balde sanitario en la puerta era menos que un paso normal".
Los comandantes de campo tambi�n
estaban autorizados a decidir si los presos usar�an ropa en la celda (muchos
eran mantenidos s�lo con ropa interior) y si los mandar�an a trabajar. Cuando
los presos no trabajaban, permanec�an en el fr�o de las celdas todo el d�a sin
ejercicio. Cuando trabajaban pasaban mucha hambre. Nadezhda Ulyanovskaya qued�
un mes a base de raciones disciplinarias, y a�n as� le hicieron trabajar. "Viv�a
con ganas de comer", escribir�a. "Comenc� a hablar s�lo de comida".
Por los cambios frecuentemente inesperados en el r�gimen punitivo, lo spresos
mor�an de miedo de ser mandados a las celdas. "All� los prisioneros lloraban
como beb�s, prometiendo ser buenitos s�lo para salir", escribir�a Herling.
En los complejos mayores, hab�an
tipos diversos de tormentos: no s�lo celdas punitivas, sino tambi�n barracones y
hasta lagpunkts punitivos. En 1933, el Dmitlag, campo que construy� el Canal
Mosc�-Volga, estableci� un "lagpunkt de r�gimen estricto" para los "refractarios
al trabajo, fugitivos, ladrones y otros". A fin de garantizar la seguridad, la
jefatura de campo prescribi� que el nuevo lagpunkt tuviera doble valla de
alambre de p�as; que guardias adicionales condujesen a los presos al trabajo; y
que los presos hiciesen trabajo manual pesado en lugares donde fuese dif�cil
escapar".
M�s o menos en la misma �poca,
Dalstroi construy� un lagpunkt disciplinar que, al final de los a�os de 1930 se
convertir�a en uno de los m�s infames del Gulag: Serpantinnaya (o Serpantinka),
al costado septentrional de los montes por encima de Magadan. Cuidadosamente
situado para recibir poco sol, m�s fr�o y m�s oscuridad que los otros campos del
complejo (localizados en los valles de suyo muy fr�os y oscuros durante gran
parte del a�o), el campo punitivo de Dalstri era m�s fortificado que los otros
lagpunkts y tambi�n sirvi� de local de ejecuci�n en 1937 y 1938. Su nombre era
usado para amedrentar a los presos, que igualaban la idea de Serpantinka a una
sentencia de muerte.
Uno de los poqu�simos sobrevivientes describir�a el alojamiento como "tan
sobrepoblado que los prisioneros rezaban para sentarse en el suelo, mientras los
otros restantes permanec�an de pie. Por la ma�ana, la puerta se abr�a y llamaban
entre diez y doce prisioneros por el nombre. Nadie respond�a. Ah�, los primeros
que estaban a mano eran arrastrados para afuera y fusilados".
En realidad, se sabe muy poco sobre
Serpantinka, en buena parte porque sobrevivi� muy poca gente como para decir lo
que era ese campo. Se sabe a�n menos sobre los lagpunkts de castigo establecidos
en otros lugares; por ejemplo, el de Iskitim (del complejo de Siblag),
construido en una cantera de piedra caliza. All�, los presos trabajaban sin
maquinaria ni equipamiento, excavando con las propias manos. Tarde o temprano el
polvo mataba a muchos, y derivaba en enfermedades pulmonares y otros problemas
respiratorios.
Anna Larina, la joven esposa de Bukharin, fue encarcelada all� durante un breve
per�odo. La mayor parte de los dem�s prisioneros (y muertos) de Iskitim contin�a
an�nima.
No fueron sin embargo
olvidados del todo. El sufrimiento de los cautivos afect� tan profundamente la
imaginaci�n del pueblo de Iskitim que, muchas d�cadas despu�s, el surgimiento de
una nueva fuente de agua en una colina al lado del antiguo campo ser�a recibida
como un milagro. Dado que el barranco abajo de la fuente era, seg�n la tradici�n
local, lugar de ejecuci�n en masa de los prisioneros, los habitantes cre�an que
el agua santa era la manera por la cual Dios decidi� mantener vivo el recuerdo
de aquellos muertos. Un d�a silencioso y helado al final del invierno siberiano,
cuando el suelo a�n estaba cubierto por un metro de nieve, pueden verse grupos
de fieles subiendo el cerro hasta la fuente, llenar botellas y vasos de pl�stico
con el agua limpia y beberla reverentemente, a veces mirando, de modo solemne,
barranco abajo.
De "Gulag. Una historia de los campos de prisioneros sovi�ticos". Anne Applebaum.
Editorial Sinergia. 2009.
Reeditado en
�El manual del Gulag�. Rossi. p�g. 460.