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Shizo: las celdas punitivas[*]

�ltima modificaci�n: 03 de marzo de 2010 | Descargar en formato PDF

 

Quien no ha estado all�, ya estar�.

Quien ha estado, nunca lo olvidar�.

(Proverbio sovi�tico sobre las prisiones)[1]

 

Muy pocos campos de concentraci�n sovi�ticos llegaron intactos al presente, sino en ruinas. Por eso, es curioso que buen n�mero de shtrafnye izolyhateri (celdas de aislamiento o, el acr�nimo inevitable, Shizo) contin�en de pie. Langpunkt 7 en Ukhtpeshlag (Ukhta, Rep�blica Komi) s�lo queda el pabell�n de celdas punitivas, ahora un oficina de un mec�nico de autos armenio. �l dej� las rejas de las ventanas tal cual estaban, con la esperanza, seg�n �l, de que "Solzhenitsyn compre mi propiedad". El lagpunkt[2] agr�cola de Aizherom, en Lokchimlag, no queda nada, excepto, una vez m�s, las celdas de castigo hoy transformadas en la residencia de varias familias. Uno de los ancianos que viven all� elogia la solidez de una de las puertas. �sta todav�a tiene en el centro un gran "agujero de Judas" para que los guardias espiaran a los presos y les arrojaran raciones de pan.

 

La longevidad de esos pabellones son el testimonio de la solidez de la construcci�n. Siendo frecuentemente las �nicas obras de mamposter�a en un campo de madera, eran el �rea de prisi�n dentro de la zona de prisi�n. "Una edificaci�n sombr�a de piedra" fue como un preso describi� el pabell�n punitivo en su campo. "Portones externos, portones internos, centinelas armados en cada esquina"[3].

 

En la d�cada de 1940, Mosc� emiti� instrucciones minuciosas, describiendo tanto la construcci�n de las celdas punitivas como las normas para los condenados a vivir all�. Cada lagpunkt (o grupo de lagpunkts, en el caso de los menores) ten�a un pabell�n punitivo, en general en las afueras de la zona de prisi�n o, si estaban dentro, "cercadas por una cerca infranqueable" a alguna distancia de las otras edificaciones del campo. De acuerdo con un prisionero, esa restricci�n tal vez no fuese necesaria, ya que muchos prisioneros procuraban evitar la celda punitiva "rode�ndola a distancia, ni siquiera mirando en direcci�n de aquellas paredes de piedra cenicienta, interrumpidas por la abertura que parec�a exhalar un vac�o oscuro y helado"[4].

 

Todo el complejo de campos deb�a tener un pabell�n central de celdas de castigo cerca de la sede (Magadan, Vorkuta, Norilsk). En la realidad, ese pabell�n central era muchas veces una cadena enorme, que conforme a las normas, "debe estar en el lugar lo m�s distante posible de las regiones habitadas y de las v�as de transporte, ser bien custodiadas y asegurar completo aislamiento. La guardia debe componerse s�lo de los francotiradores m�s confiables, disciplinados y expertos, seleccionados entre los trabajadores libres". Tales cadenas centrales conten�an tanto celdas comunes como solitarias. Esas �ltimas ten�an que ser de una construcci�n especial, aparte, y eran reservadas a "elementos particularmente nocivos". Los presos mantenidos en aislamiento no eran llevados a trabajar. Adem�s, les quedaba vedado todo tipo de ejercicio, aparte de tabaco, papel y f�sforos. Eso ven�a a acrecentar las restricciones "ordinarias" que se aplicaban a quien estaba en las celdas comunes: nada de cartas, ni de remesas de afuera, ni de visitas de familiares"[5].

 

A primera vista, la existencia de celdas punitivas parece contradecir los principios econ�micos generales en que se basaba el Gulag. Mantener edificaciones especiales y guardias adicionales era caro. Mantener detenidos lejos del trabajo era un desperdicio. Todav�a desde el punto de vista de la administraci�n de los campos, las celdas eran no una forma extra de tortura sino parte integral del vasto esfuerzo para hacer que los presos rindieran m�s. Junto con las raciones reducidas, el r�gimen punitivo se destinaba a (1) intimidad a los otkazchiki, los que se rehusaban a trabajar; y (2) castigar a los perpetradores de alg�n crimen en el campo, como el homicidio o tentativa de fuga.

 

Dado que esos dos tipos de delito tend�an a ser cometidos por distintos tipos de prisioneros, las celdas punitivas, en algunos campos, ten�an un ambiente extra�o. Por un lado estaban repletas de bandidos profesionales, m�s propensos a matar y escapar. Por otro lado, sin embargo, otra categor�a comenz� a llenarlas: los presos religiosos, tanto hombres como mujeres, las monashki, "monjas" que, por principio, tambi�n se negaban a trabajar para el Satan�s sovi�tico. La finlandesa Aino Kuusinen, por ejemplo, estaba en un lagpunkt de Potma cuyo comandante construy� un barrac�n de castigo s�lo para las mujeres profundamente religiosas que "se rehusaban a trabajar y pasaban el tiempo rezando el voz alta y entonando himnos". Ellas no com�an con las otras prisioneras; en vez de eso, recib�an raciones disciplinarias en aquel barrac�n. Dos veces al d�a, guardias armados las acompa�aban a las letrinas. "De tiempo en tiempo, el comandante las visitaba con el l�tigo en la mano, y gritos agudos de dolor resonaban en el barrac�n; ellas sol�an ser desnudadas antes de ser azotadas, pero ninguna crueldad consegu�a hacerlas desistir de las oraciones y de los ayunos". Acababan siendo llevadas a pesar de todo. Aino cre�a que hab�an sido fusiladas[6].

 

Otros tipos de "refractarios" inveterados tambi�n iban a parar a celdas punitivas. Adem�s, la propia existencia de esas celdas impon�a una lecci�n a los presos: pod�an o trabajar, o quedarse algunos d�as all�, con raciones cada vez menores, sufriendo fr�o e incomodidad, pero no asistiendo a los bosques y otros lugares de trabajo. Lev Razgon narra la historia del conde Tyszkiewicz, arist�crata polaco que, vi�ndose en un campo maderero siberiano, calcul� que no sobrevivir�a con las raciones entregadas y simplemente se neg� a trabajar. Estim� que as� ahorrar�a las fuerzas, incluso recibiendo apenas la raci�n disciplinaria.

 

"Toda ma�ana, antes que las columnas de zeks se alineasen en el patio y los presos fuesen conducidos marchando afuera al campo, dos carceleros sacaban a Tyszkiewicz a la celda punitiva. Cabello corto y gris le cubr�a el rostro y la cabeza rapada, y vest�a los restos de un antiguo capote, pero sin polainas. El oficial encargado de seguridad del campo daba inicio a la reprimenda did�ctica diaria: "Pues bien, conde de m..., est�pido de m..., �va o no va a trabajar?".

 

"No, se�or, no puedo trabajar", respond�a el conde con voz muy firme.

 

"Ah, no puede, �es eso, m...?".

 

El oficial entonces explicaba p�blicamente al conde lo que pensaba de �l y de sus parientes pr�ximos y distantes y lo que har�a luego con �l, muy pronto. Ese espect�culo diario era fuente de satisfacci�n general para los otros detenidos"[7].

 

Pero, aunque Razgon cuente la historia con humor, tal estrategia era muy arriesgada, pues el r�gimen de castigo no era concebido para ser agradable. Oficialmente, las raciones disciplinarias diarias para presos que no cumpl�an las metas eran de 300 gramos de "pan negro de centeno", 5 gramos de harina, 25 gr. de trigo cerraceno o macarr�n, 27 gramos de carne y 170 gramos de papa. A pesar de que esa ya fuese una cantidad �nfima de comida, los presos que quedaban en las celdas punitivas recib�an todav�a menos: 300 gramos de aquel pan negro al d�a, m�s agua caliente y "alimento l�quido caliente" (o sea, sopa) s�lo una vez cada tres d�as[8].

 

A pesar de esto, para la mayor�a de los presos el aspecto m�s desagradable del r�gimen punitivo no estaba en el tormento f�sico - la edificaci�n aislada, la comida miserable -  sino en los otros suplicios que daban los caprichos del comando central. Las literas compartidas, por ejemplo, pod�an ser sustituidas por un simple banco. O el pan pod�a ser hecho con cereal no procesado. O, entonces, el "alimento l�quido caliente" pod�a ser incluso mucho m�s aguado. Janusz Bardach fue puesto en una celda de castigo cuyo piso quedaba cubierto de agua y cuyas paredes h�medas estaban cubiertas de hongos:

 

"Mi ropa interior ya estaba mojada, y yo temblaba. Sent�a rigidez y calambres en el cuello y los hombros. La madera del banco, bruta y empapada, se estaba pudriendo, principalmente en los bordes [...] el banco era tan estrecho que yo no pod�a estar de espaldas y, cuando quedaba de lado, las piernas colgaban del borde; ten�a que mantenerlas dobladas todo el tiempo. Era dif�cil incluso decidir de qu� lado estar: de un lado la cara quedaba apretada contra la pared; del otro, la espalda quedaba mojada"[9].

 

La humedad era com�n, tanto como el fr�o. Aunque las normas determinasen que la temperatura en las celdas punitivas no pod�a ser inferior a 16�, el cumplimiento era descuidado con frecuencia. Gustav Herling recordar�a que, en su pabell�n de castigo, "las ventanas de las peque�as celdas no ten�an ni vidrios ni tablas, de modo que la temperatura nunca era m�s alta que all� afuera". Herling describi� otros medios por los cuales las celdas eran concebidas para crear incomodidad:

 

"Mi celda era tan baja que yo consegu�a tocar el techo con la mano [...] era imposible sentarme en la litera de arriba sin doblar la espalda contra el techo; s�lo se pod�a entrar en la de abajo con un movimiento de inmersi�n, y para salir era preciso pararse en la madera, como un nadador en un banco de arena. La distancia entre el borde de la litera y el balde sanitario en la puerta era menos que un paso normal"[10].

 

Los comandantes de campo tambi�n estaban autorizados a decidir si los presos usar�an ropa en la celda (muchos eran mantenidos s�lo con ropa interior) y si los mandar�an a trabajar. Cuando los presos no trabajaban, permanec�an en el fr�o de las celdas todo el d�a sin ejercicio. Cuando trabajaban pasaban mucha hambre. Nadezhda Ulyanovskaya qued� un mes a base de raciones disciplinarias, y a�n as� le hicieron trabajar. "Viv�a con ganas de comer", escribir�a. "Comenc� a hablar s�lo de comida"[11]. Por los cambios frecuentemente inesperados en el r�gimen punitivo, lo spresos mor�an de miedo de ser mandados a las celdas. "All� los prisioneros lloraban como beb�s, prometiendo ser buenitos s�lo para salir", escribir�a Herling[12].

 

En los complejos mayores, hab�an tipos diversos de tormentos: no s�lo celdas punitivas, sino tambi�n barracones y hasta lagpunkts punitivos. En 1933, el Dmitlag, campo que construy� el Canal Mosc�-Volga, estableci� un "lagpunkt de r�gimen estricto" para los "refractarios al trabajo, fugitivos, ladrones y otros". A fin de garantizar la seguridad, la jefatura de campo prescribi� que el nuevo lagpunkt tuviera doble valla de alambre de p�as; que guardias adicionales condujesen a los presos al trabajo; y que los presos hiciesen trabajo manual pesado en lugares donde fuese dif�cil escapar"[13].

 

M�s o menos en la misma �poca, Dalstroi construy� un lagpunkt disciplinar que, al final de los a�os de 1930 se convertir�a en uno de los m�s infames del Gulag: Serpantinnaya (o Serpantinka), al costado septentrional de los montes por encima de Magadan. Cuidadosamente situado para recibir poco sol, m�s fr�o y m�s oscuridad que los otros campos del complejo (localizados en los valles de suyo muy fr�os y oscuros durante gran parte del a�o), el campo punitivo de Dalstri era m�s fortificado que los otros lagpunkts y tambi�n sirvi� de local de ejecuci�n en 1937 y 1938. Su nombre era usado para amedrentar a los presos, que igualaban la idea de Serpantinka a una sentencia de muerte[14]. Uno de los poqu�simos sobrevivientes describir�a el alojamiento como "tan sobrepoblado que los prisioneros rezaban para sentarse en el suelo, mientras los otros restantes permanec�an de pie. Por la ma�ana, la puerta se abr�a y llamaban entre diez y doce prisioneros por el nombre. Nadie respond�a. Ah�, los primeros que estaban a mano eran arrastrados para afuera y fusilados"[15].

 

En realidad, se sabe muy poco sobre Serpantinka, en buena parte porque sobrevivi� muy poca gente como para decir lo que era ese campo. Se sabe a�n menos sobre los lagpunkts de castigo establecidos en otros lugares; por ejemplo, el de Iskitim (del complejo de Siblag), construido en una cantera de piedra caliza. All�, los presos trabajaban sin maquinaria ni equipamiento, excavando con las propias manos. Tarde o temprano el polvo mataba a muchos, y derivaba en enfermedades pulmonares y otros problemas respiratorios[16]. Anna Larina, la joven esposa de Bukharin, fue encarcelada all� durante un breve per�odo. La mayor parte de los dem�s prisioneros (y muertos) de Iskitim contin�a an�nima[17].

 

No fueron sin embargo olvidados del todo. El sufrimiento de los cautivos afect� tan profundamente la imaginaci�n del pueblo de Iskitim que, muchas d�cadas despu�s, el surgimiento de una nueva fuente de agua en una colina al lado del antiguo campo ser�a recibida como un milagro. Dado que el barranco abajo de la fuente era, seg�n la tradici�n local, lugar de ejecuci�n en masa de los prisioneros, los habitantes cre�an que el agua santa era la manera por la cual Dios decidi� mantener vivo el recuerdo de aquellos muertos. Un d�a silencioso y helado al final del invierno siberiano, cuando el suelo a�n estaba cubierto por un metro de nieve, pueden verse grupos de fieles subiendo el cerro hasta la fuente, llenar botellas y vasos de pl�stico con el agua limpia y beberla reverentemente, a veces mirando, de modo solemne, barranco abajo.

 


Notas:

[*] De "Gulag. Una historia de los campos de prisioneros sovi�ticos". Anne Applebaum. Editorial Sinergia. 2009.

[1] Reeditado en �El manual del Gulag�. Rossi. p�g. 460.

[2] Peque�o campo de trabajo.

[3] "Lagernyivrach". Kaufman, A. l. Tel Aviv. 1973. p�g. 249.

[4] "Un mundo aparte". Herling, Gustav. Trad. Andrzej Ciolkosz. Londres. 1951. p�g. 199.

[5] Garf (Archivo del EStado de la Federaci�n Rusa). Mosc�. 9401/12/316.

[6] "Los anillos del destino". Kuusinen, Aino. Trad. Paul Stevenson. Nueva York. 1974. p�gs. 201-2.

[7] "Historias verdaderas". Razgon, Lev. Mosc�. 1989. p�gs. 139-40.

[8] Garf (Archivo del EStado de la Federaci�n Rusa). Mosc�. 9401/1/713 e 9401/12/316.

[9] "El hombre es un lobo para el hombre: sobreviviendo el Gulag de Stalin". Bardach, Janusz (con Kathleen Gleeson). Londres. 1998. p�g. 213-15.

[10] "Un mundo aparte". Herling, Gustav. Trad. Andrzej Ciolkosz. Londres. 1951. p�gs. 199-200.

[11] "Istoriya odnoisemyi". Ulyanovskaya, Nadezhda y Maya. Nueva York. 1982. p�g. 358.

[12] "Un mundo aparte". Herling, Gustav. Trad. Andrzej Ciolkosz. Londres. 1951. p�g. 200.

[13] Garf (Archivo del EStado de la Federaci�n Rusa). Mosc�. 9489/2/5.

[14] "Capital del Gulag: Magadan en el inicio de la era de Stalin, 1929-1941". Nordlander, David. UNC Chapei Hill. 1997. p�gs. 230-31.

[15] "Mi viaje". Adamova-Sliozberg, Olga. Mosc�. 1993. p�g. 66.

[16] Svetlana Doinisena, directora del museo de historia de Iskitim, entrevista con la autora, 1 de marzo de 1999.

[17] "Lagernaya Pyl". en Vozvrashcheniepamyati, vol. 1. L. Samakhova. p�gs. 38-42.
 

 

 

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