(De "Ilusi�n
perdida". Freda
Utley. Fireside
Press, Inc. 1948)
Tuve
mi primera
experiencia �ntima
con el servicio
m�dico gratuito en
los hospitales que
los visitantes
extranjeros a la
Uni�n Sovi�tica
describen en
t�rminos tan
entusiastas, durante
mi segundo invierno
en Mosc�.
Yo
estaba embarazada, y
fui lo
suficientemente
tonta, en A�o Nuevo,
como para cargar
hasta casa once
kilos de patatas que
hab�a conseguido por
milagro. El tranv�a,
como siempre, estaba
hasta el tope y en
la pelea por
conseguir atravesar
y salir al frente
mis gafas fueron
arrojadas al suelo.
Durante mis
esfuerzos miopes por
recuperarlas, fui
muy mal empujada.
Llegu� a casa
exhausta y temblando
pero no sab�a que me
hab�a da�ado. Esa
noche fuimos a una
fiesta de A�o Nuevo
en la casa de mi
amiga Jane. Para
medianoche me estaba
sintiendo mal, por
lo que pasamos la
noche en el cuarto
grande de Jane con
ella y Michael, otro
antiguo amigo, que
hab�a llegado a
Mosc� desde
Inglaterra a inicios
de 1931, y que era
miembro del Partido
Comunista Brit�nico.
A la
ma�ana siguiente,
sola con Michael
despu�s de que Jane
y Arcadi
se hab�an ido a
trabajar, tuve el
aborto. Michael no
pudo encontrar a
Arcadi por tel�fono,
porque hab�a una
sola l�nea en su
oficina y no
funcionaba. Por esto
se fue a buscar a
Arcadi en un droshki.
Arcadi trat� por dos
horas de conseguir
un doctor y
finalmente vino con
uno que hab�a
encontrado
"comercialmente". El
doctor a cuyos
servicios ameritaba
mi mebres�a sindical
lleg� unas seis
horas m�s tarde y
obviamente no era un
m�dico en absoluto,
sino una desali�ada,
sucia y demacrada
mujer joven a quien
no dejar�a tocarme.
Su �nica utilidad
para m� fue firmar
el certificado
necesario para mi
oficina de que yo
estaba enferma.
Hacia
la noche el dolor
hab�a disminuido y
el m�dico verdadero
dijo que si no
empeoraba otra vez
s�lo necesitaba
quedarme quieta. Si
el dolor regresaba,
deb�a ir a la "casa
de abortos" m�s
cercana para un
raspaje.
Al
d�a siguiente al
mediod�a estaba en
agon�a. Michael,
tras telefonear a
Arcadi, se sent� a
mi lado tratando de
calmarme hasta que
Arcadi consiguiera
un taxi para
llevarme al
hospital. All� tuvo
que dejarme. Yo
estaba atada a una
mesa de operaciones
y fui raspada por
una "cirujana" que
ni siquiera lav� sus
manos antes de
operarme, y cuya
apariencia se
asemejaba m�s a la
de una prostituta
que la de un doctor.
No me
dieron cloroformo y
el dolor era
enloquecedor. Me
llevaron al piso de
arriba a un cuarto
peque�o de alrededor
de 3m2, con cinco
camas dentro. Me
dieron un paquete de
hielo y me dejaron
all�. Nadie me vino
a ver, nadie me
lav�. No hab�a
enfermera o
asistente de ninguna
clase. Las otras
pacientes me rogaron
por un pedazo de
jab�n que hab�a
tra�do conmigo. Era
la �nica de las
cinco que ten�a
jab�n y el hospital
no prove�a nada.
Alrededor de las
once a la ma�ana
siguiente, tras un
desayuno aguado de
gachas me ordenaron
que me levantara y
fuese abajo.
Protest� que estaba
sangrando y no
deber�a caminar.
Nadie prest�
atenci�n. Abajo fui
puesta nuevamente en
la mesa de
operaciones, sujeta
por cuatro
asistentes, y
raspada otra vez.
Grit�: "�por qu� dos
veces?". Pero nadie
prest� atenci�n.
Despu�s de eso me
quebr� y me puse a
llorar. Hab�a estado
sufriendo por
cuarenta y ocho
horas, el dolor era
ag�nico, el lugar
era inmundo y yo me
sent�a en una
pesadilla. Cuando
pregunt� por algo
con lo que limpiarme
la sangre, la
"enfermera" recogi�
un pedazo sucio de
algod�n del suelo y
me lo dio.
Decid� salir de este
terrible "hospital"
antes de contraer
alguna horrible
enfermedad. Envi�
una nota a Arcadi
pidi�ndole que me
sacara de all� de
alguna forma. Al
comienzo no me
dejar�an salir, pero
despu�s de que �l
les dijo que yo era
una periodista
inglesa, se
asustaron. Una
amable doctora joven
y limpia que hablaba
franc�s me vino a
ver. Finalmente me
explic� que la
primera "doctora"
hab�a olvidado
escribir en mi
registro que ya me
hab�an operado, y
por eso lo hicieron
dos veces.
Notas: