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EL TERROR ROJO

 

 

INVESTIGACIONES | Alerta 360 Internacional

 

Trotsky: la verdad oculta
Por Cynthia Caden
�ltima modificaci�n: 27 de agosto de 2010 | Descargar completo en formato PDF

 

Tabla de contenidos
1. Pr�logo
2. Introducci�n / Historia conocida
3. Mucho menos conocido
4. La destrucci�n de Rusia
5. El verdadero Trotsky: el Ej�rcito Rojo
6. El Terror Rojo
7. Contra la religi�n
8. Conclusiones
9. Bibliograf�a relacionada

 
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Conclusiones

Si alguien a�n tiene la tentaci�n de creer que Trotsky no form� parte de los eventos acaecidos desde los inicios de la revoluci�n, lea su proclamaci�n de victoria de 1917: "La abolici�n de los derechos de propiedad de los terratenientes y el control de producci�n de los obreros, ahora est� asegurado. Hemos arrestado a todos los ministros del gobierno del zar y las cabezas de la polic�a y Okhrana, y la Okhrana ha sido declarada una organizaci�n ilegal. Todo derecho de propiedad de los terratenientes est� abolido. Comenzaremos inmediatamente con la expropiaci�n de tierras, la propiedad de la corona y de la iglesia, la imposici�n del control obrero de la industria y la completa democratizaci�n del ej�rcito y la marina"[1].

 

Trotsky ha sido considerado, aunque pocos lo sepan hoy, la "Espada de la revoluci�n", como Antony Cliff le llam�. Si bien Lenin estableci� las bases de la fundaci�n te�rica del bolchevismo, Trotsky llev� a cabo la revoluci�n. Como ardiente estudioso de la sangrienta revoluci�n francesa, jug� un papel crucial en relaci�n con el capital internacional, con agitaci�n, como propagandista, como l�der de las revueltas y organizaciones obreras y como comandante del Ej�rcito Rojo. Sin Trotsky la Rusia roja habr�a fallado, y a nivel militar no habr�a sido nada.

 

En resumen, a lo largo de esta investigaci�n nos ha quedado claro que Trotsky estaba a favor de la m�s f�rrea represi�n, no s�lo contra el enemigo de clase (punto grave ya de por s�), sino incluso contra los propios trabajadores, como en Kronstadt y tantas otras revueltas aplastadas por su propia mano.

 

Fue �l quien propuso incluso la deportaci�n de los trabajadores a campos de concentraci�n si desobedec�an al Estado. Y defendi� con toda firmeza la militarizaci�n del trabajo, no s�lo en los tiempos de guerra, sino como modelo de construcci�n del socialismo, de modo que fuese una decisi�n del Estado cada traslado y ubicaci�n para trabajar, de manera obligatoria y vinculante.

 

Defend�a que existiese un r�gimen de partido �nico, sin la menor libertad de disidencia, con todos sus partidarios y organismos totalmente controlados.

 

Como ya hemos visto, no dej� de practicar y defender todas las pr�cticas del Terror Rojo hasta que fue desplazado de los puestos de poder. Adem�s, era tan eg�latra como todo l�der comunista y sus seguidores dieron culto a su persona, como en la actualidad lo siguen haciendo.

 

Lo cierto es que debemos reconocer que en los a�os en los que Lenin y Trotsky (junto a Stalin y otros) mantuvieron el poder, se produjeron en Rusia la represi�n, el terror, la Cheka, el Gulag, el Partido �nico, las expropiaciones y robos, el aplastamiento de todo desacuerdo, la destrucci�n de una clase, la persecuci�n religiosa, la propaganda infamante, etc. Ellos fueron quienes abolieron el derecho a huelga, la prensa libre, el derecho a la libertad de religi�n, las elecciones y toda oposici�n pol�tica, y ejecutaron a cientos de miles de hombres, mujeres y ni�os inocentes.

 

Trotsky fue el primero y m�s peligroso de los oponentes de Stalin. En �l Stalin concentrar�a, con el correr de los a�os, todo el poder de su inmensa capacidad de malicia pol�tica[2]. Es cierto que, reforzando el mismo estilo de su predecesor, Stalin no soportaba la m�s m�nima disidencia, y finalmente acab� con absolutamente todos los antiguos colaboradores de Lenin. Y tambi�n es verdad que para ello se val�a de enga�os, porque no le servir�a ventilar de sus antiguos camaradas los verdaderos cr�menes de los que participaba todo el liderazgo bolchevique, �l incluido.

 

Pero todas estas acciones en su contra no modifican el hecho de que Trotsky no disent�a porque le escandalizaran las pol�ticas genocidas de Stalin. De hecho lleg� incluso a criticar algunas de sus acciones de represi�n por considerarlas m�s lentas de lo que �l habr�a preferido. No se trataba entonces de la lucha de un idealista contra un asesino. No. De hecho, en su enfrentamiento era Trotsky quien deseaba internacionalizar la carnicer�a que Stalin manten�a circunscripta en principio a la Uni�n Sovi�tica. Lo que les enfrentaba se trat�, entonces, de una simple lucha de poder, en donde Stalin mostr� m�s pericia para alcanzarlo y mantenerlo que su contrincante, igualmente peligroso pero menos astuto a estos efectos.

 

Una vez ca�do en desgracia ante el partido, sin poder y fuera del pa�s, Trotsky s�lo recibir�a la misma moneda que �l mismo hab�a utilizado con otros hasta que le toc� el turno.

 

Trotsky, m�s all� de su talento literario y oratorio, no era una figura m�s virtuosa que Lenin o Stalin. Que quede claro definitivamente: la �nica diferencia mayor entre Trotsky y sus compa�eros l�deres bolcheviques fue que al perder esa batalla, �l nunca tuvo la posibilidad de ejercer poder total. Lo cierto es que Trotsky, al igual que Stalin, no aceptaba que nadie se atreviese a contradecirlo[3]. Era un truco que ambos hab�an heredado de Lenin.

 

La debilidad de Trotsky como pol�tico qued� demostrada. El gran intelectual, gran administrador, el gran orador, carec�a de una cualidad esencial para un l�der pol�tico. Y es que Trotsky pod�a encender masas de hombres para que lo aclamaran y siguieran, pero no ten�a talento para el liderazgo entre iguales. No pudo establecer su autoridad entre colegas por las modestas artes de la persuasi�n[4]. Incluso era considerado arrogante por sus colegas[5].

 

Trotsky era bueno con los sarcasmos, y los utiliz� mucho en sus frecuentes ataques a Stalin desde el extranjero. M�s all� de la ancestral lucha de poder, su periodismo escrito en M�xico ha de haber sido suficiente raz�n para que el dictatorial Stalin lo tuviera como objetivo de muerte. Sin embargo, aunque quedaba claro que la colectivizaci�n de la agricultura involucraba una masacre del campesinado, la �nica cr�tica de Trotsky al respecto fue que la campa�a de Stalin no hab�a estado suficientemente "militarizada". Con esto quer�a decir que los campesinos no estaban siendo masacrados suficientemente r�pido[6].

 

Por dar s�lo un par de ejemplos de lo que produce su doctrina, diremos que entre los seguidores posteriores de las ideas de Trotsky podemos contar al sanguinario genocida Pol Pot[7], de Camboya, y en la actualidad al dictatorial Hugo Ch�vez de Venezuela.

 

Nadie dudar�a en tachar a los l�deres nazis como Goering (pol�tico y militar alem�n, miembro y figura prominente del Partido Nazi, lugarteniente de Hitler y comandante supremo de la Luftwaffe, la Fuerza A�rea), Himmler (Comandante en Jefe Reichsf�hrer de las SS y m�s tarde Ministro del Interior y fugazmente Comandante de los ej�rcitos del V�stula durante el sitio de Berl�n) o Goebbels (pol�tico alem�n, Ministro de Propaganda de la Alemania Nacional Socialista, figura clave en el r�gimen y amigo �ntimo del F�hrer) de criminales por su participaci�n directa en las acciones emprendidas por Hitler. Sin embargo se considera un �inocente intelectual� al creador ideol�gico, estrecho colaborador de Lenin e implementador de algunas de las herramientas de represi�n comunista bajo las cuales se mataron directamente por lo menos a cuatro millones de personas, sin incluir cifras de su colaboraci�n con otras matanzas a nivel internacional. �No deber�amos al menos ponerlo a la misma altura de los nazis?

 

Dentro de un r�gimen diferente, pero no menos sangriento (mas bien lo contrario, como quedar�a demostrado a lo largo de las d�cadas), Trotsky fue tan destacado como esas figuras nazis tan odiadas por el hombre moderno. Era la mano derecha de un dictador sanguinario y particip� de todas las decisiones que produjeron la miseria y consternaci�n de un gran grupo de naciones y los millones de personas que tuvieron la desgracia de vivir bajo su yugo.

 

Y podemos llevar a�n m�s all� el paralelo entre estos dos reg�menes genocidas, diciendo que en realidad hay poca diferencia entre la supresi�n de toda una raza (jud�a) y toda una clase (la llamada �burgues�a�, donde inclu�an a toda elite social, econ�mica y religiosa). Ambos sistemas se dedicaron a la destrucci�n arbitraria de un grupo de personas (millones), cada cual con su excusa y explicaci�n para comportarse de esa manera. Es hora de que esto quede claro. Y que nos preguntemos: �c�mo es posible que se desconozcan de tal forma los cr�menes de unos mientras se repudian los de los otros, siendo tan parecidos en causas y consecuencias?

 

Toda esta exposici�n ha dejado muy claro que la imagen poetizada de Trotsky no es m�s que una fachada construida para atraer a los idealistas que poco saben de los verdaderos sucesos en que estuvo envuelto, junto a la otra imagen idealizada de Lenin. Ahora, lo �nico que pide la historia como acto de justicia es que se consideren (y condenen) por igual los cr�menes de una ideolog�a que simplemente ha logrado ser m�s astuta para salir impune (y hasta obtener elogios) que la tristemente famosa nacional socialista alemana.
 

Notas:

[1] "Nuca m�s 4: Terror Rojo". R. J. Rummel. 2004.

[2] "El gran terror, una revaloraci�n". Robert Conquest.

[3] "�l era un asesino de masas, no un verdadero campe�n de la clase obrera". Por Clive James - 2 de abril de 2007. (Ensayo adaptado de "Amnesia cultural" de Clive James")

[4] "El gran terror, una revaloraci�n". Robert Conquest.

[5] "Stalin y la Uni�n Sovi�tica". Stephen J. Lee. Routledge. 1999.

[6] Ib�d.

[7] "La KGB en Afganist�n". Vasiliy Mitrokhin. Centro Internacional para estudiosos Woodrow Wilson. Febrero 2002.
 

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