Los
alemanes, un cap�tulo aparte
Dentro de los
traslados forzados de poblaci�n
se encuentra una de las
cat�strofes asociadas a la
Segunda Guerra Mundial menos
conocidas: la expulsi�n de los
alemanes de Prusia Oriental,
Pomerania y Silesia, as� como de
todos los h�ngaros,
checoslovacos, rumanos y
yugoslavos que sufrieron el
mismo destino por su origen
�tnico alem�n, a�n cuando en la
mayor�a de los casos sus
familias llevaban numerosas
generaciones viviendo en otra
patria.
Al final de la
guerra y despu�s, la poblaci�n
alemana estaba destinada a
sufrir la migraci�n a mayor
escala de su historia nacional.
Sin embargo, esas migraciones ya
no estaban relacionadas a los
planes de reasentamiento del
F�hrer que tuvieron lugar entre
1939 y 1941.
A�n hoy existen
dudas sobre el n�mero exacto de
personas expulsadas, dada la
extensi�n de tierras y v�ctimas
afectadas, adem�s de la habitual
dificultad para acceder con
claridad a las acciones
realizadas en pa�ses comunistas.
Sin embargo, la cifra m�s
generalmente aceptada oscila
entre 12 y 15 millones de
personas inocentes, que en su
inmensa mayor�a - cuando no
todos en muchos lugares - nada
ten�an que ver con los estragos
relacionados con el nazismo.
Como nada tiene que ver un
pueblo expatriado con los
cr�menes de un dictador en su
pa�s de origen.
De ese masivo
destierro casi desconocido, al
menos 2 millones de personas
murieron como consecuencia
directa de las fuertes carencias
y malos tratos recibidos durante
su expulsi�n. Los
sobrevivientes, por su parte,
tambi�n tuvieron que soportar
indecibles penalidades, desde la
discriminaci�n y la violencia,
hasta la p�rdida de su tierra
natal y casi todos sus bienes
muebles e inmuebles. A ello se
agregaban las peores condiciones
imaginables de hambre, clima y
maltrato, y el recorrido de
largu�simas distancias a veces a
pie antes de poder instalarse en
alg�n lugar que los aceptara.
En un principio
hubo una extensiva huida causada
por la inminencia del terror
desatado por el Ej�rcito Rojo
tras su victoria. Para intentar
ponerse a salvo, aproximadamente
4 a 5 millones de personas de
etnia alemana huyeron de sus
tierras. Muchos ya hab�an
experimentado una ocupaci�n
comunista entre 1939 y 1941, y
conoc�an bien los m�todos
represivos que utilizaban los
sovi�ticos. Otros viv�an a�n
bajo su yugo, y empezaron a
notar que su vida empeoraba
progresivamente despu�s del fin
de la guerra.
La huida de
estos millones de personas a
trav�s de caminos helados, en
precarios veh�culos de todo
tipo, bajo constantes ataques de
la aviaci�n o de las vanguardias
terrestres sovi�ticas,
constituye una de las mayores
desgracias relacionadas con la
Segunda Guerra Mundial.
Muchos pudieron
ser evacuados por v�a mar�tima.
Entre 2 y 3 millones de personas
que en su mayor�a estaban
heridas (civiles y soldados)
fueron evacuadas por la
Kriegsmarine y la Marina
Mercante alemana. Pero no fue
una operaci�n f�cil, porque
adem�s de su car�cter masivo,
los sovi�ticos interfirieron
cuanto pudieron para da�ar lo
m�s posible. Con ese objetivo,
hundieron varios buques cargados
de refugiados, y el caso m�s
tr�gico fue el del Goya que se
hundi� con casi 7.000 personas a
bordo, convirti�ndose en la
mayor cat�strofe mar�tima
registrada en la historia.
Alrededor de 25.000 personas
murieron debido a estos
hundimientos perpetrados por los
comunistas. Entre las v�ctimas
se 4 buques hospital y 8 buques
de transporte de heridos,
debidamente identificados como
tales,
constituyendo un claro delito
contra las convenciones de
guerra y los derechos humanos.
Pero a pesar de
las hu�das y los rescates, en
las regiones orientales del
Reich y en distintos pa�ses de
Europa Oriental quedaban a�n
mucha gente que pod�a � y ser�a
� atacada por su origen �tnico.
Seg�n una clasificaci�n
razonable hecha por P. Ther, se
pueden distinguir tres etapas de
la huida/exilio: primero
(fines de 1944 - primavera de
1945) medidas de evacuaci�n
tomadas por las autoridades
alemanas. Se trat� del traspaso
de los alemanes �tnicos
habitantes de los Pa�ses
B�lticos, Volhynia
y Besarabia que decidieron
adoptar la ciudadan�a alemana y
se trasladaron antes de que sus
territorios cayeran en manos
sovi�ticas.
Segundo (marzo -
abril - julio de 1945) el
llamado exilio salvaje,
cuando se produjo la evacuaci�n
masiva de civiles conforme el
Ej�rcito Rojo avanzaba por las
regiones orientales de Alemania.
Se ha de hacer una distinci�n
entre las evacuaciones ordenadas
realizadas por el ej�rcito
alem�n y las que los propios
civiles llevaron a cabo de forma
desesperada a causa del temor.
Y
tercero (tras la conclusi�n del
Tratado de Potsdam
y una serie de acuerdos
consecuentes) llegar�a el turno
de la etapa en que el exilio fue
legitimado y a partir de cuando
supuestamente adquirir�a formas
"civilizadas",
aunque en la pr�ctica no fue as�
en absoluto. Este ser�a el
per�odo m�s largo, con una
pol�tica de expulsiones masivas
desarrollada por parte de las
nuevas administraciones desde
marzo de 1945 hasta 1949.
Las potencias
aliadas hab�an previsto un
sistema de expulsiones del
pueblo vencido. El art�culo nro.
XIII del Protocolo de Postdam
autoriz� el traslado de
poblaciones alemanas hacia las
nuevas fronteras asignadas a
Alemania. La expulsi�n deb�a ser
- seg�n el documento - "ordenada
y humanitaria". Los Occidentales
estaban a favor de una pol�tica
de expulsiones de dimensiones
limitadas, argumentando motivos
t�cnicos, como la dificultad
para asentar a los millones de
expulsados. Entre las propuestas
se encontraba la de hacerlo
gradualmente y hubo quien
considerara que dado que las
transferencias de poblaci�n
entre Turqu�a y Grecia hab�an
durado seis a�os, la expulsi�n
masiva de los alemanes hacia el
oeste deb�a durar al menos
veinte a�os.
Pero
como ser�a totalmente evidente,
los sovi�ticos y sus aliados
orientales no estaban de
acuerdo. A�n antes de firmar la
capitulaci�n,
ya hab�an comenzado las
expulsiones de Prusia Oriental,
Pomerania y Silesia, sin
notificaci�n a los occidentales.
En Checoslovaquia, las
expulsiones se iniciaron tan
pronto como capitul� el Grupo de
Ej�rcitos de Schonerer. Las
autoridades sovi�ticas a cargo
favorec�an la pol�tica de
expulsiones salvajes de los
polacos y los checos.
As�
fue como la expulsi�n �ordenada
y humana� se convertir�a en
realidad en un ataque salvaje
contra millones de mujeres,
ni�os y ancianos.
De esta forma se expuls� a
pueblos enteros de sus tierras
natales, donde hab�an estado
arraigados por siglos. Su
expulsi�n era tan absurda como
ser�a ahora deportar "a su pa�s
de origen" a personas americanas
en virtud de su apellido espa�ol
o italiano, o expulsar a todas
las personas de raza negra para
"devolverlas" a un pa�s arrasado
por la guerra en �frica.
La excusa de
aquel entonces fue que se
trataba de �eliminar� los
problemas que hab�an creado las
minor�as alemanas en los pa�ses
de Europa Oriental. A ello se
agregaba la intenci�n de
�compensar� a Polonia (que por
cierto sufri� mucho tambi�n bajo
el r�gimen comunista, sin ser
compensada por ello), y que
ser�a un traslado pac�fico. Pero
lo cierto es que se trataba de
una operaci�n de castigo contra
los derrotados, particularmente
emprendida por los sovi�ticos.
De hecho, exist�a el precedente
de la Primera Guerra Mundial, en
que las minor�as de origen
alem�n no causaron ning�n tipo
de problema porque, como es
l�gico, se encontraban
totalmente integradas en los
pa�ses donde resid�an.
Como
la intenci�n real era el castigo
de los alemanes y convertirlos
en los �nicos culpables de lo
sucedido, se difundieron
propagandas por doquier
declarando que la raza alemana
ten�a un car�cter
intr�nsecamente asesino,
militarista y agresivo. No se
trataba de reasentar
poblaciones, sino de castigo y
desv�o de la atenci�n. Con esta
estrategia, mientras la gente se
preocupaba por desterrar y
vilipendiar a un pueblo culpable
s�lo en raz�n de su raza (�y
qui�n no tachar�a eso de racismo
hoy?), se estaban implementando
todas las agresivas pol�ticas
que mantendr�an a los sovi�ticos
en el poder durante las
siguientes cuatro d�cadas, y se
justificaban los actos de
salvajismo (en pro de una misma
conquista, subyugaci�n y
totalitarismo) perpetrados por
los comunistas durante el
transcurso de la guerra.
Lo
cierto es que se ha hablado
sobre el car�cter patol�gico de
la literatura antisemita, pero
otro tanto se podr�a � y deber�a
� decir acerca toda la
literatura anti-germana,
propiciada en gran medida por
los sovi�ticos. Entre otras
inexactitudes, la propaganda
comunista llamaba �repatriados�
a toda la gente que dej� sus
hogares.
Con este t�rmino implicaban que
ese pueblo estaba regresando a
su patria, cuando en realidad no
se trataba de una pol�tica
voluntaria o civilizada, sino
que fue implementada a trav�s de
los t�picos m�todos sovi�ticos
de coerci�n, violencia y
humillaci�n.
Si Hitler hab�a
anexionado al imperio alem�n las
provincias polacas que antes de
la Paz de Versalles ya hab�an
pertenecido a Alemania,
desplazando de ellas a miles de
polacos hacia el territorio del
llamado Gobierno General, la
respuesta polaca - bajo dominio
comunista en ese entonces - fue
absolutamente desproporcionada,
pues pidi� la absorci�n de
regiones enteras que eran
alemanas desde hac�a siglos y la
expulsi�n de hasta el �ltimo de
los habitantes de aquella etnia.
Como ya dijimos,
millones de personas huyeron
ante el avance sovi�tico, pero
otros millones decidieron
afrontar los peligros y se
quedaron en sus territorios, con
la esperanza de no perderlo todo
y de evitar los horrores anexos
al traslado. Pronto se
encontrar�an con que los
sovi�ticos, polacos y checos
(todos comunistas) iniciaban una
expulsi�n sistem�tica.
Muchos optaron por el �xodo
porque adem�s de las atrocidades
cometidas por los sovi�ticos, se
agregaba el comprensible temor a
ser deportados a Siberia. Y no
se trataba de una suposici�n sin
sustento. De hecho, al menos
200.000 hombres y mujeres de
Prusia Oriental, Pomerania y
Silesia fueron enviados a
regiones remotas de la URSS para
realizar trabajos forzados.
En
Yalta,
Stalin intent� conseguir una
�reparaci�n en especies� en
forma de trabajadores alemanes
que deb�an trabajar forzadamente
en la reconstrucci�n de la Uni�n
Sovi�tica. Las potencias
occidentales se opusieron, pero
tal como ocurrir�a en general
con los tratos �aceptados� por
los sovi�ticos, se hizo caso
omiso a esa oposici�n y en las
regiones ocupadas por el
Ej�rcito Rojo �sta fue una
pr�ctica com�n. Se ha calculado
en 350.000 el n�mero de personas
de etnia alemana entre estos
esclavos deportados al Este.
Como ocurri� con
todos los pueblos, no hab�a
muchos "repatriados" que fueran
a la Uni�n Sovi�tica
voluntariamente. Simplemente
fueron reasentados en el mejor
esp�ritu de "tradici�n
sovi�tica".
Las expulsiones
fueron acompa�adas de forma
habitual con todo tipo de
violencia contra la poblaci�n
civil alemana, sobre todo en
Checoslovaquia y los Sudetes. Un
ejemplo de lo que suced�a con
frecuencia es el de Aussig el 31
de julio de 1945, cuando unos
2.700 alemanes fueron
exterminados por los checos. Los
casos eran tan frecuentes que
llegaron a o�dos occidentales, y
la prensa protest� por estos
hechos, a�n a pesar del esp�ritu
anti-alem�n imperante despu�s de
la guerra. El �The Economist� de
Londres del 15 de septiembre de
1945, por ejemplo, escribir�a:
�Los alemanes, sin duda,
merecen castigo, pero no
mediante torturas de este tipo�.
Las autoridades
de las tropas de ocupaci�n
norteamericanas, asentadas entre
otras regiones en la frontera
con Checoslovaquia, tuvieron que
tomar medidas para disminuir el
creciente �estado de �nimo
anticheco� que se registraba en
sus tropas, que pod�an ver a
diario las monstruosidades que
comet�an los checos comunistas
contra las personas inocentes de
etnia alemana.
Como escrib�a
V�ctor Gollancz en su libro
�Nuestros valores amenazados�
(1946): �los alemanes fueron
expulsados, no ya con una total
ausencia de cualquier
consideraci�n, sino con un
m�ximo de brutalidad�.
De los dos
millones que perdieron la vida
durante su marcha forzada hacia
el Oeste, alrededor de un mill�n
corresponde a fallecimientos
durante la evacuaci�n y la huida
de las �ltimas semanas de la
guerra, mientras que el resto
muri� despu�s del t�rmino del
conflicto, debido a la
brutalidad con que se llev� a
cabo su expulsi�n.
Las primeras
expulsiones, realizadas por
polacos y checos con el concurso
entusiasta de los sovi�ticos,
fueron brutales y se hicieron de
prisa porque se pretend�a llegar
a la Conferencia de Postdam con
los hechos consumados. Despu�s
de dicha Conferencia llegar�a la
segunda fase, que presentar�a la
misma virulencia y salvajismo
que la anterior y durar�a hasta
fines de 1945. S�lo despu�s de
los acuerdos ya citados se not�
una leve mejora leve en las
condiciones de las expulsiones.
El trato no era m�s aceptable,
pero hab�a mayor planificaci�n.
Antes, por ejemplo, era
frecuente que los trenes con los
deportados pasaran d�as y d�as
viajando de una estaci�n a otra
sin rumbo fijo. Despu�s hubo un
poco m�s de organizaci�n.
Con los m�todos
m�s violentos imaginables se
vaciaron poblaciones enteras de
Polonia y Checoslovaquia en un
breve tiempo. Al mejor estilo
sovi�tico, se obligaba a las
v�ctimas a abandonar su
residencia en tan s�lo una hora
o dos despu�s del aviso,
llevando consigo apenas lo que
entrase en una maleta o bolsa de
viaje, que adem�s perd�an muchas
veces por robos.
Numerosos testimonios
period�sticos e informes de la
Cruz Roja atestiguan la
brutalidad de estas expulsiones.
Churchill, que hab�a sido uno de
los principales defensores de la
pol�tica de expulsiones declar�
en la C�mara de los Comunes el
16 de agosto de 1945: "Estoy
particularmente afectado, en
este momento, con las noticias
sobre las condiciones de
expulsi�n y �xodo de los
alemanes de la nueva Polonia...
Escasas narraciones de lo
sucedido y de lo que est�
sucediendo se est�n filtrando,
pero no es imposible que se est�
produciendo una tragedia de
escala prodigiosa detr�s del
tel�n de acero que en este
momento divide Europa".
Por su parte,
Bertrand Russell escrib�a en el
Times del 19 de octubre de 1945:
�En Europa Oriental se est�n
produciendo ahora deportaciones
en masa por parte de nuestros
aliados en un intento
aparentemente deliberado de
exterminar a millones de
alemanes�.
Y el 8 de
diciembre de ese a�o, el mismo
Russell escribir�a en el New
Leader: �Se acord� en Postdam
que la expulsi�n ser�a �ordenada
y humana�, pero esta previsi�n
no se ha cumplido en absoluto.
Por las noticias que tenemos
hasta ahora, mujeres y ni�os son
amontonados en trenes, con
apenas una maleta, que a menudo
les es robada durante el viaje.
El viaje hasta Berl�n dura
varios d�as, en los cuales no se
les da comida. Muchos mueren
antes de llegar a Berl�n. (...)
Una gran proporci�n de los
expulsados de sus casas no son
colocados en trenes, sino
enviados hacia el oeste a pie�.
Las expulsiones
consist�an, en resumen, en
deshacerse de millones de
personas - en su inmensa mayor�a
ancianos, ni�os, mujeres y
enfermos como ya dijimos - en
vagones descubiertos, en medio
del crudo invierno
centroeuropeo, sin comida y sin
asistencia sanitaria de ning�n
tipo. Esto provoc� que en muy
poco tiempo se acumularan en los
caminos los cad�veres de cientos
de miles de personas muertas por
hambre, fr�o, epidemias y
brutalidades.
En
1946 y 1947 se produjeron las
peque�as mejoras en las
condiciones de expulsi�n que
hemos mencionado. Sin embargo,
los testimonios recogidos de los
deportados continuaron siendo
estremecedores. Entre otras
cosas, hablaron de los campos de
concentraci�n donde se intern� a
miles de personas expulsadas de
sus pueblos. Las condiciones de
vida all� eran absolutamente
penosas, seg�n confirman
multitud de documentos de la
Cruz Roja, que tuvo acceso a
alguno de ellos. El campo
Svidnik, en Checoslovaquia y el
Lamsdorf, en la Baja Sajonia
anexionada por los polacos,
fueron particularmente brutales.
Por ejemplo, de los 8.064
internados en este �ltimo, 6.488
murieron.
Y a�n peores � si es posible �
fueron los campos establecidos
en Yugoslavia para las minor�as
de etnia alemana y los
prisioneros de guerra.
Hoy ni siquiera se conoce lo
ocurrido con los alemanes
desde los �ltimos meses de
la guerra hasta el fin de
las expulsiones, a pesar de
la gran escala y gravedad
del caso, que tiene todo los
visos de un genocidio.
[1] "Las v�ctimas de
Postdam". Jorge Lobo.
Revisi�n de Espa�a. Nro. 2.
Vol. 1
[2] Comprende la
hist�rica regi�n del oeste
de Ucrania localizada entre
los r�os Pr�piat y Bug
Occidental, al sur de la
Polesia, hasta el norte de
la regi�n centroeuropea de
Galitzia y Podolia.
[3] Redactado durante la
conferencia de Potsdam, que
fue una reuni�n llevada a
cabo en Potsdam, Alemania
(cerca de Berl�n) entre el
17 de julio y el 2 de agosto
de 1945. All� se encontraban
Josef Stalin (Uni�n
Sovi�tica), Winston
Churchill (Inglaterra) y
Harry S. Truman (Estados
Unidos), los m�s poderosos
de los aliados que
derrotaron a las potencias
del Eje en la Segunda Guerra
Mundial.
[4] "Los refugiados
alemanes y polacos: Pol�tica
social y las personas
desplazadas en SBZ/RDA y en
Polonia, 1945-1956". Ther,
P. Vol. 127. Series:
Estudios cr�ticos de la
historia. G�ttingen:
Vandenhoeck und Ruprecht.
1998. p�g. 786.
[5] Convenio en que se
estipulan las condiciones de
la rendici�n de un ej�rcito
o de una plaza.
[6] Hay que considerar
que los hombres j�venes y
adultos o hab�an ca�do en la
guerra o se encontraban - la
mayor�a - en los campos de
concentraci�n para
prisioneros.
[7] La violencia de
innumerables acontecimientos
de esa �poca ser� revelada a
lo largo de toda la obra, a
trav�s del relato de lo
ocurrido en cada pa�s que
fue sometido a la misma.
[8] "La integraci�n de
expulsados en Alemania y
Polonia tras la Segunda
Guerra Mundial: un
reasentamiento hist�rico".
Ther, P. Slavic Review. Nro.
4. 1996. p�gs. 782�783.
[9] Sin embargo, los
reasentados recibieron
medios de transporte y se
les permiti� llevar hasta 2
toneladas de sus
pertenencias e implementos
del hogar, mientras que los
alemanes, cuyas casas ser�an
ocupadas por nuevos
asentados, tuvieron que
trasladarse mayormente a
pie, llevando no m�s que una
pieza de equipaje por
persona ("La integraci�n de
expulsados en Alemania y
Polonia tras la Segunda
Guerra Mundial: un
reasentamiento hist�rico".
Ther, P. Slavic Review. Nro.
4. 1996. p�g. 786).
[10] �N�mesis en Postdam.
Los anglo-americanos y la
expulsi�n de los alemanes".
Alfred M. de Zayas, en la
edici�n revisada y corregida
de 1979 (Rutledge & Kegan
Paul, Londres-Boston-Henley,
268 p�ginas).
[11] La Conferencia de
Yalta fue la reuni�n que
mantuvieron durante la
Segunda Guerra Mundial (del
4 al 11 de febrero de 1945)
I�sif Stalin, Winston
Churchill y Franklin D.
Roosevelt, como jefes de
gobierno de la URSS, del
Reino Unido y de Estados
Unidos, respectivamente.
Suele considerarse como el
comienzo de la Guerra Fr�a.
[12] �N�mesis en Postdam.
Los anglo-americanos y la
expulsi�n de los alemanes".
Alfred M. de Zayas, en la
edici�n revisada y corregida
de 1979 (Rutledge & Kegan
Paul, Londres-Boston-Henley,
268 p�ginas).
[13] "Las v�ctimas de
Postdam". Jorge Lobo.
Revisi�n de Espa�a, N9 2,
Vol. 1.
[14]
Ib�d.