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EL TERROR ROJO

 

 

INVESTIGACIONES | Alerta Internacional

 

Deportaciones: el crimen desconocido

(Parte I: La era estalinista)
Por Cynthia Caden
�ltima modificaci�n: 03 de diciembre de 2009 | Descargar completo en formato PDF

 

Tabla de contenidos
1. Definiciones
2. El verdadero rostro de las deportaciones
3. Las v�ctimas
4. Cronolog�a de deportaciones
5. Los alemanes, un cap�tulo aparte
6. Conclusi�n

7. Bibliograf�a relacionada

 
  1  2  3  4  5  6  7 


Los alemanes, un cap�tulo aparte

 

Dentro de los traslados forzados de poblaci�n se encuentra una de las cat�strofes asociadas a la Segunda Guerra Mundial menos conocidas: la expulsi�n de los alemanes de Prusia Oriental, Pomerania y Silesia, as� como de todos los h�ngaros, checoslovacos, rumanos y yugoslavos que sufrieron el mismo destino por su origen �tnico alem�n, a�n cuando en la mayor�a de los casos sus familias llevaban numerosas generaciones viviendo en otra patria.

 

Al final de la guerra y despu�s, la poblaci�n alemana estaba destinada a sufrir la migraci�n a mayor escala de su historia nacional. Sin embargo, esas migraciones ya no estaban relacionadas a los planes de reasentamiento del F�hrer que tuvieron lugar entre 1939 y 1941.

 

A�n hoy existen dudas sobre el n�mero exacto de personas expulsadas, dada la extensi�n de tierras y v�ctimas afectadas, adem�s de la habitual dificultad para acceder con claridad a las acciones realizadas en pa�ses comunistas. Sin embargo, la cifra m�s generalmente aceptada oscila entre 12 y 15 millones de personas inocentes, que en su inmensa mayor�a - cuando no todos en muchos lugares - nada ten�an que ver con los estragos relacionados con el nazismo. Como nada tiene que ver un pueblo expatriado con los cr�menes de un dictador en su pa�s de origen.

 

De ese masivo destierro casi desconocido, al menos 2 millones de personas murieron como consecuencia directa de las fuertes carencias y malos tratos recibidos durante su expulsi�n. Los sobrevivientes, por su parte, tambi�n tuvieron que soportar indecibles penalidades, desde la discriminaci�n y la violencia, hasta la p�rdida de su tierra natal y casi todos sus bienes muebles e inmuebles. A ello se agregaban las peores condiciones imaginables de hambre, clima y maltrato, y el recorrido de largu�simas distancias a veces a pie antes de poder instalarse en alg�n lugar que los aceptara.

 

En un principio hubo una extensiva huida causada por la inminencia del terror desatado por el Ej�rcito Rojo tras su victoria. Para intentar ponerse a salvo, aproximadamente 4 a 5 millones de personas de etnia alemana huyeron de sus tierras. Muchos ya hab�an experimentado una ocupaci�n comunista entre 1939 y 1941, y conoc�an bien los m�todos represivos que utilizaban los sovi�ticos. Otros viv�an a�n bajo su yugo, y empezaron a notar que su vida empeoraba progresivamente despu�s del fin de la guerra.

 

La huida de estos millones de personas a trav�s de caminos helados, en precarios veh�culos de todo tipo, bajo constantes ataques de la aviaci�n o de las vanguardias terrestres sovi�ticas, constituye una de las mayores desgracias relacionadas con la Segunda Guerra Mundial.

 

Muchos pudieron ser evacuados por v�a mar�tima. Entre 2 y 3 millones de personas que en su mayor�a estaban heridas (civiles y soldados) fueron evacuadas por la Kriegsmarine y la Marina Mercante alemana. Pero no fue una operaci�n f�cil, porque adem�s de su car�cter masivo, los sovi�ticos interfirieron cuanto pudieron para da�ar lo m�s posible. Con ese objetivo, hundieron varios buques cargados de refugiados, y el caso m�s tr�gico fue el del Goya que se hundi� con casi 7.000 personas a bordo, convirti�ndose en la mayor cat�strofe mar�tima registrada en la historia.

 

Alrededor de 25.000 personas murieron debido a estos hundimientos perpetrados por los comunistas. Entre las v�ctimas se 4 buques hospital y 8 buques de transporte de heridos, debidamente identificados como tales[1], constituyendo un claro delito contra las convenciones de guerra y los derechos humanos.

 

Pero a pesar de las hu�das y los rescates, en las regiones orientales del Reich y en distintos pa�ses de Europa Oriental quedaban a�n mucha gente que pod�a � y ser�a � atacada por su origen �tnico.

 

Seg�n una clasificaci�n razonable hecha por P. Ther, se pueden distinguir tres etapas de la huida/exilio: primero (fines de 1944 - primavera de 1945) medidas de evacuaci�n tomadas por las autoridades alemanas. Se trat� del traspaso de los alemanes �tnicos habitantes de los Pa�ses B�lticos, Volhynia[2] y Besarabia que decidieron adoptar la ciudadan�a alemana y se trasladaron antes de que sus territorios cayeran en manos sovi�ticas.

 

Segundo (marzo - abril - julio de 1945) el llamado exilio salvaje, cuando se produjo la evacuaci�n masiva de civiles conforme el Ej�rcito Rojo avanzaba por las regiones orientales de Alemania. Se ha de hacer una distinci�n entre las evacuaciones ordenadas realizadas por el ej�rcito alem�n y las que los propios civiles llevaron a cabo de forma desesperada a causa del temor.

 

Y tercero (tras la conclusi�n del Tratado de Potsdam[3] y una serie de acuerdos consecuentes) llegar�a el turno de la etapa en que el exilio fue legitimado y a partir de cuando supuestamente adquirir�a formas "civilizadas"[4], aunque en la pr�ctica no fue as� en absoluto. Este ser�a el per�odo m�s largo, con una pol�tica de expulsiones masivas desarrollada por parte de las nuevas administraciones desde marzo de 1945 hasta 1949.

 

Las potencias aliadas hab�an previsto un sistema de expulsiones del pueblo vencido. El art�culo nro. XIII del Protocolo de Postdam autoriz� el traslado de poblaciones alemanas hacia las nuevas fronteras asignadas a Alemania. La expulsi�n deb�a ser - seg�n el documento - "ordenada y humanitaria". Los Occidentales estaban a favor de una pol�tica de expulsiones de dimensiones limitadas, argumentando motivos t�cnicos, como la dificultad para asentar a los millones de expulsados. Entre las propuestas se encontraba la de hacerlo gradualmente y hubo quien considerara que dado que las transferencias de poblaci�n entre Turqu�a y Grecia hab�an durado seis a�os, la expulsi�n masiva de los alemanes hacia el oeste deb�a durar al menos veinte a�os.

 

Pero como ser�a totalmente evidente, los sovi�ticos y sus aliados orientales no estaban de acuerdo. A�n antes de firmar la capitulaci�n[5], ya hab�an comenzado las expulsiones de Prusia Oriental, Pomerania y Silesia, sin notificaci�n a los occidentales. En Checoslovaquia, las expulsiones se iniciaron tan pronto como capitul� el Grupo de Ej�rcitos de Schonerer. Las autoridades sovi�ticas a cargo favorec�an la pol�tica de expulsiones salvajes de los polacos y los checos.

 

As� fue como la expulsi�n �ordenada y humana� se convertir�a en realidad en un ataque salvaje contra millones de mujeres, ni�os y ancianos[6]. De esta forma se expuls� a pueblos enteros de sus tierras natales, donde hab�an estado arraigados por siglos. Su expulsi�n era tan absurda como ser�a ahora deportar "a su pa�s de origen" a personas americanas en virtud de su apellido espa�ol o italiano, o expulsar a todas las personas de raza negra para "devolverlas" a un pa�s arrasado por la guerra en �frica.

 

La excusa de aquel entonces fue que se trataba de �eliminar� los problemas que hab�an creado las minor�as alemanas en los pa�ses de Europa Oriental. A ello se agregaba la intenci�n de �compensar� a Polonia (que por cierto sufri� mucho tambi�n bajo el r�gimen comunista, sin ser compensada por ello), y que ser�a un traslado pac�fico. Pero lo cierto es que se trataba de una operaci�n de castigo contra los derrotados, particularmente emprendida por los sovi�ticos. De hecho, exist�a el precedente de la Primera Guerra Mundial, en que las minor�as de origen alem�n no causaron ning�n tipo de problema porque, como es l�gico, se encontraban totalmente integradas en los pa�ses donde resid�an.

 

Como la intenci�n real era el castigo de los alemanes y convertirlos en los �nicos culpables de lo sucedido, se difundieron propagandas por doquier declarando que la raza alemana ten�a un car�cter intr�nsecamente asesino, militarista y agresivo. No se trataba de reasentar poblaciones, sino de castigo y desv�o de la atenci�n. Con esta estrategia, mientras la gente se preocupaba por desterrar y vilipendiar a un pueblo culpable s�lo en raz�n de su raza (�y qui�n no tachar�a eso de racismo hoy?), se estaban implementando todas las agresivas pol�ticas que mantendr�an a los sovi�ticos en el poder durante las siguientes cuatro d�cadas, y se justificaban los actos de salvajismo (en pro de una misma conquista, subyugaci�n y totalitarismo) perpetrados por los comunistas durante el transcurso de la guerra[7].

 

Lo cierto es que se ha hablado sobre el car�cter patol�gico de la literatura antisemita, pero otro tanto se podr�a � y deber�a � decir acerca toda la literatura anti-germana, propiciada en gran medida por los sovi�ticos. Entre otras inexactitudes, la propaganda comunista llamaba �repatriados� a toda la gente que dej� sus hogares[8]. Con este t�rmino implicaban que ese pueblo estaba regresando a su patria, cuando en realidad no se trataba de una pol�tica voluntaria o civilizada, sino que fue implementada a trav�s de los t�picos m�todos sovi�ticos de coerci�n, violencia y humillaci�n[9].

 

Si Hitler hab�a anexionado al imperio alem�n las provincias polacas que antes de la Paz de Versalles ya hab�an pertenecido a Alemania, desplazando de ellas a miles de polacos hacia el territorio del llamado Gobierno General, la respuesta polaca - bajo dominio comunista en ese entonces - fue absolutamente desproporcionada, pues pidi� la absorci�n de regiones enteras que eran alemanas desde hac�a siglos y la expulsi�n de hasta el �ltimo de los habitantes de aquella etnia.

 

Como ya dijimos, millones de personas huyeron ante el avance sovi�tico, pero otros millones decidieron afrontar los peligros y se quedaron en sus territorios, con la esperanza de no perderlo todo y de evitar los horrores anexos al traslado. Pronto se encontrar�an con que los sovi�ticos, polacos y checos (todos comunistas) iniciaban una expulsi�n sistem�tica.

 

Muchos optaron por el �xodo porque adem�s de las atrocidades cometidas por los sovi�ticos, se agregaba el comprensible temor a ser deportados a Siberia. Y no se trataba de una suposici�n sin sustento. De hecho, al menos 200.000 hombres y mujeres de Prusia Oriental, Pomerania y Silesia fueron enviados a regiones remotas de la URSS para realizar trabajos forzados[10].

 

En Yalta[11], Stalin intent� conseguir una �reparaci�n en especies� en forma de trabajadores alemanes que deb�an trabajar forzadamente en la reconstrucci�n de la Uni�n Sovi�tica. Las potencias occidentales se opusieron, pero tal como ocurrir�a en general con los tratos �aceptados� por los sovi�ticos, se hizo caso omiso a esa oposici�n y en las regiones ocupadas por el Ej�rcito Rojo �sta fue una pr�ctica com�n. Se ha calculado en 350.000 el n�mero de personas de etnia alemana entre estos esclavos deportados al Este[12].

 

Como ocurri� con todos los pueblos, no hab�a muchos "repatriados" que fueran a la Uni�n Sovi�tica voluntariamente. Simplemente fueron reasentados en el mejor esp�ritu de "tradici�n sovi�tica".

 

Las expulsiones fueron acompa�adas de forma habitual con todo tipo de violencia contra la poblaci�n civil alemana, sobre todo en Checoslovaquia y los Sudetes. Un ejemplo de lo que suced�a con frecuencia es el de Aussig el 31 de julio de 1945, cuando unos 2.700 alemanes fueron exterminados por los checos. Los casos eran tan frecuentes que llegaron a o�dos occidentales, y la prensa protest� por estos hechos, a�n a pesar del esp�ritu anti-alem�n imperante despu�s de la guerra. El �The Economist� de Londres del 15 de septiembre de 1945, por ejemplo, escribir�a: �Los alemanes, sin duda, merecen castigo, pero no mediante torturas de este tipo�.

 

Las autoridades de las tropas de ocupaci�n norteamericanas, asentadas entre otras regiones en la frontera con Checoslovaquia, tuvieron que tomar medidas para disminuir el creciente �estado de �nimo anticheco� que se registraba en sus tropas, que pod�an ver a diario las monstruosidades que comet�an los checos comunistas contra las personas inocentes de etnia alemana.

 

Como escrib�a V�ctor Gollancz en su libro �Nuestros valores amenazados� (1946): �los alemanes fueron expulsados, no ya con una total ausencia de cualquier consideraci�n, sino con un m�ximo de brutalidad�.

 

De los dos millones que perdieron la vida durante su marcha forzada hacia el Oeste, alrededor de un mill�n corresponde a fallecimientos durante la evacuaci�n y la huida de las �ltimas semanas de la guerra, mientras que el resto muri� despu�s del t�rmino del conflicto, debido a la brutalidad con que se llev� a cabo su expulsi�n.  

 

Las primeras expulsiones, realizadas por polacos y checos con el concurso entusiasta de los sovi�ticos, fueron brutales y se hicieron de prisa porque se pretend�a llegar a la Conferencia de Postdam con los hechos consumados. Despu�s de dicha Conferencia llegar�a la segunda fase, que presentar�a la misma virulencia y salvajismo que la anterior y durar�a hasta fines de 1945. S�lo despu�s de los acuerdos ya citados se not� una leve mejora leve en las condiciones de las expulsiones. El trato no era m�s aceptable, pero hab�a mayor planificaci�n. Antes, por ejemplo, era frecuente que los trenes con los deportados pasaran d�as y d�as viajando de una estaci�n a otra sin rumbo fijo. Despu�s hubo un poco m�s de organizaci�n.

 

Con los m�todos m�s violentos imaginables se vaciaron poblaciones enteras de Polonia y Checoslovaquia en un breve tiempo. Al mejor estilo sovi�tico, se obligaba a las v�ctimas a abandonar su residencia en tan s�lo una hora o dos despu�s del aviso, llevando consigo apenas lo que entrase en una maleta o bolsa de viaje, que adem�s perd�an muchas veces por robos.

 

Numerosos testimonios period�sticos e informes de la Cruz Roja atestiguan la brutalidad de estas expulsiones. Churchill, que hab�a sido uno de los principales defensores de la pol�tica de expulsiones declar� en la C�mara de los Comunes el 16 de agosto de 1945: "Estoy particularmente afectado, en este momento, con las noticias sobre las condiciones de expulsi�n y �xodo de los alemanes de la nueva Polonia... Escasas narraciones de lo sucedido y de lo que est� sucediendo se est�n filtrando, pero no es imposible que se est� produciendo una tragedia de escala prodigiosa detr�s del tel�n de acero que en este momento divide Europa"[13].

 

Por su parte, Bertrand Russell escrib�a en el Times del 19 de octubre de 1945: �En Europa Oriental se est�n produciendo ahora deportaciones en masa por parte de nuestros aliados en un intento aparentemente deliberado de exterminar a millones de alemanes�.

 

Y el 8 de diciembre de ese a�o, el mismo Russell escribir�a en el New Leader: �Se acord� en Postdam que la expulsi�n ser�a �ordenada y humana�, pero esta previsi�n no se ha cumplido en absoluto. Por las noticias que tenemos hasta ahora, mujeres y ni�os son amontonados en trenes, con apenas una maleta, que a menudo les es robada durante el viaje. El viaje hasta Berl�n dura varios d�as, en los cuales no se les da comida. Muchos mueren antes de llegar a Berl�n. (...) Una gran proporci�n de los expulsados de sus casas no son colocados en trenes, sino enviados hacia el oeste a pie�.

 

Las expulsiones consist�an, en resumen, en deshacerse de millones de personas - en su inmensa mayor�a ancianos, ni�os, mujeres y enfermos como ya dijimos - en vagones descubiertos, en medio del crudo invierno centroeuropeo, sin comida y sin asistencia sanitaria de ning�n tipo. Esto provoc� que en muy poco tiempo se acumularan en los caminos los cad�veres de cientos de miles de personas muertas por hambre, fr�o, epidemias y brutalidades.

 

En 1946 y 1947 se produjeron las peque�as mejoras en las condiciones de expulsi�n que hemos mencionado. Sin embargo, los testimonios recogidos de los deportados continuaron siendo estremecedores. Entre otras cosas, hablaron de los campos de concentraci�n donde se intern� a miles de personas expulsadas de sus pueblos. Las condiciones de vida all� eran absolutamente penosas, seg�n confirman multitud de documentos de la Cruz Roja, que tuvo acceso a alguno de ellos. El campo Svidnik, en Checoslovaquia y el Lamsdorf, en la Baja Sajonia anexionada por los polacos, fueron particularmente brutales. Por ejemplo, de los 8.064 internados en este �ltimo, 6.488 murieron[14]. Y a�n peores � si es posible � fueron los campos establecidos en Yugoslavia para las minor�as de etnia alemana y los prisioneros de guerra.

 

Hoy ni siquiera se conoce lo ocurrido con los alemanes desde los �ltimos meses de la guerra hasta el fin de las expulsiones, a pesar de la gran escala y gravedad del caso, que tiene todo los visos de un genocidio.
 

Notas:

[1] "Las v�ctimas de Postdam". Jorge Lobo. Revisi�n de Espa�a. Nro. 2. Vol. 1

[2] Comprende la hist�rica regi�n del oeste de Ucrania localizada entre los r�os Pr�piat y Bug Occidental, al sur de la Polesia, hasta el norte de la regi�n centroeuropea de Galitzia y Podolia.

[3] Redactado durante la conferencia de Potsdam, que fue una reuni�n llevada a cabo en Potsdam, Alemania (cerca de Berl�n) entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945. All� se encontraban Josef Stalin (Uni�n Sovi�tica), Winston Churchill (Inglaterra) y Harry S. Truman (Estados Unidos), los m�s poderosos de los aliados que derrotaron a las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial.

[4] "Los refugiados alemanes y polacos: Pol�tica social y las personas desplazadas en SBZ/RDA y en Polonia, 1945-1956". Ther, P. Vol. 127. Series: Estudios cr�ticos de la historia. G�ttingen: Vandenhoeck und Ruprecht. 1998. p�g. 786.

[5] Convenio en que se estipulan las condiciones de la rendici�n de un ej�rcito o de una plaza.

[6] Hay que considerar que los hombres j�venes y adultos o hab�an ca�do en la guerra o se encontraban - la mayor�a - en los campos de concentraci�n para prisioneros.

[7] La violencia de innumerables acontecimientos de esa �poca ser� revelada a lo largo de toda la obra, a trav�s del relato de lo ocurrido en cada pa�s que fue sometido a la misma.

[8] "La integraci�n de expulsados en Alemania y Polonia tras la Segunda Guerra Mundial: un reasentamiento hist�rico". Ther, P. Slavic Review. Nro. 4. 1996. p�gs. 782�783.

[9] Sin embargo, los reasentados recibieron medios de transporte y se les permiti� llevar hasta 2 toneladas de sus pertenencias e implementos del hogar, mientras que los alemanes, cuyas casas ser�an ocupadas por nuevos asentados, tuvieron que trasladarse mayormente a pie, llevando no m�s que una pieza de equipaje por persona ("La integraci�n de expulsados en Alemania y Polonia tras la Segunda Guerra Mundial: un reasentamiento hist�rico". Ther, P. Slavic Review. Nro. 4. 1996. p�g. 786).

[10] �N�mesis en Postdam. Los anglo-americanos y la expulsi�n de los alemanes". Alfred M. de Zayas, en la edici�n revisada y corregida de 1979 (Rutledge & Kegan Paul, Londres-Boston-Henley, 268 p�ginas).

[11] La Conferencia de Yalta fue la reuni�n que mantuvieron durante la Segunda Guerra Mundial (del 4 al 11 de febrero de 1945) I�sif Stalin, Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt, como jefes de gobierno de la URSS, del Reino Unido y de Estados Unidos, respectivamente. Suele considerarse como el comienzo de la Guerra Fr�a.

[12] �N�mesis en Postdam. Los anglo-americanos y la expulsi�n de los alemanes". Alfred M. de Zayas, en la edici�n revisada y corregida de 1979 (Rutledge & Kegan Paul, Londres-Boston-Henley, 268 p�ginas).

[13] "Las v�ctimas de Postdam". Jorge Lobo. Revisi�n de Espa�a, N9 2, Vol. 1.

[14] Ib�d.
 

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