Persecuci�n religiosa
Como queda claro
en las directivas reci�n
expuestas hacia los centros
educativos, el gobierno actuaba
a la cl�sica modalidad comunista
en materia religiosa, sin
ninguna excepci�n respecto a los
dem�s pa�ses bajo su influencia.
Ya desde el principio los
asaltos anti-religiosos se
multiplicaron y causaron
estragos en la peque�a naci�n.
Se puede afirmar
que en esos a�os de poder se
realizaron todos los esfuerzos
por reducir la influencia de la
religi�n. Se cortaron todas las
v�as de contacto con la
poblaci�n. Los medios de
comunicaci�n, libros y lugares
de trabajo estaban todos fuera
del alcance de las
organizaciones religiosas.
Ya la primera
ocupaci�n sovi�tica, de junio de
1940 a junio de 1941 trajo un
importante ataque organizado
contra la religi�n. El r�gimen
nacionaliz� toda la propiedad de
la iglesia cat�lica, cerr� el
seminario y la prensa y
bibliotecas religiosas, y
hostig� a sacerdotes, monjas y
feligreses. Diez sacerdotes
fueron asesinados y dos
desaparecieron, con destino
desconocido.
En la
deportaci�n masiva de 1941 se
encontraban muchos miembros de
la intelectualidad creyente.
Tambi�n el r�gimen cort� las
relaciones con el Vaticano y
expuls� a monjas y sacerdotes
extranjeros, e incluso a
aquellos con ciudadan�a letona,
aunque unos pocos lograron
quedarse. Las monjas letonas que
estaban estudiando o viviendo en
el extranjero no obtuvieron el
permiso para regresar.
Cuando los sovi�ticos
reimpusieron su gobierno sobre
Letonia tras la ocupaci�n nazi
la Iglesia estaba en una
posici�n debilitada por la
p�rdida de sacerdotes, da�o de
iglesias y la p�rdida de muchos
feligreses algunos como
refugiados, otros como
deportados sovi�ticos.
Springovics, el �nico sacerdote
que quedaba, enfrent� gran
presi�n y amenazas del r�gimen.
Los comunistas regresaron a las
t�cticas estalinistas de fiera
persecuci�n religiosa a pesar de
las promesas p�blicas de lo
contrario. La mayor persecuci�n
comenz� con el arresto de
sacerdotes a fines de 1945. Dos
nuevos obispos, Kazimirs
Dulbinskis y Piters Strods
fueron consagrados en 1947 pero
Dulbinskis fue arrestado en 1949
y deportado. De 1945 a 1988 el
r�gimen comunista encarcel� a 70
sacerdotes letones, de quienes
al menos nueve murieron o fueron
asesinados en prisi�n.
El Estado ten�a
completo control de todas las
actividades de la iglesia. Desde
el principio incluso las obras
de caridad estaban prohibidas.
De hecho la familia misma no
ten�a la libertad de guiar a sus
hijos hacia actividades dentro
de la Iglesia hasta que tuvieran
dieciocho a�os. As�, clases
dominicales, coros religiosos o
campamentos no estaban abiertos
para los m�s j�venes, que s�
recib�an una fuerte formaci�n
anti-religiosa en los grupos
Pioneros y en clases.
Las
publicaciones religiosas, con
unas pocas excepciones, fueron
limitadas a anuarios y hojas de
cantos para servicios
dominicales. Quienes asist�an
regularmente a sus iglesias o
templos eran sometidos a varias
presiones, incluyendo
hostigamiento en el trabajo y
visitas "amistosas" de ateos
locales.
La
observancia de fiestas
religiosas fue prohibida, y
obviamente no se permiti� que se
ense�ara religi�n en los
colegios. La propaganda atea
reemplaz� a la religi�n.
En la Universidad de Letonia,
por ejemplo, la Facultad
Luterana de Teolog�a y su
contraparte Cat�lica Romana
fueron eliminadas, as� como el
Departamento de Estudios
Teol�gicos Ortodoxos Cristianos.
Menos de 100 de
250 ministros luteranos segu�an
en el Estado despu�s de la
guerra. El arzobispo Teodors
Gr�nbergs hab�a sido deportado
por los nazis - como el obispo
ortodoxo metropolitano y tres
obispos cat�licos - y muchos
sacerdotes huyeron a Occidente.
De
los sacerdotes que permanecieron
en Letonia cuando los comunistas
regresaron, cinco fueron
asesinados y otros 35 deportados.
Los monasterios fueron
disueltos, monjes, monjas y
muchos laicos arrestados,
asesinados en el momento o
enviados a Siberia.
Las religiones
tambi�n tuvieron que soportar
una viciosa campa�a sistem�tica
anti-religiosa, que consist�a en
una extensiva propaganda en su
contra en las escuelas - como ya
hemos visto - y tambi�n en miles
de clubs, en lugares de trabajo,
as� como en todo tipo de
organizaciones sociales. Los
medios fueron utilizados por el
estado en este esfuerzo: la
prensa, la radio y la
televisi�n, as� como el cine, el
teatro y otros m�todos de
comunicaci�n masiva. Los asuntos
religiosos, controlados por
oficiales del Partido Comunista
y la KGB en Mosc� fueron
reforzados a trav�s del Partido
Let�n, la red KGB y la oficina
del Consejo de Asuntos
Religiosos.
Medio siglo de ocupaci�n
sovi�tica y persecuci�n de los
creyentes cambi�
fundamentalmente el espectro
religioso del Estado. La Iglesia
Luterana Evang�lica, por su
parte, era la m�s extendida en
la zona - con unos 600.000
miembros en 1956 � y por tanto
fue la m�s afectada. Un
documento interno del 18 de
marzo de 1987 hablaba de una
membres�a activa que se hab�a
encogido a s�lo 25.000,
y con todos los impedimentos del
caso para profesar sus
creencias.
Cualquiera que tuviese
ambiciones m�nimas para su
carrera deb�a despegarse de toda
vinculaci�n con la religi�n. El
Estado anul� exitosamente las
ceremonias m�s importantes de
bautismo, confirmaci�n, bodas y
funerales por ceremonias
seculares. Los cl�rigos no
ten�an permitido ejecutar sus
responsabilidades c�vicas, como
reconocer legalmente las pocas
bodas que pod�an realizar, o
registrar nacimientos y muertes.
Por eso, en 1986, la iglesia
luterana registr� nada m�s que
1.290 bautismos, 212
confirmaciones, 142 matrimonios
y 605 funerales en todo el
Estado.
La campa�a anti-religiosa
se hab�a intensificado durante
el gobierno de Nikita Kruschev,
entre 1957 y 1964. Muchos
religiosos fueron arrestados,
con frecuencia por infracciones
menores.
El r�gimen
intent� tambi�n cerrar el
seminario cat�lico pero
permaneci� abierto aunque bajo
serias limitaciones. Un buen
n�mero de sacerdotes fue
inducido a apostatar y denunciar
a la Iglesia. No se permitieron
libros de oraciones ni otras
publicaciones religiosas durante
todo el per�odo sovi�tico.
Por lo dem�s, se
aplicaron fuertes sanciones a la
poblaci�n para que no observara
rituales de esta categor�a,
aunque los esfuerzos ateos
fallaron en sus metas. La mayor
parte de las parroquias
permanecieron abiertas a pesar
de la presi�n y la carencia de
sacerdotes. Estos �ltimos, con
gran esfuerzo personal, serv�an
como pastores en m�ltiples
parroquias.